La tripulación estaba lista y dispuesta, esperando a quien sería su capitán en esta travesía. Muy pocos estaban enterados de cuál era el verdadero objetivo del wassermaske, y nadie tenía demasiado claro hacia dónde se dirigían, sólo se trataba de un grupo de personas de aspecto rudo y que si les dieran una balsa y un cuchillo sobrevivirían a mar abierto sin problemas por meses. Ése era el tipo de personas que buscaba Sam, gente valiente y honrada que estuviera a su lado sin importar las órdenes… y aquí volvemos al comienzo. Órdenes.
Al joven O’Hara le habían ordenado que fuese a investigar unos extraños rumores que rondaban el distrito. Para algunos no eran más que eso: rumores de mentes insanas en busca de atención. Para los wassermaske no eran más que una serie de delitos a los que debía ponerse fin. ¿Delitos? Todas las personas trastocadas que llegaban vivas de aquella zona que en el mapa no aparecía, venían contando historias, tenebrosas historias del diablo. Una presencia inquietante que se regocijaba con el sufrimiento ajeno. Los relatos variaban dependiendo de la imaginación del autor; algunos decían que tenía las extremidades negras por estar siempre rodeado del carbón que consumían sus llamas, que poseía unas enormes alas que utilizaba como brazos, y otros menos afortunados se quedaban callados con una especie de trauma.
El pelinegro no lo tenía fácil si quería comenzar la investigación, en especial porque cada vez que quería interrogar a una
víctima ésta le soltaba una serie de incoherencias sobre que su brújula se estropeaba, y que la niebla impedía la visibilidad. Lo único concreto que había sacado de todas esas historias había sido que un viejo mudo vio piratas cerca. Así que el plan ahora era ir a una taberna repleta de piratas y pedir algo de “cooperación” para ir en busca de ese extraño lugar. Irrisorio para algunos, ¿qué pirata estaría en sus cabales de ayudar a un wassermaske? No iba con su código precisamente tender la mano al enemigo que pasaba la mayoría del tiempo buscándoles, pero ahí entraba el ingenio de Sam. Por eso lo habían puesto a él a cargo, por eso ahora se encontraba en su camarote, disfrazándose.
Como últimos toques se dejó sus características gafas colgando del cuello de forma despreocupada junto a unas cadenas de plata que servían de collar, colocándose un gorro algo roñoso y descuidado mientras le echaba una mirada a Ripper, que no se le devolvía con mucho entusiasmo.
- ¿Vas a venir? - le preguntó con tonos graves, arreglándose las botas para que parecieran desaliñadas arremangadas en sus pantalones de cuero. Jamás había vestido forma semejante, pero sabía que ir con mejores galas atraería demasiadas miradas y no conseguiría la información que precisaba encontrar.
El felino se levantó de la mullida cama de Sam, estirándose para desperezarse, mirando la harapienta camisa manchada de su compañero y el abrigo de cuero que combinaba a su forma con los pantalones. Los orbes grises del wassermaske se centraron en Ripper y sin preguntarle nada le desordenó el cabello y le puso algo de aceite de las lámparas sobre el lomo. El animal rugió y le enseñó los dientes, mas se quedó quieto, y no prendió fuego a su cuerpo, cosa que agradeció Sam, quien le devolvió una sonrisa para luego salir del camarote
- Lo siento, colega, si me acompañas debes estar menos limpio que yo - le comentó juguetón y con cierto cariño, despidiéndose de algunos marinos para tomar un bote y remar desde el barco en el que partirían hacia una nueva aventura, hasta el puerto más peligroso del Cardinal del Agua. Las risas se escuchaban desde cada taberna, y el hedor a alcohol casi se impregnaba en la ropa.
- Muy bien amigo, buscamos a una mujer; las personas dicen que es grande, ya sabes, rellenita, y su cara es tan horrible que te cagas - comenzó a decir Samuel sin recato mientras remaba, adiestrando a Ripper para que encontrase a la persona adecuada
- He escuchado que su nombre es Silvia, o algo así, una bruja de pelo plateado capaz de derrotar a cuatro hombres con tan solo estrellar sus deformes manos sobre sus cabezas - el felino alzó una ceja ante la descripción que le estaba entregando el pelinegro. Más que pirata parecía que esa tal “Silvia” era un monstruo y algo le decía que en vez de asustar a su amigo, esa idea le hacía las cosas más excitantes.
Una vez amarrado el barco, Ripper se trepó a la espalda de Sam para saltar a las tablas seguras del puerto. Al felino no le agradaba el agua en demasía. O’Hara un tanto adolorido por las tiernas garras de su amigo que se clavaron en él, subió también, comenzando a caminar por la crujiente madera enmohecida hasta que parte de la niebla natural que se formaba ahí por las noches, le dejó ver la serie de tabernas que daban vida y color a ese lugar. El wassermaske hizo un movimiento con su cabeza para que su fiel amigo le siguiera hacia la primera taberna a la que irían a probar suerte, metiéndose las manos en los bolsillos de su chaqueta antes de entrar y comenzar a mirar a todos los presentes. La música no paró como lo haría si es que alguno sospechara que él era el enemigo, en cambio, el ambiente se tornaba caluroso y relajante al ritmo de carcajadas, tabaco, el sonido de copas al chocar y la luz tenue de lámparas de aceite y algunos focos sucios y amarillentos. Fue así como Sam se acercó a la barra cuidando que su postura fuera desgarbada y su aire ausente.
- Ron, quiero una copa de ron - ¿muy cliché?