En invierno, aunque las temperaturas se perciban muy bajas y no notemos la sudoración como en climas de verano, la ropa aislante y el esfuerzo físico propio del ejercicio genera una pérdida de agua que, si no se repone adecuadamente, incrementa el riesgo de deshidratación y la aparición de la fatiga, además de reducir el rendimiento.
"Tanto en reposo como al hacer actividad física o practicar deporte las cantidades de líquido pérdidas suelen ser mayores en verano, sin embargo, esto no significa que las pérdidas producidas en invierno no sean necesarias de reponer y especialmente cuando se hace ejercicio con frío intenso y a una cierta altitud, a partir de 1.500 metros", advierte Jiménez Pavón.
Asimismo, en ambientes fríos se pierde más agua en la respiración, el sudor se evapora más rápido, se tiene menos necesidad de beber líquidos fríos porque no resultan apetecibles y, en general, se tiene una menor sensación de sed y se suelen ingerir menos alimentos ricos en agua.
Sin embargo, todas estas señales no son tan visibles como en la estación estival porque, como explica Jiménez Pavón, el frío provoca vasoconstricción en el sistema circulatorio periférico y, por tanto, aumentan el volumen en el sistema circulatorio central, dónde se encuentran los receptores que activan las señales de la sed y de concentrar la orina para recuperar y reducir la pérdida de líquido respectivamente, por lo que el organismo no detecta adecuadamente la pérdida de volumen en el cuerpo y no activa los mecanismos adecuados para mantener una correcta hidratación.
PAUTAS DE HIDRATACIÓN
Por todo ello, el experto insiste en que es conveniente hidratarse antes de comenzar el ejercicio para prevenir la deshidratación y los cambios en el balance de electrolitos. También es adecuado el consumo de bebidas carbohidratadas y con electrolitos durante y después del ejercicio para suplir los déficits contraídos durante el esfuerzo.
"El Colegio Americano de Medicina Deportiva, nos indica que las bebidas deportivas hidratantes deben de ser ingeridas antes, durante y después del ejercicio incluyendo en su contenido carbohidratos y electrolitos que garanticen un adecuado nivel de glucosa en sangre, aporten energía a los músculos, y disminuyan el riesgo de deshidratación", explica Jiménez Pavón.
La cantidad recomendada de carbohidratos a ingerir tras el ejercicio es, según el experto, "de 1 a 1,5 gramos por cada kilogramo de peso de un deportista y a ser posible durante los primeros 30 minutos, aunque se recomienda continuar el proceso entre las 2-4 horas siguientes".
Así, un hombre de 73 kilos debería de ingerir una bebida que le permita adquirir con ingestas moderadas una cantidad de entre 73 y 109,5 gramos de carbohidratos. Sin embargo, el investigador de la Universidad de Córdoba asegura que "no es necesario contemplar la suplementación con vitaminas o minerales si se sigue una dieta equilibrada en variedad de alimentos".
Respecto a los deportes de alta montaña Jiménez Pavón destaca que "la altitud añade una nueva dimensión a los riesgos asociados a no hidratarse bien al ejercitarse en ambientes fríos.
En altitudes de más de 1.500 metros estamos sometidos a pérdidas de agua importantes como consecuencia la disminución de la presión parcial del oxígeno que origina una aceleración de la respiración, una menor humedad que origina mayores pérdidas por respiración en contacto con un aire más seco, disminución del plasma sanguíneo (concentración sanguínea) como adaptación inmediata a la llegada a esta altitud".