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De: campitos0 (Mensaje original) |
Enviado: 14/04/2013 09:11 |
Los Santos de hoy sábado 13 de abril de 2013 |
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Martín l, Santo Papa y Mártir, 13 de abril
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Hermenegildo, Santo Mártir, 13 de abril
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Margarita de Cittá di Castello, Beata Laica Dominica, 13 de abril
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Serafino Morazzone, Beato Sacerdote, 13 de abril
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Scubilion Rousseau, Beato Hermano Cristiano de La Salle, 13 de abril
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Sabas Reyes Salazar, Santo Mártir Mexicano, 13 de abril
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Ida de Boulogne, Beata Laica Viuda, 13 de abril
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Ida de Lovaina, Beata Monja, 13 de abril
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Urso de Ravena, Santo Obispo, 13 de abril
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Juan Lockwood y Eduardo Catherick, Beatos Presbíteros y Mártires, 13 de abril
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Francisco Dickenson y Milón Gerard, Beatos Presbíteros y Mártires, 13 de abril
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Carpo, Pápilo, Agatónica, y compañeros, Santos Mártires, 13 de abril
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Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, 13 de abril
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Rolando Rivi, Beato Seminarista mártir, 13 de abril
Martín l, Santo |
Papa y Mártir, 13 de abril |
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Martín l, Santo |
LXXIV Papa y MártirMartirologio Romano: San Martín I, papa y mártir, que tras condenar la herejía de los monotelitas en el Concilio de Letrán, por orden del emperador Constante II fue arrancado de su sede por el exarca Calíopa, que entró por la fuerza en la Basílica de Letrán, y lo envió a Constantinopla, donde primero quedó encerró en una dura mazmorra bajo estrecha vigilancia y después fue desterrado al Quersoneso, lugar en el que, pasados unos dos años, concluyeron sus tribulaciones y alcanzó la corona eterna. († 656) Oriundo de Todi y diácono de la Iglesia romana, Martín fue elegido Papa para suceder al Papa Teodoro, muerto el 13 de mayo del 649. Inmediatamente demostró mucha firmeza en la conducción de la Iglesia. En efecto, no pidió ni esperó el consentimiento para su elección por parte del emperador Constante II que un año antes había promulgado el Tipo, un documento en defensa de la tesis herética de los monotelitas. Para acabar con la difusión de esta herejía, a los tres meses de su elección, el Papa Martín convocó en la basílica lateranense un gran concilio, al que fueron invitados todos los obispos de Occidente.
La condena de todos los escritos monotelitas, decretada en las cinco solemnes sesiones conciliares, suscitó la furiosa reacción de la corte bizantina. El emperador ordenó al exarca de Rávena, Olimpio, que fuera a Roma y arrestara al Papa. Olimpio no sólo se propuso cumplir las órdenes imperiales, sino que trató de asesinar al Papa por medio de un sicario durante la celebración de la misa en Santa María Mayor.
En el momento de recibir la Hostia de manos del Pontífice, el vil sicario sacó el puñal, pero en ese momento quedó repentinamente ciego.
Probablemente este hecho convenció a Olimpio de cambiar de actitud y a reconciliarse con el santo Pontífice y a proyectar una lucha armada contra Constantinopla. En el 653, muerto Olimpio de peste, el emperador pudo llevar a cabo su venganza, haciendo arrestar al Papa por medio del nuevo exarca de Rávena, Teodoro Caliopa.
Martín, acusado de
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Martín l, Santo | haberse apoderado ilegalmente del alto cargo pontificio y de haber tramado con Olimpio contra Constantinopla, fue llevado por mar a la ciudad del Bósforo. El largo viaje, que duró quince meses, fue el comienzo de un cruel martirio. Durante las numerosas escalas no se permitió a ninguno de los fieles que salieron a saludar al Papa que se acercaran a él. Al prisionero no se le daba ni siquiera el agua para bañarse. EL 17 de septiembre del 654 llegó a Constantinopla, fue colocado en una camilla y expuesto durante todo un día a los insultos del pueblo, y después lo encerraron durante tres meses en la cárcel Prandiaria. Después comenzó un largo y extenuante proceso, durante el cual fueron tales las sedicias que le hicieron murmurar al imputado: “Hagan de mí lo que quieran; cualquier clase de muerte será un bien para mí”.
Degradado públicamente, desnudo y expuesto a los rigores del frío, encadenado, fue encerrado en la celda reservada a los condenados a muerte. El 26 de marzo del 655 lo hicieron partir secretamente para el destierro en Crimea. Sufrió el hambre y padeció en el abandono más absoluto durante cuatro meses más, hasta cuando la muerte le llegó, agotado en el cuerpo pero no en la voluntad, el 16 de septiembre del 655.
Monotelismo: Es una herejía en la que se aceptaba las dos naturalezas de Jesús, pero tan sólo una voluntad: la divina. | | | |
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Hermenegildo, Santo |
Mártir, 13 de abril |
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Hermenegildo, Santo |
MártirMartirologio Romano: En Tarragona, ciudad de Hispania, hoy España, san Hermenegildo, mártir, que, siendo hijo de Leovigildo, rey arriano de los visigodos, se convirtió a la fe católica por mediación de san Leandro, obispo de Sevilla. Recluido en la cárcel por disposición del rey, al haberse negado a recibir la comunión de manos de un obispo arriano, el día de la fiesta de Pascua fue degollado por mandato de su propio padre. († 586)
Fecha de canonización: En 1585 por el Papa Sixto V.Primogénito del rey visigodo Leovigildo, profesa la religión de sus padres —el arrianismo— hasta que, bajo la influencia de su esposa y de San Leandro, Obispo de Sevilla, se convierte al catolicismo. Ante la persecución desencadenada por su padre contra los católicos, le declara la guerra en el año 582. Vencido y hecho prisionero por Leovigildo, muere mártir de su fe en 585. — Fiesta: 13 de abril.
El reino visigodo alcanza su apogeo con Leovigildo, que asocia al gobierno a sus dos hijos, Hermenegildo y Recaredo, con el fin de asegurar la continuidad de la monarquía en su propia familia. Quizá ello fue causa de muchas conjuraciones surgidas durante su reinado, en el seno de la nobleza, las cuales fueron reprimidas con mano firme. Recuérdese que la monarquía visigoda era electiva teóricamente, siguiendo un principio germánico.
Leovigildo era un guerrero afortunado y un hábil político, y no cejó en su empeño.
La aspiración fundamental del gran rey visigodo era la unidad política, y creía que la sola base sólida de ésta estaba en la unidad religiosa.
No andaba equivocado en tal visión; pero sí lo anduvo en el enfoque de la unidad religiosa a base del arrianismo.
Los visigodos vinieron a España arrianos. Ésta fue la gran tragedia de su monarquía y la gran tragedia de España.
La diferencia de religión ahondó y exacerbó la que había entre dominadores y dominados, desde el punto de vista étnico. Los primeros, germánicos; los segundos, hispano-romanos en su inmensa mayoría.
La diferencia de religión impidió la fusión espiritual de los dos pueblos, y aun su simple soldadura.
De haber venido los invasores católicos o paganos, el hermanamiento perfecto se hubiese realizado pronto y fácilmente. Recuérdese la conversión masiva de los franceses en los tempranos días de Clodoveo...
La tragedia se proyectó ampliamente sobre nuestra Historia, la cual hubiese sido muy otra con la unidad católica del reino visigodo, realizada a tiempo, y no con una tardanza y una premiosidad que no permitieron solidificarla y convertirla en muro infranqueable a la invasión musulmana, fruto directo de la fragilidad de la política y de las rencillas intestinas de los godos.
Repitámoslo: Leovigildo —que había dado unos pasos hacia la unidad política sometiendo a los vascones y a los suevos, y estructurando una admirable obra legislativa— se equivocó al querer unificar a la nación en el arrianismo... Perdió miserablemente un tiempo precioso.
En la misma Casa real había una católica: Ingunda, hermana del rey de Austrasia, Childeberto II, que en el año 579 se había casado con Hermenegildo.
En cambio, su abuela Godsuinta, casada en segundas nupcias con Leovigildo, intentó por todos los medios que abrazara el arrianismo, sin éxito alguno.
Para terminar con aquel malestar doméstico, Leovigildo decide que el matrimonio Hermenegildo-Ingunda se traslade a Sevilla, donde el monarca necesita un representante de toda confianza.
Allí los dos vivirán en paz, y quizá ella ceda algún día.
Lo que sucedió fue que Hermenegildo, en la paz familiar y rodeado de una corte adicta, fue penetrando en la auténtica doctrina cristiana.
Su corazón de esposo amante acepta las insinuaciones de Ingunda, que le llevan a tratar frecuentemente con el entonces Obispo de Sevilla, San Leandro. A través de este trato llega al conocimiento de la falsedad del arrianismo, que niega dogmas tan fundamentales como la divinidad de Jesucristo, y la naturaleza de la Santísima Trinidad, viendo cómo la verdad está en toda su plenitud en el catolicismo.
Es entonces cuando abjura el arrianismo para abrazar la fe católica, tomando en su bautismo el nombre de Juan. Mientras tanto, Leovigildo había intensificado sus esfuerzos para conseguir a toda costa la unidad religiosa en el arrianismo. Para ello reúne un Concilio de obispos arrianos en Toledo, que facilita —con el reconocimiento de la validez del bautismo católico— la apostasía, exigiendo sólo la confesión de una fórmula trinitaria herética. Mas como esto no basta para atraer a los católicos, una tenaz persecución se desencadena contra ellos.
En este estado de cosas, la noticia de la conversión de Hermenegildo llega a Toledo, consiguiendo exasperar a su padre que, instigado por Godsuinta, intensifica sus iras para contrarrestar el movimiento hacia el catolicismo que podía seguirse de aquel hecho. Mas todo fue inútil. En la provincia Bética todos los ciudadanos, compactamente, se agrupan en torno a Hermenegildo, en quien ven al defensor de sus ideales religiosos y políticos.
La postura de aquellos católicos se hace belicosa, imponente. El príncipe —aunque seguramente no sin tortura interior— se lanza a la guerra contra su padre. Es la libertad de los católicos en la profesión de sus creencias la que está en juego, muchas ciudades y castillos se han declarado en favor de Hermenegildo, a la vez que sus embajadores buscan la ayuda de los suevos, de los francos y bizantinos, todos ellos pueblos católicos.
Pero Leovigildo no está dispuesto a tolerar la rebelión de su hijo, e inicia una afortunada campaña, conquistando Cáceres y Mérida; y cortando el paso a los suevos y sobornando al general bizantino, deja a Hermenegildo sin una preciosa ayuda, del todo necesaria para sus planes bélicos.
El príncipe se prepara para la defensa; pone a salvo a su mujer y a su hijo en territorio bizantino, y al frente de los suyos resiste heroicamente en Sevilla hasta que, caída la ciudad, escapa a Córdoba, donde se acoge al asilo de un templo.
Parece que aquí es donde interviene su hermano Recaredo, que le ofrece, en nombre de su padre, la conservación de la vida, si se entrega.
Acepta Hermenegildo quien, convertido en prisionero, va a parar a Tarragona, en cuya cárcel es coaccionado para que abrace nuevamente el arrianismo. No cede la firmeza del príncipe, que se mantiene fiel a su fe, muriendo asesinado, en el mismo calabozo, al negarse a recibir la comunión de manos de un obispo arriano.
Sucedía esto en el año 585, y no se hizo esperar el fruto de aquella sangre vertida en defensa de la fe católica. Antes de un año, en el 586, fallecía Leovigildo recomendando a su hijo Recaredo que se convirtiese al catolicismo, cosa que hizo inmediatamente.
Y a los cuatro años del martirio de Hermenegildo, todo el pueblo visigodo abjuraba solemnemente el arrianismo, con lo que se conseguía aquella unidad que Leovigildo tanto deseara. | |
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