LAS DOS BESTIAS, LOS 144000 SELLADOS Y LOS SUCESOS POSTERIORES
Las dos bestias:
En el libro de Apocalipsis del Nuevo Testamento, el Apóstol Juan escribió de manera muy descriptiva, la impresionante visión que un ángel enviado por IESUÉ El Cristo, le mostró acerca de dos (2) bestias diferentes la una de la otra. La primera bestia la detalla semejante a un leopardo, pies en forma de oso, boca de león, de siete cabezas y diez (10) cuernos, pero con una herida como de muerte en una de estas cabezas, que le es de pronto curada; y por esto en pos de ella se maravilla toda la tierra. Esta bestia que ya no sólo lo narrado en la escritura, sino por los hechos remotos acaecidos desde 2100 a.C., al 453 d.C., y por lo ocurrido en los tiempos subsiguientes, ha sido descifrada como el prototipo de un monstruo que en sí representa a siete (7) imperios poderosos, que a saber: “Egipcio; Asirio; Babilónico; Medo-persa; Greco-macedonio; Romano; y el de la Alianza.” (Dn. 2:31-45); y cuya cabeza es en alusión a los pies de la imagen vista en sueño por Nabucodonosor, rey babilónico, que simbolizan al séptimo imperio mezclado con hierro y barro, que aunque ya casi desintegrado en su alianza por divergencias étnicas y políticas, se levanta o revive mediante un octavo personaje, que es el hijo de perdición. Al cual los 10 reyes o dedos de dichos pies, que son los 10 cuernos devenidos de las diez provincias que integraban al imperio romano, le dan autoridad para actuar durante 42 meses (tres años y medios), y hablará grandes cosas y blasfemias contra Elohei y su Nombre, su tabernáculo y los que moran en los cielos; y aún el permiso para hacer guerra contra los santos y vencerlos (Ap. 13:1-7; 17:8-14; Dn. 2:33-35, 41-45; y 7:25-26). También tendrá autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación; y todo morador de la tierra que no tenga nombre inscrito en el Libro de la Vida del Cordero, se unirá al anticristo y lo adorará (Ap. 13:8; 17:8). La segunda bestia vendrá con una característica variable, pues aunque es descrita con cuernos a manera de cordero, hablará como dragón, y es la que ejercerá o cumplirá toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella. Esta segunda bestia es el falso profeta, que actuará así:
- Hará que los moradores de la tierra adoren al anticristo.
- Obrará grande señales, de tal manera que hará descender fuego a la tierra delante de los hombres.
- Engañará a los moradores de la tierra con las señales que se le permitirá hacer en presencia de la primera bestia.
- Mandará a los moradores de la tierra hacer imagen de la bestia, que tiene herida de espada y vivió.
- Infundir aliento a la imagen de la bestia, para que hable y haga matar a todo el que no la adore; y por esto ella hará, que a todos, pequeños y grandes, ricos, pobres, libres y esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha y en la frente, y que ninguno pueda comprar ni vender, sino el que tuviese su marca o su nombre, o el número de su nombre, que es Seicientos Sesenta y Seis (666).
Los 144000 sellados de Israel:
Estos fueron vistos por el apóstol Juan, luego de todo lo inmediatamente narrado; y es una cantidad determinada de cristianos, que resulta del agrupamiento de 12.000 personas por cada tribu de Israel, y son sellados con el Nombre del Cordero y el de su Padre escrito en la frente, como primicias en los que no se halló mentira ni mancha alguna delante del trono, ni se contaminaron con mujeres (Ap. 7:1-8; y 14:1-5). Lo que a esto corresponde, es una revelación hecha a Juan, después de haber visto a las dos bestias antes descritas, y que probablemente los 144.000 sellados estarán con el Cordero de Elohei en el Monte Sión, cuando El al pisar el Monte de los Olivos, este se parta en dos y el río se seque, para que a los reyes del oriente se le abra camino, conforme a la profecía apocalíptica. También es probable que los 144000 sellados, sean el remanente de Israel que profetizó IEUÉ por boca de su profeta Isaías, y que Pablo aún lo señala en su carta enviada a los Romanos (Is. 10:22-23; 1:9; y Ro. 9:27-29).
Es de acotar que seguido de esos acontecimientos, Juan ve en secuencia a tres ángeles que en lo concerniente a la proclamación de cada uno, tenemos:
1) Al primero predicando el evangelio eterno, a gran voz diciendo: “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado, y adorar aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Ap. 14:6-7).
2) Al segundo anunciando la caída de Babilonia “la gran ciudad”, por hacer beber vino del furor de su fornicación. Esto se relaciona a los capítulos: 18:1-24; y 19:1-3 de Apocalipsis, porque igualmente hay una narración de la caída de Babilonia “la gran ciudad”, en la cual se les dice al pueblo de Dios que salga de ella, para no ser partícipes de las plagas que han de venir sobre esta ciudad.
3) Al tercero advirtiendo en su proclamación, una muerte igual a la bestia, tormento con fuego y azufre delante de los ángeles y del Cordero, sin reposo de día y de noche por los siglos de los siglos, para quien a ella y a su imagen le den adoración y reciba la marca en la mano o en la frente; y es por esto que ha de beber del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira (Ap. 14:9-11). Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de IESUÉ, el Cristo (Ap. 14:12).
Algo también significante, es que al término de la proclamación del tercer ángel, Juan escucha desde el cielo una voz diciendo: “Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Ap. 14:13). Hay en esto una bienaventuranza, para quienes desde entonces mueran en el Señor, por cuanto son hermanos valientes que rehúsan adorar a la bestia y a su imagen, y no reciben la marca del adversario. De este modo logran alcanzar la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre; y por tanto estarán en pie sobre un mar de vidrio mezclado con fuego, donde cantarán el cántico de Moisés siervo de Elohei, y el cántico del Cordero, diciendo: “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Elohei Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los Santos, ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu Nombre? Pues solo tú eres Santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado.” (Ap. 15:2-4). En virtud de la precitada bienaventuranza, para esos hermanos también hay una grande recompensa, ya que al ser decapitados por el testimonio de IESUÉ y por la palabra de Elohei, en su valentía de no adorar a la bestia ni a su imagen, y tampoco recibir la marca en sus manos ni en sus frentes, serán resucitados en la primera resurrección, para que luego de haberse establecido los tronos, y en estos sentarse los que reciban la potestad de juzgar, reinen con Cristo 1000 años (Ap. 20:4-6; Dn. 7:15-22).
Los sucesos posteriores:
De estos sucesos, lo primero tiene que ver con la vendimia o recolección de los racimos de la tierra, en vista de que sus uvas están maduras. Por ende es la visión que Juan observa acerca del ángel que al arrojar la hoz en la tierra, ocurre que a las uvas que simbolizan a los malvados de la viña, entonces vendimió o recogió; y las echó en el gran lagar de la ira de Elohei. En consecuencia, al ser pisado el gran lagar fuera de la ciudad de Jerusalén, de este salió sangre hasta los frenos de los caballos, por 1600 estadios que son 296 kilómetros y es equivalente a 296.000 Mts. (Ap. 15:17-20).
Esa ira es parte de las siete plagas postreras, con las que: “es consumada la ira de Elohei”. Las cuales tienen una continuidad de cumplimiento, en los siguientes términos:
1) Ulcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen (Ap. 16:2).
2) El mar se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar (Ap. 16:3).
3) Los ríos y las fuentes de las aguas se convirtieron en sangre; porque Elohei en sus juicios lo hace así merecer a los culpables, ya que derramaron la sangre de los santos y de los profetas (Ap. 16:4-7).
4) El sol quema a los hombres con fuego; y estos por el gran calor, blasfemaron el nombre de Elohei, que tiene poder sobre las plagas postreras, y no se arrepintieron para darle gloria (Ap. 16:8-9).
5) El trono de la bestia se cubrió en tinieblas y mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Elohei del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras (Ap. 16:10).
6) El agua del río Éufrates se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente. En esta ocasión, salen de la boca del dragón, del hijo de perdición y del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas, que son demonios haciendo señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Elohei todopoderoso, y se reunieron en el lugar que en hebreo se llama Armagedón (Ap. 16:13-14,16).
7) Relámpagos, voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra. Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria delante de Elohei, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira. Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados. Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Elohei por la plaga del granizo; porque su plaga fue sobremanera grande.
Derramada pues esa séptima copa, Babilonia que es la gran ciudad o la grande ramera, viene en momería de Elohei para darle el cáliz del ardor de su ira, y uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, cuando vino y le mostró al apóstol Juan la sentencia contra ella, este entonces la ve simbolizada en una mujer que sentada sobre una bestia rojiza de siete cabezas con diez cuernos, está ebria con la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de IESUÉ. El ángel en mención, al ver en cuanto a esto el asombro de Juan, le dice el misterio que a ello se respecta (Ap. 17:7-18); y por la magnitud del enigma que lo envuelve, se puede discernir o descifrar, como:
a) La bestia era, no es y será, y subirá del abismo e irá a perdición. Las siete cabezas que ella tiene, significan siete montes (imperios) donde tiene asentamiento la mujer (la gran ciudad); y por cada uno hay un monarca, para un total de siete, pero hay una variación con diez cuernos, que a la postre vienen a ser 10 reyes. Tales imperios que ya arriba han sido identificados, vale de nuevo volver a recalcarlos y son: “Egipcio; Asirio; Babilónico; Medo-persa; Greco-macedonio; Romano; y el de la Alianza.” (Dn. 2:31-45). Y esos 10 cuernos representan a las 10 provincias que fueron del imperio romano, que en el pasado cinco estaban a cargo de Honorio en occidente, desde la capital Milán, Provincia de Lombardía “Italia”; y en cambio que las otras cincos estaban en poder de Arcadio en oriente, quien gobernó desde su capital Constantinopla. Tanto Honorio como Arcadio, eran hijos del Emperador Teodosio I.
b) Cuando a Juan se le da la revelación o el apocalipsis, ya cinco reyes de los siete imperios habían caído, quienes fueron: “Ramsés II de Egipto; Asurbanipal de Siria; Belsasar de Babilonia; Darío III de Persia; y Alejandro Magno de Grecia” y el uno que probablemente todavía era, fue el emperador Domiciano de Roma (81-96 d.C.). El séptimo rey que es parte del séptimo imperio, no se contó como venido; pero al venir, será necesariamente por breve tiempo de duración para ser sucedido por el octavo, quien es el hijo de perdición que ha de venir de entre los 7 imperios ya mencionados. A este hijo de perdición, los citados 10 reyes que cuando con él reciban juntamente potestad, tendrán el mismo propósito de entregarle su dominio y autoridad. Pelearán contra el Cordero, y este los vencerá; porque es el Señor de señores y Rey de reyes.
c) Las aguas vistas por Juan donde la ramera o gran ciudad tiene asentamiento, son pueblos, naciones, muchedumbres y lenguas; pero los diez monarcas antes mencionados, que son los diez cuernos, la aborrecerán y dejarán desolada y desnuda y destruirán a sus habitantes y la quemarán con fuego; porque Elohei ha puesto en sus corazones, el ejecutar lo que él quiso: “ponerse de acuerdo hasta que se cumplan sus palabras, de dar su reino al hijo de perdición”.
d) Cuya ramera o mujer que es la gran ciudad, será la metrópolis donde estará el hijo de perdición impartiendo las ordenes y leyes en el campo de lo económico, político, religioso, militar y policial.
Babilonia al venir en memoria delante de Elohei para darle el cáliz del vino del ardor de su ira, voz del cielo es oída, diciendo: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis participes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas”. A la caída de Babilonia, los reyes que han fornicado con ella, lloran y se lamentan; y del mismo modo lo hacen los mercaderes, porque ninguno compra más sus mercaderías. Babilonia en su caída, es sumida por una gran piedra como de molino que sobre ella lanza un ángel poderoso. Por esto en Babilonia no se escuchará ninguna música u oficio laboral, ni voz de esposo y esposa, tampoco se verá luz de lámpara, pues, aún de ser sus mercaderes los magnates de la tierra, por su hechicería fueron engañadas todas las naciones, y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra (Ap. 18:9-24).
Después de esos eventos, una gran multitud elogia a Elohei porque sus juicios son verdaderos y justos, pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella; y también los 24 ancianos y los 4 seres vivientes se postran delante de Él, lo adoran y lo elogian. Tras de esto viene lo más esperado, que es el reino de Elohei todopoderoso, y empero llegan las bodas del Cordero y la preparación de su esposa; para cuyas bodas según las palabras de un ángel, son bienaventurados los que son llamados (Ap. 19:1-9). Estas bodas se relacionan con la parábola de las 10 vírgenes, que cuando viene el esposo a la media noche, tan sólo las cinco sensatas pueden entrar; y de aquí se puede avizorar claramente, que ha de ver con la llegada de Jesucristo, y manda a sus ángeles a levantar a sus escogidos desde las cuatro partes de la tierra, para luego descender en ella (Mt. 30:31; y Mc. 13:26-27). Esto se corrobora con lo que Juan aduce de ver los cielos abiertos, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba fiel y verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino el mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE ELOHEI. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y el pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Elohei Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES (Ap. 19:11-16). Consiguientemente con la llegada de Jesucristo al monte de Meguido con sus huestes celestes, acontece la batalla de Armagedón y se produce la muerte de los reyes y de los ejércitos de la bestia, y esta es apresada junto al falso profeta; y con los cadáveres de esos reyes y ejércitos, las aves de rapiña y devoradoras de carne, se dan un gran festín (Ap. 19:17-21).
En definitiva, a Satanás lo ata un ángel con una gran cadena y lo echa dentro de la prisión del abismo durante un milenio, mientras que los escogidos reinan con Cristo mil años (Ap. 20:1-6).