MALDAD, REBELIÓN Y DERROTA DE LUCIFER
En el principio de todo lo naturalmente existente, hubo un querubín protector de gran esplendor y de extremada belleza, que al no poder seguir tolerando la felicidad de Eva y Adán en el Huerto del Edén, ni las facultades a este dadas por Dios para señorear sobre las aves de los cielos, los peses del mar y los animales terrestres, se aprovechó de su rango de superioridad y de la facilidad de poder estar entre ellos, para llevar a cabo lo que ya tenía planificado; y fue precisamente la muerte de nuestros primeros antecesores (Adán y Eva), mediante el fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal.
La maldad de dicho querubín en detrimento de Adán y Eva, trajo tras sí malos resultados, por cuanto con el nombre ahora de Lucifer, la maldición cernida sobre él, que lo alcanzó ser igual a la serpiente que utilizó para la realización de dicho plan, y sin tener el mismo rango de superioridad, pensó llevar a cabo la rebelión para su venganza, mediante un plan maligno, que consistió en seducir y sublevar a los ángeles en contra de Dios, con la finalidad de destronarlo, usurpar el reino y causar la destrucción total de la raza humana.
¿El porqué la destrucción total de la raza humana? Porque a pesar del éxito que obtuvo en el plan consumido contra nuestros primeros antecesores (Adán y Eva), Dios permitió la procreación de los seres humanos, de la que después de muchos milenios, surgió un niño arrebatado para Dios y para su Trono.
Lucifer entonces en su maligna venganza de querer destronar a Dios, usurpar el reino y de destruir totalmente a la raza humana, también consiguió que además de ser igual a la citada serpiente, fuera caracterizado en la figura del gran Dragón, quien mediante el Rey Herodes, a ese niño quiso matar tan pronto naciera; y desde luego se realizó la gran batalla en el cielo, donde Miguel y sus Ángeles luchaban contra el Dragón; y luchaban el Dragón y sus ángeles. (Ap. 12:4-7).
Finalmente, el gran Dragón y sus ángeles malignos, no pudieron prevalecer, ni se halló más lugar para ellos en el cielo y fueron lanzados a la tierra. (Ap. 12:8 y 9).