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General: EVANGELIO DE HOY SÁBADO 22 DE NOVIEMBRE DEL 2014
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: campitos0  (Mensaje original) Enviado: 22/11/2014 23:59

Imagen4La_InmaculadaP.jpg picture by ALMAIRENE5

 

 

animacion21.gif picture by GAVIOTALIBERTAD

Sábado de la trigésima tercera semana del tiempo ordinario

Apocalipsis 11,4-12. 
Se me dijo a mí, Juan: «Estos dos testigos son los dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor de la tierra. 
Si alguien quiere hacerles daño, saldrá un fuego de su boca que consumirá a sus enemigos: así perecerá el que se atreva a dañarlos. 
Ellos tienen el poder de cerrar el cielo para impedir que llueva durante los días de su misión profética; y también, tienen poder para cambiar las aguas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que quieran. 
Y cuando hayan acabado de dar testimonio, la Bestia que surge del Abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará. 
Sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran Ciudad -llamada simbólicamente Sodoma y también Egipto- allí mismo donde el Señor fue crucificado. 
Estarán expuestos durante tres días y medio, a la vista de gente de todos los pueblos, familias, lenguas y naciones, y no se permitirá enterrarlos. 
Los habitantes de la tierra se alegrarán y harán fiesta, y se intercambiarán regalos, porque estos dos profetas los habían atormentado». 
Pero después de estos tres días y medio, un soplo de vida de Dios entró en ellos y los hizo poner de pie, y un gran temor se apoderó de los espectadores. 
Entonces escucharon una voz potente que les decía desde el cielo: "Suban aquí". Y ellos subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos. 



Salmo 144(143),1.2.9-10. 
Bendito sea el Señor, mi Roca, 
el que adiestra mis brazos para el combate 
y mis manos para la lucha.

El es mi bienhechor y mi fortaleza, 
mi baluarte y mi libertador; 
él es el escudo con que me resguardo, 
y el que somete los pueblos a mis pies.

Dios mío, yo quiero cantarte un canto nuevo 
y tocar para ti con el arpa de diez cuerdas,
porque tú das la victoria a los reyes 
y libras a David, tu servidor.





Evangelio según San Lucas 20,27-40. 
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, 
y le dijeron: "Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. 
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. 
El segundo 
se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. 
Finalmente, también murió la mujer. 
Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?". 
Jesús les respondió: "En este mundo los hombres y las mujeres se casan, 
pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. 
Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. 
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. 
Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él". 
Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: "Maestro, has hablado bien". 
Y ya no se atrevían a preguntarle nada.
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: campitos0 Enviado: 22/11/2014 23:59

Comentario: Rev. D. Ramon CORTS i Blay (Barcelona, España)

No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven

Hoy, la Palabra de Dios nos habla del tema capital de la resurrección de los muertos. Curiosamente, como los saduceos, también nosotros no nos cansamos de formular preguntas inútiles y fuera de lugar. Queremos solucionar las cosas del más allá con los criterios de aquí abajo, cuando en el mundo que está por venir todo será diferente: «Los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido» (Lc 20,35). Partiendo de criterios equivocados llegamos a conclusiones erróneas.

Si nos amáramos más y mejor, no se nos antojaría extraño que en el cielo no haya el exclusivismo del amor que vivimos en la tierra, totalmente comprensible a causa de nuestra limitación, que nos dificulta el poder salir de nuestros círculos más próximos. Pero en el cielo nos amaremos todos y con un corazón puro, sin envidias ni recelos, y no solamente al esposo o a la esposa, a los hijos o a los de nuestra sangre, sino a todo el mundo, sin excepciones ni discriminaciones de lengua, nación, raza o cultura, ya que el «amor verdadero alcanza una gran fuerza» (San Paulino de Nola).

Nos hace un gran bien escuchar estas palabras de la Escritura que salen de los labios de Jesús. Nos hace bien, porque nos podría ocurrir que, agitados por tantas cosas que no nos dejan ni tiempo para pensar e influidos por una cultura ambiental que parece negar la vida eterna, llegáramos a estar tocados por la duda respecto a la resurrección de los muertos. Sí, nos hace un gran bien que el Señor mismo sea el que nos diga que hay un futuro más allá de la destrucción de nuestro cuerpo y de este mundo que pasa: «Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven» (Lc 20,37-38).


 
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