“EL
ARREPENTIMIENTO”
“Arrepiéntanse, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Yeshúa para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Pedro en
Pentecostés, Hechos 2:38)
“¡Generación de víboras! ¿Quién les enseñó que puedan huir de la
ira venidera? Hagan pues frutos dignos de arrepentimiento, y no piensen decir
dentro de ustedes mismos: ‘A Abraham tenemos por padre’; porque yo les digo que
Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha
está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen
fruto es cortado y echado en el fuego.” (Juan el Bautista, Mateo 3:7-10)
El arrepentimiento es
indispensable para nacer de nuevo y ser un verdadero creyente. Sin
arrepentimiento no hay perdón de los pecados, y no hay salvación. ¡Cuán
importante es entonces entender qué es el arrepentimiento! –
Desafortunadamente, las
congregaciones o asambleas de hoy día han dividido tanto el significado de esta
palabra, que casi cualquier pecador puede decir que se ha “arrepentido”, y los
hermanos en las iglesias se lo creen.
¿Qué NO es el arrepentimiento?
Las congregaciones pasan por
alto algunos puntos importantes- Repetir una “oración de entrega” y decir:
“Señor, perdóname todos mis pecados.”
Las personas que hacen esto,
normalmente lo hacen porque algún líder de la iglesia les dijo que lo hagan.
Entonces, este “arrepentimiento” no nació dentro de ellos mismos. Pregunta a
cualquiera de estas personas: “¿Qué pecados en particular deseas que el Señor
te perdone?” – Normalmente no sabrán nombrar ni uno solo; en realidad no están
conscientes de sus pecados. Y aun si saben decir por ejemplo que han mentido o
que han robado, no lo toman tan en serio: mañana serán capaces de volver a
cometer el mismo pecado. Esto no es arrepentimiento.
- Lo mismo, pero clamando a
alta voz y echando lágrimas.
- Ir adelante en la iglesia,
arrodillarse y decir una oración de entrega.
Como los anteriores, esto es
solo un ritual exterior. Pero el arrepentimiento verdadero no es asunto de lo
que hacemos por fuera; es un asunto del corazón y de un cambio en la vida.
- Confesar los pecados que
cometiste, y pedir perdón por ellos.
Ahora ya llegamos un paso más
cerca. Esta persona por lo menos reconoce abiertamente lo que hizo, y reconoce
que estaba mal. Pero ¿es esto ya el arrepentimiento? – Un asesino ante el juez
hará lo mismo, si las pruebas en su contra tienen suficiente peso. Pero lo hará
solamente porque sabe que si confiesa, su sentencia será menos severa. No lo
hace por estar realmente arrepentido, sino para escapar de un apuro. – De la
misma manera, algunos pecadores confiesan sus pecados cuando son descubiertos,
porque saben que así quizás pueden evitar una disciplina o algún otro problema.
Si este es el motivo, entonces ¡no es arrepentimiento!
- Estar triste porque se
descubrió un pecado tuyo.
La tristeza realmente es una
parte del verdadero arrepentimiento. Pero ¿es suficiente? – Tenemos que
preguntar por qué estás triste. ¿Estás triste porque sientes vergüenza, porque
quedaste descubierto como pecador, o porque tu conciencia te acusa? Claro que
todo esto te hace sentir mal – pero todavía no es arrepentimiento. Hazte esta
pregunta: ¿Sentirías la misma tristeza si nadie supiera de tu pecado?
El asunto verdadero es que tu pecado ofende a Dios. Es por causa
de Dios que debes arrepentirte; no por causa de tus hermanos, ni por causa de
tu propia vergüenza que sientes. – Incluso podrías decidir no volver a cometer
el pecado; pero si es solamente para ya no sentirte mal, todavía no es
arrepentimiento verdadero. Mientras no has comprendido cuánto has ofendido a
Dios con tu pecado, y cuán importante es Su honra, entonces todavía no te has
arrepentido de verdad.
¿Qué es entonces el arrepentimiento?
En el idioma griego del Nuevo Testamento existen dos palabras
que son traducidas con “arrepentirse”, y cada una de estas palabras nos enseña
algo sobre su significado verdadero:
“epistrefo” = “volver, dar
media vuelta”.
Aquí podemos imaginarnos una
persona que está caminando hacia un abismo. Está avanzando en el camino del
mal, y va rumbo a la perdición. La persona que dice “Señor, perdóname todos mis
pecados”, es como alguien que camina en este camino malo, de vez en cuando dice
“Señor, perdóname”, pero sigue caminando hacia el abismo. La persona que
reconoce y confiesa sus pecados, pero no hace nada más, es como alguien que se
detiene en el camino malo, pero se queda parado allí (y después de algún
tiempo, quizás sigue caminando hacia el abismo).
El verdadero arrepentimiento
significa caminar en la dirección opuesta. La Palabra de Dios dice: “El que
encubre sus pecados no prosperará; pero el que los confiesa y se aparta,
alcanzará misericordia.” (Prov. 28:13) No es suficiente confesar el pecado; es
necesario apartarse de él, o sea, ya no cometerlo.
Algo muy importante en este
contexto es la restitución. Mira cómo expresó Zaqueo su arrepentimiento: “La
mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he estafado a alguien, se lo
devuelvo cuatro veces más.” (Luc.19:8) Si un ladrón está realmente arrepentido,
va a devolver lo que robó (y esto voluntariamente, sin que alguna ley o
autoridad le obligue a hacerlo). Si un mentiroso está arrepentido, rectificará
sus mentiras y hablará verdad.
“metanoeo” = “cambiar la
mente”.
El pecador arrepentido
cambiará no solo su manera de actuar, sino también su manera de pensar. En vez
de amar el pecado, ahora lo va a odiar. Peleará la batalla contra la tentación,
no solo cuando ya está cometiendo un pecado, sino cuando tan solamente está pensando
en un pecado. “…llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Yehsúa” (2
Cor.10:5). Ya en su mente, renuncia completamente al pecado y así se separa de
él.
También tiene que cambiar el
motivo por hacer lo bueno. Muchas personas intentan hacer lo bueno y evitar el
pecado; pero lo hacen por motivos que no agradan a Dios. Lo hacen para parecer
“buenos” ante los demás. Lo hacen porque sus padres, sus líderes de iglesia, o
alguna otra persona les van a reprochar si pecan. Lo hacen porque las
consecuencias del pecado son desagradables, y no quieren sufrir. – El pecador
arrepentido piensa de manera diferente.
Empieza a amar a Dios, y por amor a Dios se
decide renunciar al pecado. Imagínate a dos ladrones que
acaban de salir de la cárcel. El primero se dice: “Ya no voy a robar, porque no
quiero volver a la cárcel, y la policía está vigilando por todos lados.” Entonces
no roba; pero solo por temor al castigo. Si tuviera una oportunidad de robar
sin ser descubierto, lo haría. – El segundo ladrón se dice: “He comprendido que
es malo robar; que he hecho sufrir a muchas personas con mis robos y que Dios
está ofendido. He empezado a amar a Dios; y por eso no volveré a robar.” Este
segundo ladrón no robará nunca más, aun si pudiera hacerlo sin ser descubierto.
– Por fuera, los dos van a actuar igual. Pero solo el segundo se arrepintió de
verdad; mientras el arrepentimiento del primero es un arrepentimiento falso,
sus motivos no cambiaron.
¿Tiene el pecado todavía
algún atractivo para ti? Entonces, todavía no te has arrepentido de verdad.
¿Te estás esforzando mucho
para no pecar, porque los otros cristianos te podrían mirar mal; pero por
dentro sientes que estos esfuerzos van en contra de tu naturaleza, y anhelas
una oportunidad de poder cometer algún pecado sin que nadie te pudiera
descubrir? Entonces, todavía no te has arrepentido de verdad; solo has cambiado
tu manera de actuar, pero no tu manera de pensar.
Para que llegues a un
arrepentimiento verdadero, es necesaria una obra sobrenatural del Espíritu
Santo en tu corazón. “Y cuando él (el Espíritu Santo) venga, convencerá al
mundo de pecado, de justicia y de juicio.” (Juan 16:8) Esta convicción divina
acerca de tu pecado es lo que te puede llevar al arrepentimiento verdadero, si
tú lo deseas. Quizás, hasta ahora, tu conocimiento acerca del pecado es nada
más que teoría: “Sí, yo sé que he pecado y que debo arrepentirme.” Tú necesitas
que el Espíritu Santo te lo diga a tu corazón. Y Él lo hará, si le buscas en
serio.
**(Aclaro)**
Sobre este
tema expuesto, no soy autor del escrito, Lo leí en internet, me gusto, estoy en
total acuerdo con el escritor y quise compartirlo con ustedes,
Shalóm!!!
Mireya .