Evidencias de la Existencia del Dios Omnipotente:
La mejor evidencia de la existencia del Dios Omnipotente, son las sagradas escrituras, inspiradas por su Santo Espíritu, ya que revelan todo cuanto él ha hecho desde el principio de la creación; y con ese denominativo tuvo que primero darse a conocer al Patriarca Abraham, a Isaac y a Jacob, para luego llevar a cabo el plan de redención y de salvación (Ex. 6.3).
En cuyas escrituras se encuentran muchísimas profecías descritas por Él, que fueron anunciadas con bastante tiempo de antelación, y tuvieron fiel cumplimiento. Como por ejemplo, en el libro del Profeta Daniel aparece el significado y la interpretación, hecha al sueño del Rey Nabucodonosor de Babilonia, acerca de la imagen grande y terrible, con una particularidad simbolizada de los siguientes 4 imperios, que en su debido momento habían de existir en la tierra (Daniel 2:1-45):
1) Imperio Babilónico;
2) Imperio Medo-Persa;
3) Imperio Greco-Macedonio;
4) Imperio Romano.
Todos estos imperios se han corroborado que existieron por las ruinas y utensilios hallados mediante excavaciones arqueológicas, y mediante escrituras hechas por escribientes de los mismos imperios.
Para poner otros ejemplos sumamente notorios, el nacimiento de Dios encarnado (Jesucristo) fue anunciado 700 años atrás por intermedio del Profeta Isaías, y el Mesías antes de ser crucificado y resucitar al tercer día conforme a las Sagradas Escrituras, dijo a sus discípulos que Jerusalén sería rodeada de ejércitos y destruida, y así fue. Esta profecía, por órdenes del emperador romano Vespasiano, la cumplió el General Tito con sus tropas, en el año 70 de nuestra E.C., cuando luego de rodearla la atacaron, y en la ambición de apoderarse del oro que estaba en las paredes del templo de Dios, le prendieron fuego. Hoy en día sólo quedan los muros que lo rodeaban (Marcos 13:1-2; Lc. 19:41-44; y Guerra de los judíos).
Todas esas profecías ya cumplidas fueron inspiradas y reveladas por el Santo Espíritu de IEUE Dios, mediante el Profeta Daniel, Isaías y su forma personificada de Jesucristo, que ponen en evidencia su indudable existencia.