Se agota el
tiempo de intentarlo,
el momento
en que surge provecho,
la ocasión
de enriquecer lo logrado,
el instante
que se deja sin saborearlo.
Se agota el
tiempo de la pasión soñado,
el único
signo de emoción anhelado,
la cercanía,
dos cuerpos juntos sudando,
el placer,
el éxtasis, el momento deseado.
Se agota el
tiempo de la niñez creada,
de la
juventud que cada cual vive anhelando,
de la
madurez que parece no seguir acabando,
de la vejez
que cada cual sigue caminando.
Se agota el
tiempo del deseo plasmado,
el camino
que marca el proyecto realizado,
el son del
placer de haber por fin llegado,
la huella
que se seguía y que ahora guía.
Se agota el
tiempo para crear nueva vida,
para dejar
el amor cuando ya no hay caricias,
para llorar
o reír cuando el corazón grita,
para
perdonar o errar, para también levantar.
Se agota el
tiempo cuando no hay prisas,
cuando la
vida pasa sin ninguna maravilla,
cuando se
muere viviendo sin ningún proyecto,
cuando nada
siente el alma pues no hay deseo.
Se agota el
tiempo sin apenas verlo,
ignorando la
importancia del instante y momento,
precisando
de auxilio pues se siente desprecio,
renunciando
a ver la luz por falta de sustento.
Se agota el
tiempo en el corazón, en el silencio;
en una
pensamiento, en una acción, en un hecho;
en una gota
que por la mejilla cae sin despecho;
en un alma
cautiva que continúa sin ser lecho.
Se agota el
tiempo ... sí, sin advertir, sin escribir,
sin apenas
una expresión mínima de que va a surgir,
sin un
mínimo son que demuestre su devenir,
mas sin una
causa razonada de porqué su salir.
Autora: Rosa
Mª Villalta Ballester