Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

Masoneria
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 El Águila Masónica 
 EL CUADRO SIMBÓLICO 
 
 
  Herramientas
 
General: El templo es la garantía de la unión de Israel con Dios
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 22/11/2010 01:38
El templo es la garantía de la unión de Israel con Dios
-¿Has hecho el inventario de las riquezas acumuladas por mi padre, Elihap? -Sí, señor -
¿Son suficientes para financiar la construcción de un gran templo? -De ningún modo -¿Hay un arquitecto hebreo capaz de hacer los nuevos planos y organizar la obra? -Sabéis muy bien que no, nos faltan materiales de calidad y madera de cedro Nuestros carpinteros y nuestros canteros son insuficientes y no tienen experiencia Renunciad a ese templo Fracasar en la empresa apagaría la gloria que habéis obtenido gracias a la alianza con Egipto. Renunciad . La palabra horrorizaba a Salomón Olvidando el templo, había perdido toda dignidad El adorable cuerpo de Nagsara, el orgullo de haberse casado con una hija del faraón, le habían hecho olvidar sus deberes ¿Cómo el hijo de David había podido comportarse de un modo tan despreciable? El templo sería garantía de la unión de Israel y Dios, de la tierra y el cielo Sólo él haría duradero el acuerdo con Egipto Sería un lugar de paz que ninguna barbarie se atrevería a destruir Salomón no se satisfaría con una felicidad humana. Renunciar sería destruirse a sí mismo, aceptar una horrible muerte que le roería el corazón Pero sólo podría conseguirlo haciendo que Israel fuera más rico, transformando un pequeño país en una potencia comercial y encontrando en otra parte a los hombres y los materiales que necesitaba Salomón aceptaba aquel desafío a lo imposible, aunque fuera al combate con menos posibilidades que David contra Goliath -¿A quién compró mi padre los metales preciosos que ocultó?
-Al rey de Tiro -repuso Elihap -Haz que dispongan un barco Mañana me marcharé a Tiro Dirigiéndose precipitadamente a la gran ciudad marítima, capital económica de la antigua Fenicia, situada al oeste del lago Merom y al sur de Biblos, Salomón no respetaba la costumbre que establecía que dos monarcas intercambiaran cartas y embajadores antes de encontrarse. Hombre prudente y astuto, de unos sesenta años, el rey de Tiro tenía fama de temible negociador La prosperidad de su ciudad se debía al comercio y a la hábil explotación de las riquezas naturales de la región que controlaba. Tiro estaba protegida por una Diosa Buena, heredera de la sonriente Hathor de Egipto, que velaba sobre los marinos y sus barcos El capitán que le ofrecía un sacrificio antes de hacerse a la mar tenía la segundad de poder escapar a las cóleras del mar y llegar a buen puerto Aunque su madre fuera una israelita de la tribu de Neftalí, el rey de Tiro se había negado a convertirse a la religión de Yahvé, que consideraba intolerante y guerrera Ciertamente, había aceptado vender madera de cedro a David para la construcción de un templo. Pero aquel utópico proyecto había sido abandonado enseguida Salomón no se había apresurado a re vitalizar las relaciones con Fenicia ¿Se preparaba, tras su alianza con Egipto, para invadir una región tan próxima como Israel?
Cuando le anunciaron la llegada de Salomón, el rey de Tiro advirtió que el general del faraón Siamon, que acababa de abandonar su palacio, no le había mentido al predecir una próxima intervención del monarca hebreo. Egipto había dictado al fenicio su conducta, garantizándole su protección a cambio de una perfecta obediencia. Lo que se solicitaba al rey de Tiro no mancillaba su honor Por lo tanto, actuaría de acuerdo con las instrucciones recibidas para no enemistarse con el imperio de las riberas del Nilo. Salomón se presentaba solo, sin bajeles de guerra, sin ejército, sin cohorte de servidores Astuta gestión, estimó el fenicio Se colocaba así bajo la protección de su anfitrión, quien debería velar por el cómo si fuera una persona sagrada ¿Justificaría el hebreo la halagadora reputación que le precedía? ¿No afirmaban los poetas que conocía el lenguaje del cedro y del hisopo, el de los pájaros del cielo y los animales de los campos, de las criaturas que se arrastran por el suelo o nadan en las aguas? ¿No se exageraba la sabiduría de tan joven monarca?
El palacio del rey de Tiro estaba construido, con gruesos bloques, sobre un promontorio que dominaba el puerto donde estaban ancladas numerosas naves mercantes Amplias aberturas permitían al sol lanzar sus rayos a las salas adornadas con coloreados mosaicos La presencia militar era débil y discreta Tiro afirmaba ser una ciudad abierta a todos, sin espíritu partidario, donde todas las naciones teman derecho a comerciar Todos estaban interesados en preservar Tiro y su flota, a dejar que circulara el hierro, la plata, el estaño y el plomo, a realizar allí fructuosas transacciones ¿Acaso el puerto fenicio no enriquecía a los reyes, aunque fueran adversarios? ¿Los pilotos fenicios, de excepcionales dotes, no eran reclamados por los más ilustres marinos9 Pero tal vez Salomón, de ambiciones vastas como el océano, hubiera decidido modificar aquella situación en beneficio de su país Salomón iba acompañado sólo por su secretario, que se mantenía a unos pasos, llevando el escritorio y el cálamo El rey de Tiro les recibió en la mas agradable terraza de su palacio, iluminada por un suave sol de invierno Les ofreció vino de palma y fruta confitada
El encanto de Salomón actuó inmediatamente sobre el espíritu del rey de Tiro, acostumbrado sin embargo a recibir a príncipes y monarcas Una inteligente y pausada voz se añadía a su admirable rostro, de sorprendente serenidad Debía de ser muy difícil resistirse a aquel hechicero El fenicio desconfío más todavía Con un soberano de aquel temple, Israel podría intentar establecer su supremacía sobre los Estados de la región -Soy sólo un nieto de campesinos -declaró Salomón— Israel es un país de montañeses que nada conocen de los peligros del mar Mis súbditos son pobres Los vuestros ricos ¿No está Tiro en el apogeo de su gloria? El fenicio escucho distraído aquel cumplido -¿No viene la caída tras el apogeo9 Me entendía bien con David, vuestro padre Tras sus victorias sobre los filisteos y los moabitas, me trató como un aliado ¿Es ésta vuestra intención? -¿Acaso no lo muestra mi venida? -Vuestro imperio ha crecido desde que subisteis al trono de Israel Se ex tiende del Jordán al mar y, por el oeste, llega a los límites del Delta egipcio De vuestra política dependen la tranquilidad y la prosperidad de Tiro. El fenicio temía haber sido demasiado directo Aquel desafío podía provocar una reacción colérica. Salomón sonrió -Vuestras palabras me colman de alegría -dijo- La felicidad de Israel depende de la vuestra Construiremos nuestra amistad en una paz sólida y duradera El rey de Tiro vacilaba -Me gustaría poner a prueba vuestra sabiduría -Como queráis -Existe un ser vivo que no puede moverse -dijo el fenicio- Cuando muere, se mueve por fin ¿De quién se trata? Salomón reflexionó Con un gesto que pasó desapercibido, hizo girar el anillo de oro que llevaba en el anular de su mano izquierda. -Del árbol -respondió- Cuando vive no se desplaza Cuando el leñador lo trocea, muere Pero se convierte en navío que se desplaza por el agua El rey de Tiro reconoció su derrota -Os agradezco vuestra enseñanza -dijo Salomón- Aludiendo a vuestro poder marítimo habéis hecho hincapié en la debilidad de Israel Por eso necesito vuestra ayuda Mientras el secretario anotaba las intervenciones de ambos soberanos, el fenicio aceptaba ser conquistado por su interlocutor Creía en sus deseos de paz.
-Corre el rumor de que tenéis la intención de construir un gran templo en Jerusalén -Ésa es mi voluntad -admitió Salomón- Mi padre fracasó Y yo tendré éxito Pienso compraros muchos materiales especialmente metales, madera de cedro y de ciprés -¿Qué ofrecéis a cambio? -Cereales, vino, frutos, aromas y miel -Necesitaré también trigo y aceite -exigió el rey de Tiro -Añadiré la producción agrícola de veinte aldeas de Galilea El fenicio estaba satisfecho La transacción le era favorable -¿Dónde entregaros todo eso? No disponéis de puerto alguno Los caminos son incómodos. -Dentro de un año existirá un puerto -afirmó Salomón- Os daré parte de los beneficios que obtenga Con una condición -¿Cuál? -Enviadme equipos de canteros y carpinteros Los mejores artesanos de Oriente han trabajado en Tiro Los hebreos no conocen los secretos técnicos para construir un templo como el que imagino -¿Qué sacaré de eso? -Oro -repuso Salomón -¿Oro? -repitió el rey de Tiro-
Eso significa que vais a exigirme más. -Me asociaréis al tráfico marítimo Gracias a mi alianza con Egipto, garantizaré su total segundad Todos saldremos beneficiados de este acuerdo Fenicia no puede vivir aislada La reflexión del rey de Tiro fue de corta duración. Las amenazas latentes que el discurso de Salomón contenía nada tenían de ilusorio. La solución que proponía era tan razonable como inevitable. -De acuerdo, rey de Israel. No habéis robado vuestra reputación. Queda un detalle... ¿Qué maestro de obras habéis elegido para construir vuestro santuario? Salomón pareció turbado. -Busco uno -confesó-, pero ningún hebreo me parece calificado para cumplir tan exigente función. -¿Habéis examinado los muros de mi palacio? No era una obra fácil. Se la confié a un joven arquitecto que me satisfizo. Pronto abandonará Tiro. -¿Cuál es su nombre? -Maestre Hiram. -Enviádmelo -pidió Salomón. Lo intentaré... -¿Por qué tanta reticencia?
-Porque maestre Hiram es un espíritu independiente, más bien sombrío, cuya presencia desean numerosas capitales. Sólo dirige grandes obras en las que poder expresar su arte. Salomón se sentía intrigado. -¿Será Jerusalén bastante ciudad para su genio? -Lo ignoro -repuso el rey de Tiro. -Intentad convencerlo -rogó Salomón-. Me gustaría conocer a ese hombre. Cuando Salomón y su secretario se hubieron marchado, el rey de Tiro hizo grabar una tablilla para el faraón de Egipto. Había cumplido su promesa y reclamaba la recompensa anunciada por haber logrado que picara un pez llamado Salomón. Nagsara se maquillaba con una crema refrescante a base de hojas de alheña. Se había pintado las uñas de las manos de un amarillo dorado. Pasaba horas y horas preparándose y poniéndose hermosa para un rey al que no veía casi nunca. La pasión de Salomón se había extinguido cuando regresó de Tiro. Nagsara había utilizado en vano las armas de la seducción. Su esposo, sin avisarla, había abandonado Jerusalén para instalarse en una mediocre casa, en el lugar de Eziongeber, a un extremo del golfo elanítico a orillas del mar Rojo. -¿Deseabais verme, Majestad? -preguntó inquieto el mayordomo de palacio. —¿Dónde está mi marido? -En Eziongeber. -¿Por cuánto tiempo? Esta ausencia comienza a ser exasperante. -El rey está construyendo un puerto -explicó el mayordomo de palacio, temiendo un nuevo acceso de cólera por parte de la egipcia-, ¿Qué deseáis para cenar? -¡No tengo hambre! -aulló Nagsara.
El mayordomo de palacio desapareció. La reina se derrumbó en su lecho, derramando cálidas lágrimas. En su aflicción, Nagsara se juró encontrar el modo de llamar la atención de Salomón y retenerlo a su lado. El viento procedente de África soplaba con violencia sobre el puerto de Eziongeber, impidiendo que los navíos de gran tonelaje entraran en el puerto y obligándolos a fondear a lo lejos Los finos cabellos de Salomón revoloteaban en las desencadenadas ráfagas que levantaban inmensas olas. El rey de Israel se alegraba del trabajo efectuado por los equipos de obreros colocados bajo la dirección de Jeroboam, satisfecho de haber podido probar una vez más su competencia Una ciudad había sido edificada rápidamente en casi setecientas hectáreas Ciertamente, los materiales utilizados eran de calidad mediocre, las casas carecían de encanto y de comodidades Pero el pueblo de Israel poseía por fin un gran puerto Salomón, sin embargo, no se hacía muchas ilusiones Los hebreos temían el mar Les gustaba sentir bajo sus pies la tierra firme Jamás rivalizarían con los marinos fenicios, jamás controlarían las rutas marítimas de Oriente y Occidente Pero no era ése el objetivo buscado Al franquear las fortificadas puertas de Eziongeber, defendida por murallas de ocho metros de altura, las caravanas iniciaban una serie de idas y venidas, benéficas para la economía de Israel Pronto serian desembarcados los materiales comprados al rey de Tiro Eziongeber, escala en los itinerarios de África, Arabia y la India, atraería a numerosos navíos que pagarían derecho de atraque. Aquellas medidas no bastarían para financiar la construcción del templo Salomón acariciaba, entre el índice y el pulgar, una pepita de oro del tamaño de un hueso de aceituna Había muchas más, gruesas como un níspero e, incluso, como una nuez grande en el país de Ofir que los egipcios denominaban Punt y los africanos Saba Sus montañas eran de oro y el polvo de plata La gente del pueblo llevaba en las muñecas brazaletes y en la garganta collares de un oro tan puro que no era preciso refinado en un crisol La reina de Saba, Balkis, era la mujer más rica del mundo Explotaba minas de oro rojo, sin rastro de plata, de berilio y esmeralda La gente de Saba, famosa por su apacible carácter, vendía también opio y especias Solían poner a su cabeza a una mujer, servidora de un dios supremo Salomón necesitaba oro de Saba para pagar al rey de Tiro y construir el templo de Jerusalén Pero la tierra de las maravillas sólo era accesible por mar Por ello el rey de Israel había creado un puerto, ordenado la construcción de naves mercantes y dispuesto que todo un cuerpo de infantes se convirtieran en marinos. La flota de Salomón, cargada de aceite, vino y trigo, estaba lista para zarpar hacia Saba Cuando regresara con el oro rojo, el joven monarca sabría que su gran obra podría realizarse. Elihap interrumpió la meditación de Salomón El secretario, a quien el viento no le gustaba demasiado, se vio obligado a levantar la voz. -Perdonadme, Majestad , pero el mayordomo de palacio desea que regreséis inmediatamente a Jerusalén -¿Qué ocurre? -Un motín -confesó el secretario-
El pueblo se rebela. Algunas jarras de vino se habían derramado sobre telas de lana Los matarifes blandían sus cuchillos y laceraban los paños Cuartos de carne cubrían el suelo, pisoteados por algunos bataneros que corrían en desorden hacia los barrios altos de Jerusalén Los mendigos aprovechaban la confusión para pillar los puestos de pescado y robar frutas en el mercado Los fabricantes de zapatos los arrojaban a la cabeza de los soldados de la guardia que, al mando del general Banaias, impedía el acceso a la calleja que llevaba a palacio Mujeres y niños se habían refugiado en las casas. La muchedumbre, furiosa, había cruzado aullando la rosaleda que databa del tiempo de los profetas Los asnos, enloquecidos, trotaban en todas direcciones, derribando su carga No había una sola calleja que no estuviera invadida por un populacho desencadenado que injuriaba a David y su linaje. En ausencia del rey, el general Banaias se sintió perdido ¿Debía ordenar que dispararan los arqueros y provocar una guerra civil1? Le desesperaba ver como se escarnecía el orden No, no entregaría la casa real a aquellos andrajosos Mejor era morir combatiendo. De pronto, los cabecillas se dieron la vuelta Acababa de producirse un acontecimiento imprevisto cuyo impacto trastornaba las hileras de insurrectos, desde la ciudad baja hasta las cercanías del palacio, cesaron los aullidos Luego se estableció un pesado silencio. Salomón, solo y sin guardias, había cruzado la gran puerta de acceso y avanzaba con paso tranquilo entre las hileras de los sublevados Muchos habitantes de la capital veían así al rey por primera vez Ninguno se atrevió a tocarle por miedo a ser fulminado. En su rostro no había expresión de temor alguna Parecía tan sereno como si paseara a solas por las landas. Salomón se dirigió a uno de los cabecillas, muy excitado, un curtidor de gastadas manos -¿A qué viene este tumulto?
El curtidor se arrodilló -Señor Es la egipcia -¿Qué le reprochas a la reina de Israel? -Rinde culto a la serpiente del mal, a la que nos hizo salir del paraíso. —¿Quién lo afirma? -Es verdad, señor. No toleres tú, nuestro rey, semejante ultraje a Yahvé -Regresa al trabajo Reino por la gracia de Dios De Él tengo mi poder Jamás le traicionaré El curtidor besó la parte baja de la túnica del soberano Levantándose, gritó a pleno pulmón «, Vi va Salomón'» La muchedumbre repitió la aclamación Una hora más tarde, las transacciones echaban humo en el mercado Nagsara, maquillada con el inimitable arte de las mujeres de Egipto, desafiaba a su esposo -¿Israel es incapaz de admitir otros cultos? ¿Tan celoso y estúpido es Yahvé? -¿Ignoráis que la serpiente, para mi pueblo, es el símbolo del mal? -Vuestro pueblo es inculto En Egipto, la cobra que yo venero( Se trata de la diosa serpiente Renenutet soberana del silencio y garante de la prosperidad La palabra «Eva» parece proceder de un termino egipcio que significa «soberana» y que se escribía con una serpiente )protege las cosechas Rindiéndole homenaje, atraigo la prosperidad sobre Israel Salomón, indiferente a las miradas de la hija del faraón, seguía mostrándose severo -Vuestra cultura es vasta, Nagsara No ignoráis la fábula del reptil que engañó a Adán y Eva Al ofrecer un sacrificio público a vuestra cobra sagrada, habéis puesto en peligro mi trono -Sí, he provocado a Jerusalén Era el único medio de haceros regresar de ese puerto perdido en el mar Rojo Condenadme, castigadme Pero concededme al menos una mirada Salomón abrazó a la reina, invitándola a tenderse junto a él en un lecho de almohadones -Eres injusta, Nagsara. El oficio de rey es exigente Dios me ha confiado la tarea de construir Israel ¿No debe ser ésta la primera de mis preocupaciones? La joven egipcia apoyó la cabeza en el pecho de Salomón -Acepto ser la segunda, señor, pero quiero ser amada El fuego que has encendido en mis venas sólo tú puedes apagarlo Gracias a ti, mi dolor se transforma en felicidad Te amo, dueño mío. Salomón, con hábil mano, hizo resbalar la túnica de Nagsara Ella cerró los ojos, ebria de alegría Las golondrinas danzaban a la luz del ocaso Su vuelo era tan rápido que la mirada de Salomón no conseguía seguirlas El rey de Israel recordó la leyenda según la que aquellos pájaros eran las almas inmortales de los faraones de Egipto que regresaban a la luz de la que habían salido. ¡Qué lejos de ellos se sentía en esos instantes de soledad! Salomón había puesto fin al escándalo provocado por Nagsara El pueblo seguía concediéndole su confianza, aunque hubiera permitido a la rema conservar su fe En adelante, celebraría su culto en un lugar retirado, en un altozano de la ciudad al abrigo de las miradas No importaba que todos lo supieran Lo importante era, para la casta de los sacerdotes, que nada se viera. Nagsara vivía una felicidad sin mácula Había escuchado a las más sensuales concubinas y se ofrecía a su esposo con ardor
¿Cómo podía Salomón gozar sin trabas de un cuerpo, por perfecto que fuera, si su espíritu se hallaba atenazado por insoportables preocupaciones? Desaparecidos David y Natán, recluida y silenciosa Betsabé, encaramada Nagsara en su egoísmo, Salomón no tenía ya confidente cuando estaba sufriendo un terrible fracaso, cuando la gran empresa de su reinado se quebraba contra la muralla de una implacable realidad Sus bajeles no habían llegado a Saba La marina egipcia, considerando que aquel territorio era un coto protegido, los había desviado sin violencia ¿Cómo podía protestar Salomón si había intentado engañar la vigilancia de la tropa del faraón? Expedición precipitada, mal preparada Salomón había sobre valorado la capacidad de sus soldados El oro de Saba no llegaría, el rey de Israel haría el ridículo ante el de Tiro El templo no se construiría nunca Salomón había perdido su apuesta con Dios
 


Primer  Anterior  Sin respuesta  Siguiente   Último  

 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados