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General: EVANGELIO DE HOY SÁBADO 1 DE JUNIO DE 2
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 01/06/2013 15:11
 
 
 
 
 
 Sábado de la octava semana del tiempo ordinario

Libro de Eclesiástico 51,12-20a. 
Por eso, quiero darte gracias y cantarte, bendeciré el Nombre del Señor.
Desde que era joven, antes de todos mis viajes, resueltamente he pedido en mi oración la sabiduría.
Me quedaba frente al Santuario para pedirla, y hasta el final la buscaré.
En ella hallé mi alegría: venía como flor de un racimo que madura. Avancé en mi camino sin desviarme, y seguí sus huellas desde mi juventud.
Apenas empecé a ponerle atención, se me concedió, y encontré en ella toda una doctrina.
¡Cuánto no progresé gracias a ella! Quiero rendirle gloria al que me la dio.
Me había decidido a ponerla en práctica, busqué ardientemente el bien y no me he arrepentido de ello.
Me hizo soportar duros combates, pues me esforcé por cumplir toda la Ley. Levantaba mis manos hacia el cielo, deplorando mis insuficiencias al respecto.
Me volví a ella con toda mi alma, y la encontré a fuerza de purificación. Por lo demás, fue debido a ella que, desde el comienzo, fui amo de mi corazón: ahora no me abandonará jamás.


Salmo 19(18),8.9.10.11. 
La ley del Señor es perfecta, 
es remedio para el alma, 
toda declaración del Señor es cierta 
y da al sencillo la sabiduría.

Las ordenanzas del Señor son rectas 
y para el corazón son alegría. 
Los mandamientos del Señor son claros 
y son luz para los ojos.

El temor del Señor es un diamante, 
que dura para siempre; 
los juicios del Señor son verdad, 
y todos por igual se verifican.

Son más preciosos que el oro, 
valen más que montones de oro fino; 
más que la miel es su dulzura, 
más que las gotas del panal.



Evangelio según San Marcos 11,27-33. 
Volvieron a Jerusalén, y mientras Jesús estaba caminando por el Templo, se le acercaron los jefes de los sacerdotes, los maestros de la Ley y las autoridades judías,
y le preguntaron: «¿Con qué derecho has actuado de esa forma? ¿Quién te ha autorizado a hacer lo que haces?»
Jesús les contestó: «Les voy a hacer yo a ustedes una sola pregunta, y si me contestan, les diré con qué derecho hago lo que hago. Háblenme
del bautismo de Juan. Este asunto ¿venía de Dios o era cosa de los hombres?
Ellos comentaron entre sí: «Si decimos que este asunto era obra de Dios, nos dirá: Entonces, ¿por qué no le creyeron?»
Pero tampoco podían decir delante del pueblo que era cosa de hombres, porque todos consideraban a Juan como un profeta.
Por eso respondieron a Jesús: «No lo sabemos.» Y Jesús les contestó: «Entonces tampoco yo les diré con qué autoridad hago estas cosas.»

 
 
 
  
 
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 01/06/2013 15:13

Comentario: Mn. Antoni BALLESTER i Díaz (Camarasa, Lleida, España)

¿Con qué autoridad haces esto?

Hoy, el Evangelio nos pide que pensemos con qué intención vamos a ver a Jesús. Hay quien va sin fe, sin reconocer su autoridad: por eso, «se le acercan los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, y le decían: ‘¿Con qué autoridad haces esto?, o ¿quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?’» (Mc 11,27-28). 

Si no tratamos a Dios en la oración, no tendremos fe. Pero, como dice san Gregorio Magno, «cuando insistimos en la oración con toda vehemencia, Dios se detiene en nuestro corazón y recobramos la vista perdida». Si tenemos buena disposición, aunque estemos en un error, viendo que la otra persona tiene razón, acogeremos sus palabras. Si tenemos buena intención, aunque arrastremos el peso del pecado, cuando hagamos oración Dios nos hará comprender nuestra miseria, para que nos reconciliemos con Él, pidiendo perdón de todo corazón y por medio del sacramento de la penitencia.

La fe y la oración van juntas. Nos dice san Agustín que, «si la fe falta, la oración es inútil. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe». Si tenemos buena intención, y acudimos a Jesús, descubriremos quién es y entenderemos su palabra, cuando nos pregunte: «El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?» (Mc 11,30). Por la fe, sabemos que era del cielo, y que su autoridad le viene de su Padre, que es Dios, y de Él mismo porque es la segunda Persona de la Santísima Trinidad.

Porque sabemos que Jesús es el único salvador del mundo, acudimos a su Madre que también es Madre nuestra, para que deseando acoger la palabra y la vida de Jesús, con buena intención y buena voluntad, tengamos la paz y la alegría de los hijos de Dios.


 
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