El naufragio del amor
Para muchas parejas jóvenes, la idea del matrimonio no podría concebirse hoy sin su correspondiente contrapartida: el divorcio. Pero no siempre ha sido así. Antes de 1981, los matrimonios eran para toda la vida, pero la ley de divorcio comenzó a sacar a la luz una realidad que se ha demostrado imparable: en 1982 se produjeron 21.463 divorcios y 17.445 separaciones. Después, año tras año, las estadísticas se han ido disparando hasta llegar a 2004, cuando los divorcios fueron 52.591 y las separaciones 82.340. Casi 135.000 rupturas frente a los 216.149 nuevos matrimonios contraídos.
Begoña Gómez, de 48 años y una de las pioneras en lo que respecta al divorcio, vivió su ruptura de manera angustiosa. "Me divorcié en 1986 y en aquella época todo era muy distinto. Para mis padres, que eran muy conservadores, fue tremendo. Ahora, las cosas han cambiado mucho, porque es el pan nuestro de cada día. Yo trabajo como monitora en un colegio y la inmensa mayoría de los niños tiene a sus padres separados".
¿Qué nos ha ocurrido a los españoles para que nos coloquemos en tan poco tiempo a la par de otras sociedades occidentales donde el divorcio con tasas aún más elevadas que las nuestras constituye algo de índole casi cotidiano? Nos desenamoramos con mucha facilidad, eso parece evidente, pero las causas son tan múltiples y variadas como diferentes y dispares son las parejas que diariamente ventilan sus trapos sucios en los miles de despachos de abogados de familia que hay en nuestro país.
"El factor determinante para la ruptura de mi matrimonio fue el hecho de que se colara una tercera persona". María del Mar tiene muy claro el motivo de su ruptura. "Esa infidelidad llevó las cosas al límite, pero lo cierto es que, a lo largo de 12 años de convivencia, me fui desencantando en muchos aspectos. Cayeron muchas gotas de agua hasta que el vaso se colmó".
Infidelidad, desencanto, inmadurez, decepción si la otra persona no responde a nuestras expectativas… Éstos son algunos de los factores que hacen que nos desenamoremos. Desgraciadamente, no existen estadísticas que cuantifiquen y pongan nombre a las causas del desamor, máxime cuando la modificación del Código Civil ha eliminado la necesidad de invocar motivos para conceder el divorcio. Pero en una cosa parecen coincidir los psicólogos que trabajan en terapia de pareja y los abogados de familia, y es que la infidelidad no suele ser el motivo de la ruptura, sino únicamente una señal muy dolorosa que indica que las cosas no marchan bien.
Para Antonio Gil, psicólogo "los problemas sexuales normalmente vienen después. Es decir, la pareja no funciona y entonces el sexo empieza a no funcionar tampoco. Cuando el problema se soluciona, la vida sexual también vuelve a ser como antes. Y si uno se enamora de una tercera persona es que algo falla en la relación, porque si la vida en pareja te llena, no te hace falta recurrir a la infidelidad".
En el caso de Alicia Guijarro, de 41 años, la infidelidad, en efecto, fue sólo uno más de los factores que la condujeron al desamor. "Me enteré de una de sus infidelidades, pero durante 14 años de matrimonio debió de haber muchas más. Lo peor fue que me mentía continuamente, incluso después de haberle pillado con otra persona. Entonces empecé a dar los primeros pasos para conseguir el divorcio. En mi caso, el factor determinante del desamor fueron sus mentiras".
Muchas causas. Lo que relatan María del Mar y Alicia es lo mismo que les sucede a miles de parejas a diario, aunque no siempre se entrometa una tercera persona. La mayoría de los psicólogos coinciden en afirmar que los factores que conducen al desamor son siempre muy variados y juntos se convierten en un cóctel explosivo que, cuando estalla, deja a los dos miembros de la pareja sumidos en el rencor, el desconcierto y la infelicidad. No hay un único elemento que desencadene la ruptura; por el contrario, hay muchas pequeñas gotas que al principio no traspasan la venda con que nos ciega el enamoramiento pasional, pero que, poco a poco, van llenando un vaso que finalmente, acaba por desbordarse.
La psicóloga María Jesús Álava Reyes, autora de varios libros sobre desarrollo personal, acaba de publicar una obra con un título revelador Amar sin sufrir y con un subtítulo que lo es aún más: Ni los hombres son imposibles, ni las mujeres incomprensibles. Según su análisis, "las mujeres nos solemos quejar de que ellos no nos entienden o no nos miman como desearíamos, pero también los hombres se sienten muy presionados, porque la mujer ha pasado de tener una parte pasiva en la relación a mostrar sus exigencias de forma activa. Además, existen diferencias muy importantes entre los dos sexos de las que no somos conscientes y que constituyen en gran medida la principal causa de fracaso de la pareja. Las mujeres les estamos pidiendo a los hombres que sientan, piensen y actúen como nosotras, y en sentido contrario pasa lo mismo".
Sea o no a causa de una diferente manera de ver las cosas entre hombres y mujeres, lo cierto es que nuestra sociedad ha cambiado y los valores que rigen a escala social se reflejan también en los valores que aplican las parejas en su relación. ¿Nos desenamoramos más porque somos más exigentes con nuestras parejas o nos desenamoramos lo mismo, pero ahora resulta más sencillo tanto establecer como romper el vínculo? La primera hipótesis es compartida por un mayor número de psicólogos y sociólogos. Las cifras parecen apoyar esta idea, porque desde la entrada en vigor de la ley del divorcio de 1981, las rupturas no han hecho más que aumentar.
SALUDOS...ADRY