El mundo es incoloro y demasiado insípido. Los pecados capitales son el adobo o el condimento, que le agregan pizcas de sabor o el calor necesario que les proporcionan los leños, cuando se encienden y transforman en primaveras, a las noches de los veranos ardientes. Estoy cansado de ser testigo de la maldad del hombre. Me importa un culo si el crucificado, no es el verdadero Dios.
Una puerta entreabierta es caritativa, como esas vaginas que no pasan cuentas de cobro, pero que salen: ¡Bastante costosas!
Me fascinan las fanfarronadas de los que hablan, sin haberse atrevido a observar, por entre una puerta entreabierta. De adolescente hubiera justificado un par de buenos azotes, por haberme atrevido a mirar por entre las piernas o el sexo, de algunas amigas de la casa.
El mundo está lleno de imbéciles y con hijos murtes de puta: por eso hay que vivir con los ojos bien abiertos.
Las puertas entreabiertas me enseñaron, que los secretos de las intimidades y sus nombres: son sagrados. No soporto las difamaciones de los hijos de puta, que no saben respetar el buen nombre de los secretos íntimos, ni de protegerlos en la cajilla de seguridad del corazón. El mundo está lleno de imbéciles y con hijos murtes de puta: por eso, hay que vivir con los ojos bien abiertos.
Hay mujeres que me generan náuseas, por el solo hecho de imaginarlas desnudas. Cuando una puerta entreabierta da hacia una mujer bella, es inevitable o irresistible, el observarla. De por sí, el solo hecho del verlas desnudarse, es el ritual de un arte, digno de contemplarse desde platea. Una piel linda, dotada con los mejores pasajes y esculpida por la belleza, amerita cualquier riesgo.
No me importa que sea indecente o vulgar, el acercarme a husmearte por la comisura de tu soledad; con hambruna promiscua, con sed de cenizas o de inocencia ad-portas del inminente despertar. ¿Será que el destino absurdo de nuestras vidas, es el comenzar siempre a despertar, mañana?
He aprendido a deslizarme entre la miseria humana, para no asfixiarme. Nada afina más a los sentimientos, que las tentaciones prohibidas. Es indescriptible el sabor de los pecados veniales y mortales, de los que gocé cuando era carne. No le encuentro peligro alguno al construir nuestras realidades, a partir de miradas indiscretas. ¿Acaso no le encuentras placer a las resurrecciones, cuando te abres de piernas para ser salvada del tedio, del aburrimiento o simplemente para limpiar y quitarle las telarañas, a tu sexo?
Cuando estoy parado y enfrentado a una puerta entreabierta, me imagino frente a la incertidumbre, cuestionándome con las preguntas que brotan de la fuente de las grandes interrogantes. Recuerdo cuando caminaba descalzo sobre el filo de una cuchilla y le jugaba al azar, el saldo de mi vidorria. Ya no me importa saber: si soy materia o espíritu. Sé que estoy imaginando y cuestionándome detrás de la puerta entreabierta que da hacia la vida, hacia el destino, hacia lo mundano, hacia las tentaciones, hacia ese paraíso perdido que añoran los sentidos y que se lo gozan, cuando se embriagan con el aroma de las feromonas.
Simplemente voy a expresar lo que vi, lo que sentí, lo que percibí o escuché, antes de abrir la puerta y dar el último paso.
Una puerta entreabierta, siempre fue la metáfora perfecta y surrealista, de un portal en el aire sobre el paisaje; ese umbral donde el ser y el no ser se confundían, con las respuestas a esas incertidumbres que nos generan, los grandes interrogantes existenciales.
Gracias a una sobredosis con Pentotal, hoy puedo decirles con plena seguridad, que entre hablar mierda y filosofar, no existe mayor diferencia.
Una puerta entreabierta, además de ser el umbral de la vida o la puerta de los sustos, nos permite asomarnos a observar: los absurdos de la existencia y las miserias del hombre. A veces es difícil decir que se ve o el poder imaginar, que se puede llegar a ver. Sólo se siente y solo se puede describir, lo que se percibe con el rumor de los susurros y del silencio. Por eso: sólo narro lo que escucho. Auscultó con la imaginación, la síntesis de la sabiduría de las personas ocultas, porque es el mosto de la voz de la experiencia; el canto del alma de los filósofos de la vida. Para aprender a vivir: hay que aprender a escuchar y a imaginar, con un corazón abierto.
La distancia causa nostalgia, pero nunca olvido. Hoy soy casi un ser invisible y sin embargo: la vida continúa, sin percibir mi ausencia. Para que usted no enloquezca ni se suicide, simplemente le sugiero que imagine un mañana mejor ¡excelente!, para que así sea. El valor de las personas se conoce, por sus reacciones frente a los desastres cotidianos. Saber vivir es muy diferente a: vivir simplemente la vida, al vivir por vivir. Vivir es aprender a dar con generosidad y a buscar siempre con desespero: ¡la felicidad!
Yo sé, lo que es: la sed del alma. La vida es un cubo de laberintos con cientos de puertas entreabiertas.
Quiero que en este preciso instante, cierre por un breve momento los ojos. Imagine en la oscuridad, una puerta entreabierta. Hay un mundo con muchas imágenes detrás de la puerta entreabierta y vale la pena que nos cuente, que ve en este momento, porque ahora usted es luz. Usted ha cruzado la puerta entreabierta.
Héctor “El perro vagabundo” Cediel hcediel2@hotmail.com 2010-05-05