EL DIALOGO
El diálogo desata los nudos,
disipa las suspicacias,
abre las puertas,
soluciona los conflictos,
engrandece a la persona,
es vínculo de unidad y "madre" de la fraternidad.
Comprendamos que el diálogo
no es una discusión ni un debate de ideas,
sino una búsqueda de la verdad
entre dos o más personas.
Comprendamos que mutuamente
nos necesitamos y nos completamos
porque tenemos para dar y necesitamos recibir,
ya que yo puedo ver lo que los otros no ven
y ellos pueden ver lo que yo no veo.
Cuando aparezca la tensión, tengamos la humildad
para no querer imponer nuestra verdad
atacando la verdad del hermano;
de saber esperar
a que el otro acabe de expresar por completo su verdad.
Tengamos sabiduría para comprender
que ningún ser humano es capaz de captar
enteramente la verdad toda,
y que no existe error o desatino que no tenga
alguna parte de verdad.
Tengamos sensatez para reconocer
que también yo puedo estar equivocado
en algún aspecto de la verdad,
y para dejarme enriquecer con la verdad del otro.
Tengamos, en fin,
la generosidad para pensar que también el otro
busca honestamente la verdad,
y para mirar sin prejuicios y con benevolencia
las opiniones ajenas.