FRATERNIDAD Y TOLERANCIA
El día que fuimos iniciados en los augustos misterios de la masonería,
se nos dijo que ingresábamos a una fraternidad o hermandad universal,
sustentada en unos antiguos usos y costumbre que eran comunes a todos
los masones sobre la faz de la tierra.
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Todos los textos masónicos pregonan esa unión universal, e incluso
motivan al aprendiz a conocer talleres de otros Orientes y Valles, así
como a entablar relaciones con todos los HH:. que se pueda conocer.
En contraposición, pocos son los textos que nos preparan para afrontar
la realidad que implica descubrir que dentro de la Orden, existen
divisiones, facciones, vertientes e inclinaciones que denotan una
diversidad de potencias, ritos y costumbres pero, a pesar de ello,
poco a poco aprendemos a manejar las diferencias de la mejor manera
posible.
Así, con el paso de los días, se torna intrascendente la creencia
religiosa, la posición política, el esoterismo o el racionalismo de
nuestros HH:. siendo entonces evidente que la masonería, como forma de
superación personal, nos señala un camino de debate, análisis y
autocritica, que nos hace más fácil el manejo de todas estas
divergencias.
Esto se resume en los principios de fraternidad y tolerancia,
entendido el primero como el afecto que surge entre quienes se tratan
como hermanos, y el segundo como el respeto hacia las creencias u
opiniones de todos sus miembros.
Pero, a pesar de ello, existen algunos temas que se tornan
conflictivos e incluso insalvables y que son los que impiden que la
masonería sea, realmente y en la práctica, una hermandad universal.
Entre los más álgidos tenemos la laicidad y la diversidad de género.
Es aquí en donde se presenta la mayor división dentro de la Orden,
estando de un lado los autodenominados regulares, quienes se
identifican como deístas y masculinos y en el otro extremo las grandes
logias liberales, pregonando laicidad y mixticidad.
Tomemos por ejemplo el tema de la mujer en la masonería; ríos de tinta
han corrido respecto a este asunto y las discusiones siguen al orden
del día. Aun hoy, existen masones que no aceptan la presencia femenina
en las logias y condenan férreamente sus iniciaciones, llegando al
extremo de tratar de ocultar que ha habido masonería femenina y mixta
desde hace más de un siglo.
Esta misoginia masónica ha llevado al abatimiento de columnas de mas
de un taller, cuando sus miembros, abogando por la igualdad hombre-
mujer, han decidido iniciar a una representante de la otra mitad de la
humanidad.
Incluso en latinoamérica, donde el machismo está firmemente arraigado
en casi todas las capas de la sociedad, es cada día mayor el número de
mujeres aspirando a ser miembros de la Orden, así como el número de
talleres dispuestos a aceptarlas.
Y en cuanto a la laicidad, es incomprensible que algunas obediencias
la pregonen hacia el exterior, pero no la practiquen a su interior,
tratando de unificar la fe de sus miembros.
Irónicamente, quienes asumen esta última posición, entienden que la
laicidad opera solamente frente al estado, cuando por definición, esta
doctrina también defiende la independencia del hombre o de la
sociedad, respecto de cualquier confesión religiosa, sin que ello
conlleve al laicismo, que es una concepción filosófica diferente.
Pero la masonería va mas allá de todas esas mezquindades y, poco a
poco, va relegando esos criterios obtusos al baúl de los recuerdos.
Este movimiento no tiene vuelta, y nos corresponde a nosotros, los
masones que rompimos con una tradición excluyente, dar a las nuevas
generaciones de iniciados, la preparación necesaria para aceptar, sin
discusión alguna, la diversidad, dentro de la universalidad.
Recibid todos un T:.A:.F:.
L:.I:.F:.
FABIAN VELEZ PEREZ
M:. M:.
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