¿A DIOS NADIE LO VIO JAMÁS?
Desde los tiempos de la manifestación de Jesucristo, a él se oyó decir en una oportunidad: “a Dios nadie lo vio jamás, el Unigénito Hijo que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”. Este dicho se hizo saber entre el pueblo hebreo; y otro que desde la antigüedad se oía decir, era con respecto a lo escrito en Ex. 33.20, pues: “No hay hombre que viendo el rostro de Dios, viva.”
En el texto bíblico inmediatamente anterior, el Ser Divino se refiere a su rostro, que es como el sol cuando resplandece en su fuerza (Ap. 1.16); y se puede entender, que Moisés al estar delante de IEUÉ habló con El cara a cara, pero por ello sin poderle ver el aspecto o su gloria. Y es así que la fisonomía de Moisés, pudo obtener parte de la luminosidad que emanaba del rostro de IEUÉ (Ex. 34:29-30). Lo que se observa en Éxodo 33:20, es respecto al rostro de IEUÉ nada más, porque de otra manera Moisés cuando antes subió al monte de Elohei con Aarón, Nadad, Abiú y setenta de los ancianos de Israel, no le hubieran visto ni comido y bebido con El (Ex. 24:9-11); y a posterior tampoco el mismo Moisés, no le hubiera podido ver sus lomos, ni algunos otros profetas como Isaías y Ezequiel por ejemplo, no hubieran visto a IEUÉ sentado en un trono (Ex. 33:18-23; Is. 61-5; y Ez. 1.1-26). Otro detalle importante, es el Varón que peleó con IEKOB (Jacob), al que pudo ver cara a cara en una forma de teofanía, pero no como es Elohei realmente (Gn. 32:22-30).
Jesucristo cual buen conocedor de las Sagradas Escrituras, sabía lo que significaba con exactitud, decir: “a Dios nadie lo vio jamás”, y de manera sagaz lo adujo en una oportunidad, para revelar a sus discípulos que él lo estaba dando a conocer (Jn. 1.18). Es decir, estaba dando a conocer su rostro; y esto que además de su dicho en cuanto si lo conocían a él, al Padre conocerían y desde ahora lo habían visto, hace recordar a su discípulo Felipe, cuando queriendo que a él y a sus compañeros, el Divino Maestro le mostrase al Padre, Cristo le dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con Vosotros, y no me has conocido Felipe?, el que me ha visto a mí, ha visto al Padre (Jn. 14.7-9).”¿Cuál sería entonces el asombro de su discípulo Felipe?
Tomás llamado el Dídimo, quien siendo también discípulo del Divino Maestro,y estando al tanto de ello, a Jesucristo después de resucitado y viéndole cuando se le apareció para mostrarle las heridas, le dijo: ¡Señor y Dios mío! (Jn. 20. 24-29), pues estaba viendo resucitado a Cristo, que es el Señor Dios, el resplandor de su gloria que no pudo ver Moisés, y la imagen misma de su substancia (Ex. 33:18-20; y Heb. 1:3).