LA CONDICIÓN HUMANA Y DIVINA DE DIOS
Forma Divina:
Por medio de las Sagradas Escrituras, se tiene memoria de un Ser Espiritual Divino, a quien se le dice Dios. El cual creó todas las cosas por medio de su palabra, y con su aliento le pudo dar vida al hombre. De aquí es el entendimiento que se tiene, de que en los cielos hay un Dios, que de manera subjetiva da testimonio como: Padre, Verbo y Espíritu. Todo consistiendo en un Ser Espiritual Divino, quien habló para crear y sopló para dar vida. De este Ser Divino, a resumida cuenta, tenemos:
Ser Divino: Padre creador.
Palabra: Verbo
Aliento: Espíritu.
Ese Ser Espiritual Divino, tiene tres atributos de gran importancia, que a saber son:
Omnipotencia:
Poder absoluto. Atributo de Dios. Poder muy grande.
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Omnipresencia:
Presencia simultánea en todas partes. Esta condición, es sólo de Dios.
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Omnisciencia:
Es la facultad que tiene Dios de saberlo todo.
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La Forma humana de Dios: El mismo Dios, ya había predicho que lo verían traspasado, y llorarían por él, como se llora por hijo único (Zc. 12.10). Lo cual se cumplió en Jesucristo, cuando sufrió una inclemente crucifixión en el Gólgota. La forma humana de Dios, era para poder cumplir un gran misterio, que tenía preservado por la caída de Adán y Eva. Tal misterio se le conoce como “el misterio de la piedad”, sobre lo cual el Apóstol Pablo en la Primera Epístola enviada a Timoteo, le hizo un importante develamiento al decirle entre otras revelaciones: “E Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne (1ª de Timt. 3.16).”
Mediante otro texto bíblico del Nuevo Testamento, que de igual manera el Apóstol Pablo nos dio ese develamiento, es Filipense 2.6-8, donde aclara, que Dios no tomando en consideración esta condición, tomó forma de hombre, para asumir un comportamiento de un siervo obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz. A cuya forma de hombre, le exaltó hasta lo sumo y le puso un nombre sobre todo nombre, para que en este nombre se arrodillen todos los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra, y para que toda lengua confiese que es el Señor, para gloria del mismo Dios.
El Apóstol Pablo, además de haber dicho a los Filipenses que Dios había tomado forma de hombre, también escribió a los romanos para que entendiesen, que el Cristo venido en cuanto a la carne de los patriarcas, es Dios sobre todas las cosas (Romanos 9.5).
Otros apósteles que tenían buen entendimiento, en saber que Dios asumió la forma de Cristo, son: Juan, Tomás y Simón Pedro en los siguientes términos:
1ª de Juan 5.20: Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.
Juan 20.28: Entonces Tomás respondió y le dijo: Señor mío y Dios mío.
2ª de Pedro 1.1: Simón Pedro, siervo y Apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra.
Contrariedad de los que no quieren reconocer, que Jesucristo es Dios:
Aunque los textos bíblicos antes mencionados, demuestran o aclaran que Dios es el mismo Jesucristo, quien se hizo carne o tomó la forma de hombre, contrariamente quienes por no saber o hacerse los desentendidos de las alegorías habladas por Jesús, y de los adverbios empleados por los apósteles en sus escrituras, han utilizado los siguientes párrafos del Nuevo Testamento, con la intensión de hacer creer que son dos seres distintos y que Jesucristo no es Dios:
- Juan 17.3: Y esta es la vida eterna que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado;
- 1ª de Pedro 1.3: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo;
- Ap. 5.1-14: El Cordero que toma el libro del que está sentado en el Trono.
A todo esto valga volver hablar de lo que se puede apreciar en Filipenses 2:6-8, porque ciertamente, aquí hay un entendimiento orientado a conocer, que aunque hay un Dios en su forma Divina, este sorprendentemente también resultó ser el Padre de la forma que como hombre o de Hijo tomó, para asumir una conducta de enviado, de siervo y de Cristo. El mismo Jesús en Juan 16:25, les dijo a sus discípulos, que les hablaba en alegorías, y que llegaría la hora que claramente les anunciaría acerca del Padre, y esto es precisamente lo que en 1ª de Juan 5.20, es el entendimiento que como hijo nos dio, para conocer que él es, el Dios verdadero.
Si bien los apósteles en sus escritos empleaban tales adverbios que cambiaban la significación de algunas palabras, sabían que se trataba del mismo Dios, pues estaban conscientes de que además de ser “un Ser Divino”, posee la forma humana en función de la salvación. Otra pieza fundamental que encaja en todo esto, es el comportamiento que Dios asumió en su forma de hombre o de siervo, por cuanto pese a que actuando como criatura, glorificaba, rogaba y alababa al Padre Creador, les hizo a sus discípulos la siguiente revelación:
“Juan 14.7-9: 7Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais, y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. 8Felipe le dijo; Señor muéstranos el Padre, y nos basta. 9Jesús le dijo: tanto tiempo hace que estoy con ustedes, y no me has conocido Felipe, el que me ha visto a mí, ha visto el Padre, ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?”
En lo concerniente al cordero que toma el libro del que está sentado en el trono (Ap. 5.1-14). Lo visto por Juan, es una visión simbólica de un cordero como inmolado con siete cuernos y siete ojos, que además de simbolizar a los 7 espíritus de Dios que recorren toda la tierra, simboliza a la imagen humanizada de la misma sustancia del que está sentado en el trono, en demostración de ser el único digno de poder tomar de su mano el libro y desatar sus sellos, por haber vencido en forma humana y con su Espíritu, sobre el pecado y la muerte (Zc. 3.9; Heb. 1.1-4; y Ap. 1.10-18). A esto de tomarse también en cuenta la Omnipresencia de Dios, ningún develamiento en visión le pudo ser impedimento para mostrarse a Juan de dos formas distintas; y por lo tanto en su forma humana, conjuntamente con su forma Divina, debía ser exaltado hasta lo sumo. (Flp. 2.6-11; y Ap. 4.11; y 5.8-13).