LOS PASTORES INÚTILES Y EL BUEN PASTOR DE LAS OBEJAS:
Moisés después de ser un ovejero o rabadán, pastoreó durante muchos años a los descendientes de Israel. Y cuando se enteró que ya no podía seguir apacentando a la congregación hebrea, sintió la necesidad de decirle al Dios de los espíritus de toda carne, que pusiera a un varón, para que saliendo y entrando delante de ellos, no fueran como ovejas sin pastor. Por esto a voluntad de Dios, fue designado para el cargo de Pastor, IESUE “Josué”, hijo de Nun (Nmr. 27.12-23).
Tiempo más tarde de haber estado el hombre pastoreando a la congregación hebrea, algunos males le tuvieron que sobrevenir, porque un tal Asaf cuando se dirigió a Dios en forma de canto para que le escuchara la súplica de salvación y de restauración de su pueblo, entre otras cosas le dijo que es el Pastor de Israel y el que pastorea como a ovejas a José (Slm. 80.1-19). Sin embargo de las razones por las que dichos males le pudo haber sobrevenido a los descendientes de Israel, es indudable que antes y después fueron bien apacentados por el hombre. Pero al llegarse épocas en las que reyes y otros por el provecho personal se hicieron inútiles en detrimento del rebaño, se anunciaron varias profecías de parte del Dios Altísimo, que a todos sus corderos junto a otras ovejas extranjeras, un Pastor habría de pastorearnos como se hace con una manada en un sólo aprisco (1 de Re. 22.17-28; 2 de Cr. 18.16-27; Is. 56.6-12; Jerm. 2.8; 23.1; Ez. 34.1-10; 34.18-21; y Zc. 10.2-3; 11.15-17).
Cuyo Pastor que siendo clamado por Asaf y habiendo sido anunciado con bastante tiempo de anticipación por medio de los profetas: “Isaías, Jeremías y Ezequiel”, es el mismo Dios Eterno. El cual se personificó en Jesucristo, para que sintiendo compasión de su pueblo al divisarlos como ovejas sin pastor, darle cumplimiento a lo escrito en su palabra que había de ser herido, resucitar y venir nuevamente por ellos, a seguir pastoreándolos desde suelo santo como “el buen pastor de las ovejas”; y luego por su santa promesa de cielos nuevos y de tierra nueva donde mora la justicia, podamos finalmente vivir por siempre a su cargo en la Nueva Jerusalén (Slm. 23.1-5; 80.1; Jerm. 23.3; 31.10; Ez. 34.11; Mc. 6.34; 14.27; Is. 53. 5-6; 65.17; 66.22; Jn. 10.2-6; 10.11-16; Heb. 13.20; 1 de P. 2.25; 5.4; 2 de P. 3.13; y Ap. 21.1-5).