Unos ojos se vieron fijos en aquella marionetta sobre la roca. Concentrado en observar con atencion sus movimientos mientras sentia el viento soplar en su rostro y hacer mecer su cabello, provocandole un leve cosquilleo sobre los ojos debido a los mechones de su cabello que le rozaban. Su cuerpo recostado en la roca alta boca abajo y sus manos unidas haciendo de sorporte de su barbilla. Se sentia tan relajado que incluso una sonrisa comenzó a verse en su rostro, de la nada... Mientras miraba pensativo a aquella marioneta que seguramente habia encontrado aquel lugar y se habia maravillado del sonido del agua caer en picada al vacio, y después no pudo irse de allí. Era un lugar tan paradisíaco y tan solitario, que esperaba ansioso algun curioso rondee por esos lugares.
Le gustaba las marionettas que emprendian aventuras y se ponían en el papel de explorador y salía en busca de nuevos sitios. Era un secreto del Imperio. Creado por Gaia para enriquecer los cinco sentidos de sus pequeños. Suspiró y sus pupilas observaron hacia arriba, en su cabello su mascota aferrarse fuerte a él por temor a salir volando por el aire. Rió dulcemente -Vamos a conocer a nuestro visitante Patonsita linda.... -susurró y se puso de pie.
Caminó por la roca donde el agua alcanzaba a salpicar un poco sus botas y lloviznar apenas su rostro. Entrecerró sus ojos maravillado de aquella sensacion de frescura y su sonrisa creció en gran manera antes de levantar de nuevo los parpados y observar con curiosidad la espalda ajena -Hehehey holaa! -Saludo agitando su mano a la altura de su cabeza con los ojos grandes y su sonrisa gigante.
La araña no se veía en ningun lado, y el viento que mecía el cabello de Yahel, humedeciendolo mientras el tiempo pasaba. Estar tan cerca de donde el agua golpea con la superficie creando la espuma, el cielo amaneciendo las rocas mojadas, altas, a sus alrrededores dejando caer el agua, le daba la sensación que su diosa había creado esa hermosa canción solo para uno mismo. La sensación de plenitud se hizo presente en aquella afortunada marionetta
Nunca había ido más allá de los mares, los puertos, los callejones, los mares. Como pirata, ese era su ambiente, su pasión, su deleite: el sonido de las olas, la brisa con un suave rocío en su cara, la alegría de la gente de su Cardinal. Pero ese lugar, si bien no se podía comparar a sus mares, era igual de hermoso y fresco que sus tierras natales, además de darle una profunda sensación de calma, ahí, sentado donde el agua caía hermosamente. Estaba perdido en sus pensamientos, en la calma del agua, cuando escuchó un grito. 'Hehehey hola!', gritó una voz masculina, alegre. Se asustó tanto que perdió el equilibrio, pues estaba de cuclillas, y no lograba localizar de dónde venía el sonido, cayendo al agua. Se había metido, como siempre, de manera ilegal al Templo, por lo que nadie debía de verlo ahí. Estaba más asustado por el hecho de que le vieran que de ahogarse, pues nunca había temido al agua, y sujetaba con fuerza su sombrero para que no se fuera. Por qué siempre tenía que meterse en problemas...? Qué lío.