TENEMOS QUE SER COMO LA LUNA
"Tenemos que ser como la luna", decía y repetía uno de los ancianos de mi pueblo,
Kabati, en África. Cuando íbamos al río a por agua, o a los campos a trabajar, o a
cazar, o a extraer la savia de las palmeras, nos lo decía una y otra vez sin explicarlo
nunca, sin decir otra cosa, sonriente y sabio, sentado a la puerta de su casa.
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Un día me entró curiosidad y le pregunté a mi abuela: "¿Qué quiere decir ese
anciano cuando nos dice que tenemos que ser como la luna?"
Ella me explicó que era un dicho para recordarnos que teníamos que ser siempre
considerados y delicados con los demás.
"La gente se queja cuando luce el sol y el calor es inaguantable y también se queja
cuando no hay sol y está nublado y llueve y nos mojamos y tenemos frío. Se quejan
cuando hace sol y cuando no lo hace. Pero nadie se queja de la luna.
La luna aparece en el cielo, más grande o más pequeña, más pronto o más tarde,
pero siempre suave y delicada, y nadie se queja de ella.
Además varía de aspecto mientras que el sol es siempre igual y aburrido. Cuando
la luna se esconde y no aparece en toda la noche, nos hace desearla y esperarla
con ilusión. Y cuando se muestra redonda y completa en toda su belleza, bailamos
toda la noche y nos contamos cuentos unos a otros y nos sentimos felices.
Por eso nos dicen que tenemos que ser como la luna. Suaves y delicados con todos.
Alegres y entretenidos. Acuérdate siempre."
Ishmael Beah
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