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General: El Rito Masónico
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De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 22/11/2010 01:22
El Rito Masónico
El Ritual es un acto que hacemos familiarmente: Cada vez que sale de la oficina, va a tomar ritualmente el café en el restaurant de siempre. En el mismo sentido vulgar de la palabra «rito», comprendemos que hay ya una idea de hábito, de repetitividad. En sentido estricto y en el contexto en que estamos, podemos definir el rito como una acción simbólica (o un conjunto de acciones simbólicas) que se repite regularmente según unas formas prescritas (tácita o explícitamente). El Masón, un Ente ritual El rito no es exclusivo de la liturgia masónica. De hecho, ya desde pequeños, podemos decir que nos han programado para desear los buenos días, para dar un beso, para portarnos bien en la mesa, etc. Apenas hay una asociación de personas, aparecen los ritos. Negar la necesidad del rito, como a veces pretenden algunos en nombre del progreso, de la renovación, de la sinceridad, es negar una disposición profunda de la naturaleza humana. la pareja que tiene sus pequeños ritos (secretos) para celebrar su amor, el grupo de jubilados que se reúne regularmente en el mismo lugar y cuya reunión se desarrolla según un ritual bien establecido, el movimiento masónico que ritualmente desfila el 21 de Marzo por la Explanada de los Héroes en la Macro Plaza de Monterrey con su arreos masónicos para hacer su ofrenda ritual al monumento de Benito Juárez . Hemos indicado que la acción simbólica permite a las personas o a los grupos reconocerse mutuamente en su identidad profunda. Entonces, es lógico que, cuando se ha encontrado una buena manera de simbolizar, se la quiera repetir. En la medida en que la realidad celebrada no ha cambiado y de que el grupo se reconoce en ella, ¿por qué hay que cambiar las formas, los ritos, de la celebración? Porque, como también hemos visto, el sentido está ligado a la forma. El rito es una práctica masónica. Cuando quiero insertarme en un grupo masónico , oigo que la voz del grupo me dice: «Así es como lo hacemos nosotros. Son éstas nuestras costumbres y todo masón está contento con ellas, todo el mundo se siente a gusto con ellas. Te invito a que obres como nosotros. Eres libre, pero si quieres ser de los nuestros, tendrás que observar nuestros ritos masónicos». Entonces yo, que quiero encajar en Masonería (yo, el neófito, el catecúmeno, el postulante, el Aprendiz masón), acepto pasar por el rito, por aquel mismo rito por donde pasaron ya los ancestros masones. En una palabra, me dejo iniciar (del latín initium = comienzo, ir en). La iniciación, esto es, la integración en el grupo por medio de una práctica simbólica, sólo es posible cuando ésta es ritualizada. Como la palabra «hábitos» suele tener connotaciones peyorativas de rutina, de desgaste, de apolillamiento vicio, lo compulsivo (y con bastante fundamento), y como la palabra rito y ritual evoca a primera vista una constricción, muchos desconfían de ellos. Sin embargo, no es necesario pensar mucho para darse cuenta de que los hábitos rituales son indispensables para la virtud, la constancia. Afortunadamente, el ama de casa no tiene que preguntarse en cada ocasión si tiene que servir la carne antes que la sopa, o el pescado después del flan. Sin saberlo, observa un rito establecido y esto es para ella mucho mejor, ya que le deja libertad para hacer vivir ese rito tal como es, escogiendo armoniosamente su menú. Es una suerte que no tengamos que ponernos a pensar mucho sobre cómo hemos de saludar a una persona: el rito establece un «buenos días» o un apretón de manos; y esto me permite jugar con mi libertad de saludar con mayor o menor afecto, desde un «buenos días» más o menos distante hasta un caluroso apretón de manos, acompañado de una sonrisa. Es una suerte que no tengamos que reinventar el ritual de la tenida todos los Jueves. Sería agotador e impracticable. Tan sólo dentro de un ritual masónico puede moverse nuestra libertad. El ritual es también una salvaguardia contra la subjetividad, el desorden y la anarquía. Sin él, la celebración moriría víctima de las «invenciones » de los osados, entregada en manos de quienes quieren hacerse notar. El ritual no impide el sentimiento y la afectividad, pero los canaliza, impidiendo que la celebración se hunda en el sentimentalismo, en lo afectivo, en el romanticismo. El «espontaneísmo » no es más que una ilusión. Más de un grupo informal ha llegado finalmente a darse cuenta de ello y, poco a poco, se ha impuesto un esquema ritual. Es evidente que en Masonería una acción simbólica no se comprende siempre de una forma inmediata. Se necesita algún tiempo para apropiársela. Fijaos en un cuadro, en un poema; hace falta tiempo para entrar en él, hay que contemplarlo, leerlo una y diez veces; se resiste. Lo mismo pasa con la liturgia; no es tan fácil penetrar enseguida en un saludo, en un salmo, en una actitud. La repetitividad del gesto nos va permitiendo entrar cada vez un poco más en él, hasta hacerlo totalmente nuestro. Y como la riqueza del simbolismo masónico es inagotable, siempre se encuentran en él sentidos nuevos (¿no nos ocurrirá eso con la tenida hasta el día de nuestra muerte?). La noción de rito está además muy ligada con la idea de tradición. Tradición quiere decir transmisión. La mayor parte de nuestros ritos masónicos son herencia del pasado; muchos se pierden en la noche de los tiempos (los fuegos alrededor del Ara Sagrada herencia de los antiguos Druidas, el Día de San Juan, el circunvalar alrededor del templo una herencia del sufismo islámico, etc.) A algunos les irrita la idea de tradición, como si el largo pasado de un rito fuera una tara. Tendrían razón, si mantener la tradición fuera sinónimo de esclerosis, de conservadurismo, en donde el rito ha dejado ya de estar al servicio del hombre. Yo distinguiría entre la tradición y las tradiciones. Me explico: todo grupo social se desarrolla, su cultura evoluciona, y por tanto evoluciona también su manera de vivir y de ritualizar. Los historiadores sociólogos establecen la siguiente distinción: un grupo establece ritos, instituciones (se dice entonces que está en período «institucional »); poco a poco, esos ritos y esas instituciones se estabilizan (es la fase de lo «instituido»). Pero como el grupo evoluciona, tiene que criticar también lo «instituido» y vuelve a hacerse «institucional ». Y así sucesivamente. Eso mismo ocurriría con nuestros ritos masónicos . Es evidente que el cuerpo social de la Masonería no se libra de este fenómeno evolutivo. Recordad la historia de las grandes órdenes iniciáticas... Por eso, en la liturgia masónica no podemos desechar eso que San Pablo llama «la tradición recibida de Dios -(1 Cor 11, 23) a propósito del ritual de la tenida Masónica . No es posible cambiar ni el desarrollo de la tenida en sus líneas generales, ni los grandes símbolos de la tendía o del iniciación masónica, pues se trata de signos fundamentales de nuestra identidad masónica. Pero en las liturgias hay además toda una serie de ritos secundarios y de prácticas que están más bien vinculadas a una cultura determinada (y que calificamos con el nombre de tradiciones). Por eso no hay que reajustar continuamente las liturgias. Esta puesta al día siempre no es necesaria y, sí para muchos ha sido tan dolorosa- el masón debe ajustarse a la Liturgia Masónica y no la Liturgia ajustarse al masón, Dicho esto, los masones no puede ni quieren tocar la tradición; puede modificar alguna que otra disposición de las constituciones propias de cada Gran Logia, algún que otro detalle en la sucesión de los estatutos propios de cada taller masonico , pero no puede tocar, por ejemplo, el desarrollo fundamental de las liturgias, so pena de traicionar la intención de la Masonería . La Masonería, y cada uno de los que actuamos las liturgias, debemos volver continuamente a las fuentes y de las primeras generaciones masónicas, todavía cerca de la idea básica de la construcción del Templo dedicado a Jehová en Jerusalén , no ya para reproducir en sus más pequeños detalles lo que se practicaba entonces (eso sería hacer arqueología, ya que vivían en otra cultura), sino para tener siempre presente en el espíritu fundamental de la Masonería, que es la construcción de un templo espiritual que vincula estrechamente al masón con Dios el Gran Arquitecto del Universo .


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