LA LUCHA DE LOS CRISTIANOS CONTRA LAS
FUERZAS ESPIRITUALES DEL MAL:
Al inferir de lo que el apóstol Pablo narra en
su Epístola a los Efesios, es que desde un tiempo determinado del nuevo mundo
hasta la actualidad, la lucha de los cristianos contra las fuerzas espirituales
del mal, se debe a tres grupos de seres espirituales, que fueron expulsados de
los cielos por rebelarse en contra del Creador de todas las cosas (Ef. 6:12; y
Ap. 12:7-12). A tales grupos se le suma, los espíritus malignos e inmundos que
salieron de los cuerpos de los gigantes, desde que en el mundo antiguo los
primeros se mataron entre sí, y los otros perecieron cuando el diluvio; y todos
se rebelan a modo de posesión demoníaca en contra de la raza humana, morando
también en lugares oscuros y solitarios (En. XV:8-11; y Mt. 12:43-45). Acerca
de la mencionada lucha, EL APÓSTOL PABLO DIJO: “Porque no tenemos lucha
contra sangre ni carne, sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
La lucha que actualmente sostienen los
cristianos contra las fuerzas espirituales del mal, no es comparable con la que
antes del diluvio universal se suscitó, porque con antelación a que Satanás y
sus ángeles fuesen expulsados de los cielos, hubo la deserción de 200 ángeles
encargados de custodiar lo que el Eterno le encomendó que custodiasen; y en
quienes al suscitarse el deseo pecaminoso de aparentar con las hijas de los
hombres por la extremada hermosura, se pusieron de acuerdo para ponerlo por
obra, que haciendo en el monte Hermón un juramento bajo el anatema, acordaron
que de suscitarse el castigo divino en contra de ello, que fuesen todos
castigados y no solo sus dirigentes, que fueron: “‘Asa’el,
Shemihaza, Harmoni, Baraq’el, Kokab'el, Zeq’el, Ar’taqof, Shamsi’el, Sahari’el,
Rama’el,’el, Ra’ma’el, Dani’el, Matra’el, ‘Anan’el, Sato’el, Sahari’el,
Tumi’el, Turi’el, Yomi’el, y Yehadi’el” (En. VI:1-7). Por todos estos según lo que se narra
en el capítulo VI del Libro de Enoc, es que debido a lo que cada uno quiso
indebidamente revelar, se le reveló a la humanidad del mundo antiguo, algunos
misterios que no les era permitido saber, tales como: 'Asa'el enseñó a los
hombres a fabricar espadas de hierro y corazas de cobre y les mostró cómo se
extrae y se trabaja el oro hasta dejarlo listo y en lo tocante a la plata, a
repujarla para brazaletes y otros adornos. A las mujeres les enseñó sobre el
antimonio, el maquillaje de los ojos, las piedras preciosas y las
tinturas. Shemihaza enseñó encantamientos y a cortar
raíces; Hermoni a romper hechizos, brujería, magia y
habilidades afines; Baraq'el los signos de los rayos y
astrología; Kokab'el los presagios de las estrellas; Zeq'el los
de los relámpagos; -'el enseñó los significados; Ar'taqof enseñó
las señales de la tierra; Shamsi'el los presagios del sol;
y Sahari'el los de la luna, y todos comenzaron a revelar
secretos a sus esposas. Produciéndose por ende mucha impiedad, cometiendo
fornicación, siendo descarriados y se corrompieron en todos sus caminos (En.
VIII: 1-2).
Resultando luego de la relación sexual que con
las hijas de los hombres tuvieron los 200 ángeles antes mencionados, una raza
híbrida de seres que fueron unos gigantes monstruosos, que crecieron hasta tres
mil codos de altura, con mucha maldad, de fuerza brutal y de apetito voraz, que
estaban acabando con la carne de la fauna y de los seres humanos, quienes al
cielo elevaban a modo de quejidos incesantes, la intervención del Creador (Gn.
6:4-5; y En. IX:1-11). Él que dada la intercepción de 4 de los ángeles más
sobresalientes del cielo: “Miguel, Uriel, Rafael y Gabriel”,
emitió la decisión de erradicar del todo el problema, pues, habiendo en lo
subsiguiente: “Una guerra entre esos gigantes, que de parte
del Eterno hizo suscitar el ángel Gabriel, para que se mataran entre sí; el
encadenamiento de todos los ángeles involucrados, con un castigo más severo
contra Azazél, ya que a similitud de lo que ocurrirá contra Satanás, fue dada la
orden de parte del Altísimo, para que el ángel Rafael, no solo lo encadenara
tanto de pies como de manos, sino que al arrojarlo en el abismo que está en el
desierto de Dudael, arrojara sobre él como de hecho lo hizo, piedras ásperas y
cortantes, hasta el día del Juicio Final; y por último, un diluvio universal, que
le fue revelado primero a Enoc y después a Noé, por intermedio del ángel Uriel,
a fines erradicar todo vestigio de vida que estuviese en la parte seca del
planeta” (En. X:1-15). De tal modo que así aconteció, no sin
antes procurar los 200 ángeles en mención, la interpuesta intercepción de Enoc
delante del Creador, para que los perdonara por todo lo que habían hecho, quien
en contrario los condenó, no sólo a ser atados y encerrados por 70 generaciones
en prisiones de oscuridad, para que al final de los tiempos cuando se haga el
gran juicio final, ser arrojados al fuego eterno, sino que también previamente
verían la muerte de los hijos que le engendraron a las hijas de los hombres,
por quienes habían pedido que vivieran eternamente, pero tan solo con la edad
que ya tenían y con el tiempo que les faltaban por vivir, en total tendrían
hasta 500 años.
Es importante destacar, que esos ángeles
llegaron a corromperse en todas las formas, pecando de diferentes maneras, que
inclusive tuvieron algunas transformaciones delante de la raza humana, con las
que se les rendían cultos y adoración. Así que por todas sus iniquidades y por
los misterios que le revelaron a la humanidad, fueron apresados y encerrados en
prisiones de oscuridad, poco después que sus hijos los gigantes se aniquilaron
entre sí, cuando por el designio del Eterno, el ángel Gabriel, los hizo que
entre sí entraran en una guerra, y el restante fueron exterminados por el
diluvio universal (En. 10:9). Otra Fuente que da una narrativa acerca de esas
prisiones de oscuridad, es Judas Tadeo en la carta de la cual él es su mismo
autor, quien al respecto también hace mención de lo ocurrido en cuanto a esos
ángeles, como en lo siguiente del libro de Enoc, textualmente hace una
afirmación, diciendo: “Y a los ángeles que no guardaron su
dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo
oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día” (Jd.1:6).
Pero no todo el mal contra la humanidad y la
violencia desatada por doquier, quedó en el mundo antiguo, sino que la raza
humana a después del diluvio universal, tendría en su contra a Satanás y a
todos sus ángeles (La cuarta parte de las estrellas del cielo), quienes han
introducido a semejanza de los 200 ángeles que abandonaron sus moradas eternas,
muchas cosas inicuas y abominables en la humanidad, para apartarla de Dios y
destruirla (Jn. 10:10); y quienes por rebelarse en contra de su Padre Creador,
fueron expulsados de la Santísima morada de ƎҒƎƵ Elohei (Ap. 12:7-10). Los
cuales comandados por el príncipe del aire, operan en las regiones celestes y
en la tierra, como potencias o legiones de demonios, que aunados a los
espíritus malignos e inmundos de aquellos gigantes del mundo antiguo,
actualmente obran en los hijos de desobediencia (Ef. 2:2). Mas sin embargo,
aunque haya lucha de los cristianos contra las fuerzas espirituales del mal,
nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor
nuestro, a la manera como lo dice el Apóstol Pablo: “Por lo cual
estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo
Jesús Señor nuestro” (Rm. 8:38-39). Para lo cual, es el deber de usar
constantemente la armadura de Dios, a fin de estar firmes contra las asechanzas
del maligno, y en contra de cualquier otro espíritu de maldad. Armadura que de
Efesios 6:10.20 al especificarla en detalle de manera significativa, está
compuesta por:
1) La verdad. Cristo es la
Verdad, y el maligno es lo contrario; porque es el padre de toda mentira
(Jn.14:5; y Jn. 8:44). Así que no disimulemos en la batalla, sino que ceñidos
nuestros lomos con la verdad, actuemos con verdadero empeño de triunfar sobre
el mal y por encima de las dificultades.
2) La coraza de justicia. Actuar
con rectitud, como justicieros que marchan con firmeza en el campo de batalla.
Teniendo el revestimiento de la justicia, que de tal forma nos haga diferentes
a los injustos (Is. 59:15-17).
3) El apresto del Evangelio de la paz.
La preparación en la doctrina de Cristo, a modo de que en la coalición calzar
bien los pies en la guerra contra el adversario. Lo cual contribuya en avanzar con
paso firme.
4) El Escudo de la fe. Tener la
convicción de lo que no se ve. Ser constante en el método o doctrina de lucha,
es decir: “estar firmes en nuestra creencia en el Señor Jesucristo,
confiados de que vamos a vencer”.
5) El yelmo de la salvación. Utilizar
el casco protector en nuestra cabeza, con la confianza de ser salvos en el
Señor Jesucristo (Is. 59:17).
6) La Espada del Espíritu, que es la
Palabra de Dios: Es viva y eficaz, y más cortante que espada de dos filos;
y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas, y los tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Heb. 4:12).