Voy a cerrar con llave todos mis pensamientos, ocultarán mis ojos los párpados caídos, y una espada de olvido contra los cuatro vientos esgrimirá mi brazo mutilando los ruidos.
Y yo estaré contigo, contigo emparedado, apeado de un mundo decepcionante y frío, colgada de mi cuello, de tu cuello colgado, íntimas plenitudes cercadas de vacío.
Brevería Nº 310
Cuello
No te miro y te veo. Columbro el minarete del tibio cuello erguido sobre la
perspectiva de los hombros desnudos, fascinante jinete sobre su punto, inmóvil, como columna viva.
Alzas el rostro, se abre pálida catarata desaguando en la angosta quebrada entre ambos senos; la mente, que de lejos te observa, se dilata en placidez de lunas y en tempestad de truenos.
Serpentean los besos sobre la piel, descienden, blanda, anárquica lluvia, por surcos desiguales, gotas con vida propia que ruedan y se encienden como collar de perlas ardiendo en espirales.
Ah, la pálida seda desde el mentón subido deslizando temblores al prólogo del pecho, la mano rastreadora, y el tímido gemido, el silencio, la entrega, la media luz, el lecho…
Los Angeles, 7 de abril de 2005
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