CIUDAD DEL CABO.- La goleada envuelve de pena una esperanza rota. Caen lágrimas vestidas de resignación por ese sueño que no fue. La película de lamento es una secuencia repetida de almas quebradas y corazones arrugados. La Argentina se va del Mundial. Fue eliminada por Alemania, como en 2006. Es el desenlace de una historia que anunciaba otro final, con Maradona como técnico y Messi, señalado por todos como el mejor, expresándose en el campo de juego. Ganó Alemania con todas las de la ley, con una goleada por 4 a 0 elaborada con orden y juego.
Suponía un interrogante saber cómo reaccionaría el seleccionado ante su primera adversidad. El gol de Müller, a los dos minutos, provocó un estremecimiento glacial que dejó inmóvil al equipo. Jamás la Argentina se recuperó del estado de conmoción de ese golpe casi de knock-out del comienzo. Fue un shock eterno.
Hasta aquí, la Argentina había gozado de un beneficio casi exclusivo: había sido muy poco agredida durante el torneo. Todo lo que no la habían atacado en la primera ronda, sucedió hoy en Ciudad del Cabo.
En la zona media el seleccionado se resignó a dar pelea y le cedió terreno a Alemania para tomar la iniciativa. Schweinsteiger gobernó a su gusto por fuera de la órbita del círculo central. El N°7 hizo del medio su sector de influencia, el corazón del circuito de juego alemán. Alemania se puso en ventaja rápidamente, a través de un cabezazo de Müller, que anticipó a Otamendi y que encontró mal ubicado al arquero Romero. La defensa argentina paseó durante todo el certamen su ignorancia conceptual a la hora de definir marcas y ordenamientos en el fondo. Se sufrió hoy, pero podría haber sucedido antes.
La Argentina carga con un estigma desde el comienzo: le cuesta elaborar juego más allá de alguna genialidad de Messi o la expresión inspirada de otra individualidad. Por la manera que comenzó el partido, tal vez se reclamaba la presencia de Verón o Pastore desde mucho tiempo antes.
En desventaja, la Argentina tomó mayor diálogo con el juego, aunque sin profundidad y sin ser certero, un rasgo que la había distinguido hasta aquí. Su mejor momento fue entre los 30 y los 40 minutos del primer tiempo. No le pudo sacara el jugo a ese rapto de inspiración.
Para Alemania fue uno de esos partidos que forjan el carácter. Una de esas batallas más para el pico y la pala que para el fútbol filarmónico. Pero en este caso, gracias a los espacios regalados, el equipo europeo se lució con una goleada que quedará en la historia. Klose y Friedrich le bajaron el telón al partido con sus anotaciones, a los 22 y 28 minutos del segundo tiempo. Eso fue la despedida simbólica de la Argentina, que estaba resignada a su espantoso extravío. Klose, en el cierre, decoró el resultado con otro toque sublime.
Caídos Brasil y la Argentina, se les abre el paso a los europeos. El Mundial seguirá, aunque en la Argentina ya es asunto terminado. Era el Mundial de Messi. Era el Mundial de la Argentina. La tristeza y la desilusión escenifican un final inesperado.