Dios habita en tu prójimo y en ti mismo
Ruth miró en su buzón del correo, había una carta.
"Querida Ruth: Estaré en tu vecindario este sábado en la tarde y pasaré a visitarte. Con amor, Jesús".
¿Por qué querrá venir a visitarme el Señor? No soy nadie en especial. No tengo nada que ofrecerle
Tendré que ir a comprar algo; al menos, un poco de pan y alguna otra cosa
Una hogaza de pan francés, media libra de pavo y un cartón de leche. Ruth se quedó solamente con doce centavos. Aún así se sintió bien, camino a casa, con sus humildes ingredientes.
Oiga, señora, ¿nos puede ayudar, señora? Ruth estaba tan absorta, no vio a un hombre y una mujer, los dos vestidos con harapos.
Mi mujer y yo hemos estado viviendo en la calle y está haciendo frío nos está dando hambre, si usted nos puede ayudar, Ruth los miró con más cuidado. - ...Señor, quisiera ayudar, soy una mujer pobre y un huésped importante viene a cenar esta noche
Si, señora, entiendo. Gracias de todos modos.
Y se encaminaron a la salida. Ruth sintió un latido familiar en su corazón. Señor, espere
La pareja se detuvo y Ruth corría hacia ellos para alcanzarlos en la calle. Mire: ¿por qué no toma esta comida? Algo se me ocurrirá para servir a mi invitado. Gracias, señora, Ruth pudo notar que estaba temblando de frío, tengo otro abrigo en casa y lo deslizó sobre los hombros de la mujer y, sonriendo, se dio la vuelta y regresó camino a casa... sin su abrigo y sin nada que servir a su tan especial invitado.
Buscó la llave de su casa en la cartera, notó que había otra carta en el buzón:
"Querida Ruth: Que bueno fue volverte a ver. Gracias por la deliciosa cena, y gracias también por el hermoso abrigo. Con amor, Jesús"
El aire todavía estaba frío; pero, aún sin su abrigo, Ruth no lo noto... |