Llegó el
otoño,
las hojas
caen, las lágrimas;
los
suspiros, las esperanzas.
Cae también
el interés,
la meta a
que arribar el alma;
la ternura
que al corazón sana.
Llegué
tarde,
tal vez para
empezar de nuevo;
para
rememorar algo bueno;
para
intensificar lo bello.
Continúan
pasando los días,
tal vez
decaimiento inoportuno;
los sones
que producen errores;
pasos
indecisos e imprecisos,
que dan
lugar a inquietudes.
Sí, llegó el
otoño;
con sus
sinsabores y lamentos,
con sus
secas hojas en el suelo,
con la
aventura de llegar a puerto.
Y con él,
llegó el estío su término;
tal vez
templanza y constancia,
o quizás, un
estado de ignorancia;
mas todo
tiene para sí su término.
Y llegó el
hábito y la lucha,
llegó el
silencio que se oculta,
la mirada
hacia el frente inconclusa,
el pensar en
una vida pura y madura.
Mas llegó
también la constancia ,
el día a día
que pasa y no acaba,
el despertar
sin pensar en el mañana,
ya que es
hoy cuando dejo mi alma blanca.
Llegó el
otoño,
y con él
también la ignorancia,
y con la ignorancia
la voluntad,
ésa que da
paso a una mejor estancia.
Autora: Rosa
Mª Villalta Ballester