Sangra la tarde almidonada sobre telas ocres. Tiestos de albahaca perfuman brisas poblando el aire de formidables ecos de nubes algodonosas. La luz se debilita, dulce armonía dorada acaricia las lomas más lejanas. Duerme la tarde sobre el canto de un ave ambulante. El resplandor cede a la vigilante noche, que gatea por pendientes montañosas barriendo al final la llanura como una larga serpiente negruzca, que peina a la luz dejándola a oscuras. Cae el sol por el curvo horizonte como en un decorado de atrezzo que despide este día con un dorado y cálido final perfecto.