AGRESIVIDAD, 2ª. PARTE
En paz con la violencia En primer lugar hay que señalar que una de las claves para manejar la agitación interna consiste en volvernos conscientes de nuestros pensamientos; esto se logra al detectar aquellas situaciones que resulten amenazantes y que conducen a la ira, o bien, si ocurre un estallido, se puede respirar profundamente y dejar pasar un poco de tiempo para evitar precipitaciones y, ante todo, para no interpretar ni juzgar las cosas de manera equivocada.
Una introspección seria sobre los móviles que desencadenan el enojo permite conocer los pensamientos repetitivos y malestares que guían inconscientemente a una persona, además de que bien puede servir para descubrir que la comunicación que se sostiene con los semejantes no es siempre la más indicada, e incluso que muchas de las costumbres propias son ofensivas o sólo sirven para empeorar las cosas, como gestos y movimientos corporales que ofenden.
Cabe mencionar que cualquier persona puede lograr cambios muy positivos a través de esta práctica, pero también que no siempre cuenta con la claridad de pensamiento ni la certeza de cómo actuar para cambiar, de modo que en dicha circunstancia no se debe dudar en acudir al psicólogo a fin de recibir la orientación adecuada para encaminar el trabajo individual.
Asimismo, para evitar frustración y motivos de agitación interna es muy conveniente comenzar a situarse en el "aquí y ahora", de modo que, por ejemplo, se planeen actividades o tareas que puedan ser cubiertas a través de las habilidades o capacidades de la persona, debido a que la creación de metas ilusorias o inalcanzables genera frustración e irritación; si la tarea que se desea alcanzar es muy compleja, se tratará de segmentar en pequeñas partes más sencillas.
También es muy útil que la persona deje de asumir responsabilidades que no le corresponden, como cuando conduce su vehículo y se encuentra en el cruce de dos avenidas muy conflictivas; este hecho suele generar mucha irritación y probables enfrentamientos verbales y físicos, pero una mente tranquila y serena, ubicada en su realidad, buscará alternativas para cumplir su objetivo en vez de enfrascarse en discusiones y maniobras que sólo fomentan más violencia.
Asimismo, se tiene bien establecido que la práctica deportiva permite a toda persona distraerse y liberar tensión, además de que ofrece muchos otros beneficios que son motivo de satisfacción personal, como mejoría general de la oxigenación del organismo y el fortalecimiento de huesos y músculos.
Recurrir a prácticas que tranquilizan la actividad mental, como meditar o realizar yoga, puede ser muy benéfico para encauzar un comportamiento agresivo y centrarse en la introspección para encontrar las causas primeras de la impulsividad, tal como lo han conseguido muchas personas.
Asertividad, solución inteligente Ahora bien, se debe señalar que en muchas ocasiones la agresividad tiene el objetivo de que se respeten las decisiones, ideas y espacio individual, sólo que al tratar de marcar un límite es posible que el mensaje se proyecte con violencia y sólo se consiga iniciar una estéril discusión, amén de que probablemente el objetivo principal no se cumplirá.
En estos casos, es importante encontrar un punto medio entre la agresividad y la pasividad, de modo que el deseo de expresar los propios sentimientos, derechos y opiniones no ocurra en forma negativa (gritos, retos, burlas o incluso golpes), sino a través de su faceta más positiva: la asertividad.
Una persona asertiva es expresiva, espontánea y segura, gracias a que conoce sus emociones y anhelos, se siente satisfecha de su vida social y tiene confianza en sí misma, de modo que es capaz de encontrar un punto medio entre lo que quiere comunicar y lo que los demás quieren y esperan. Lograrlo no siempre es fácil, sobre todo por la falta de costumbre, pero se puede recurrir a la ayuda de un psicólogo para conseguirlo de la mejor manera.
Pongamos algunos ejemplos para clarificar este aspecto: si se invita a un amigo a cenar y éste llega, sin avisar, con retraso de una hora, es natural que se experimente irritación. Cuando la reacción del anfitrión es: "Entra, la cena está en la mesa", su actitud es evidentemente pasiva, y tendrá que contener su enfado y frustración, que además puede estallar en algún momento de la reunión.
Del lado opuesto se encuentra la conducta agresiva, que se manifiesta con frases como: "Me has puesto muy nervioso llegando tarde; ¡es la última vez que te invito!". Por su parte, un individuo asertivo expresa, con tono ecuánime: "He esperado durante una hora; me hubiera gustado que me avisaras que llegabas tarde".
Otro caso relativamente común es el del compañero de oficina que busca constantemente que otras personas hagan su trabajo. Cuando se piensa en que esa situación debe terminar y la persona conflictiva vuelve a pedir "ayuda", se pueden mostrar diferentes reacciones; la pasiva consistiría en una frase como: "Estoy bastante ocupado, pero si no consigues hacerlo te puedo ayudar", en tanto que una conducta agresiva sostendría: "Olvídalo, casi no queda tiempo para hacerlo. Me tratas como a un esclavo. Eres un desconsiderado".
En cambio, la idea se expresa con mayor claridad a través del pensamiento asertivo: "No, no voy a hacer tu trabajo. Estoy cansado de hacer, además de mi trabajo, el tuyo".
Finalmente, pensemos que la agresividad actúa de manera similar a un río, y aunque podemos optar por varias soluciones, como erradicarla (secar el río), ejercerla (dejarlo correr libremente), neutralizarla (oponerle una corriente de agua en sentido puesto), reprimirla (construir un dique e impedirle el paso), la mejor de las soluciones consiste en encauzarla (abrir canales para enviar el agua hacia fines productivos como el cultivo) a fin de obtener resultados positivos y una mejor convivencia, ¿no lo cree?
SALUDOS…ADRY |