EL VERBO ERA CON DIOS Y EL VERBO ERA DIOS, Y ESTE VERBO SE HIZO CARNE
Desde el principio de la creación, IEUE Dios mediante su Santa Palabra, hizo que todo lo naturalmente existiera (Gn. 1.1-28;2:1-25; Sal. 89.11; Jn. 1.1-3; Heb. 11:3; y 2 P3.5);
Y a esa Santa Palabra, tenemos que en el Nuevo Testamento se le conoce como el Verbo, el cual se hizo carne y habitó entre nosotros, y ya no sólo se le vería su gloria como la del Unigénito del Padre lleno de gracia y de verdad, sino era de esperarse que unido a su Santísimo Espíritu, actuaría como el Dios Todopoderoso de todos los tiempos (Jn. 1:14; 1 Timt. 3.16; Joel 2.28-29, y con Hc. 1:8; y 2.1:17).
IEUE Dios antes de esa ocasión de hacerse carne para habitar entre nosotros y actuar como Hombre, de hecho en la condición humana no existía para cuando hizo todas las cosas, pero para ser esto así, ya había emitido su Santísima Palabra, en función de anticipar muchos siglos atrás, que el mismo se haría presente y sería traspasado (Is. 52.6; y Zc. 12:10). Además en esta última porción bíblica aclaró, el derramamiento de su espíritu sobre toda carne; y esto se con concatena con Joel. 2.28-29, y con Hc. 2.1:17. Pero luego para darle cumplimiento a esto en el tiempo meramente concebido, se antecedió con el acontecimiento realizado en el Río Jordán de Galilea, ya que el espíritu llegando a descender del cielo y pudiendo verlo Juan posarse en Jesucristo como paloma, le fue tan sólo por señal, para así pudiera él a bien saber, que era el Cordero de Dios, quien quita el pecado del mundo. Pues este mismo Juan Bautista dijo: “y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu, y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo (Jn. 1.33).” Ahora bien, no simplemente el Espíritu de Dios estaría sobre Jesucristo cómo lo vio posarse Juan, sino morando también en él. Tal y como dijo Pablo en su Primera Epístola a los Colosenses: “porque en el habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en (El), que es la cabeza de todo principado y potestad" (1 de Col. 2:9-10).
Todo ello contribuyó a que luego los discípulos tuvieran un buen entendimiento de todo cuanto al Espíritu y al Verbo de Dios se respecta en los primeros y últimos tiempos, pues algunos acerca de las cosas creadas, la Deidad del Espíritu y de su Carne escribieron:
1 Cols. 1.16: Porque en él fueron creadas todas la cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.
Ro. 9.5: De quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne vino el Cristo, Dios que está sobre todas las cosas, y bendito por los siglos. Amén.
1 Timt. 3.16: E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.
Ef. 2.14-15: Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
Heb. 2.14: Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo.
Heb. 10.19-20: Así que hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne.
1 de P 4.1: Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado.
1 de Jn. 4.2: En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo Espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios.
2 de Jn. 1.7: Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es engañador y el anticristo.