DERRAMAMIENTO DEL ESPÍRITU DE DIOS:
Dios mediante dos de sus profetas, vaticinó que en los postreros tiempos él derramaría de su Espíritu sobre los moradores de Jerusalén y sobre toda carne. De manera que se efectuaría sobre sus siervos y siervas, los jóvenes verían visiones, los ancianos soñarían sueños y los hijos e hijas profetizarían en los últimos tiempos. (Joel 2:28-29; Zc. 12:10, C.D.R 1569). Lo cual después de resucitado IESUE “Jesús” y antes de ascender a los cielos ocultado en una nube, él se lo recordó a sus discípulos, para que hallándose ellos en la ciudad de Jerusalén, comenzara a tener fiel cumplimiento (Hc. 1:4-9, C.D.R 1569).
Llegó por tanto así en la ciudad de Jerusalén, el día de celebrarse la fiesta de los primeros frutos de la cosecha, también conocida “pentecostés”, y a eso de las nueve de la mañana, cuando los discípulos del Señor estaban reunidos de común acuerdo, aconteció un hecho bastante significativo, pues repentinamente del cielo vino un estruendo como de un viento recio que soplaba, haciendo llenar toda la casa donde ellos sentados se encontraban; y en esto que se aparecieron lenguas repartidas como de fuego asentándose sobre sus cabezas, fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron hablar en otros idiomas, según él le diese para que hablasen. Este estruendo de hecho hizo juntar a la multitud, y muchos de los allí presentes, estaban confundidos, atónitos y maravillados, porque en sus propias lenguas de nacimiento los oyeron hablar. Más otros burlándose, decían: están llenos de mosto (Hc. 2:1-13, C.D.R 1569).
Ese evento tan maravilloso, que sorprendió a muchos y en algunos hizo suponer la ebriedad de los discípulos, bien con la voz en alto Pedro lo aclaró puesto de pies con los otros once apóstoles, de que ello era en cumplimiento a lo dicho por el profeta Joel; y que al hablarles de los padecimientos y muerte de Jesús, como de su levantamiento del hades para no ver corrupción, conforme a lo dicho por David, se compungieron de corazón y se bautizaron en el Nombre de Jesucristo como 3000 personas (Hc. 2.14-47, C.D.R 1569).
El derramamiento del poder del Espíritu de Dios, en cumplimiento a su vaticinio profético y a las palabras de IESUE “Jesús”, se hizo frecuente en eventos subsiguientes con hebreos y gentiles, pues ejemplos de ello son: Los creyentes en Jerusalén; los samaritanos; el Centurión romano, sus parientes y amigos más íntimos; y los discípulos de Juan el Bautista (Hc. 4.31, 8.14-17,10:24-48, 19.1-7, C.D.R 1569).
En definitiva, Dios todavía tiene en vigencia el derramamiento de su Santo Espíritu. Por esto es necesario el arrepentimiento y el bautismo en el Nombre de Jesucristo, para luego recibir, el don del Espíritu Santo, cual a gran medida, no sólo el hablar en otros idiomas a los de diferentes lenguajes, sino la interpretación de lenguas, palabra de sabiduría, palabra de ciencia, fe, don de sanidad, hacer milagros, profecía y discernimiento de espíritus (Hc. 2.38; 1 Co. 12:1-11, C.D.R 1569). Sabiendo en tanto, que en un cuerpo ha de ser bautizados en un solo Espíritu, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de la misma roca espiritual que bebieron los israelitas después de salidos de Mitzraim “Egipto”, y esta roca es Cristo (1 Co. 10:4; y 12:13, C.D.R 1569).