*La frialdad de la mirada y de la expresión en si del joven espadachín, contrastan abiertamente con ese escenario cargado de calor y fetidez. “Haces bien en desatarte Iori… Es la única oportunidad que tienes de atacarme, y aunque ya me conoces, también te conozco. Tus trucos y tu forma de atacar los reconozco. Y además, sigues siendo el mismo… En cambio yo he cambiado” Con esta inflexión la corporalidad del samurái parece reaccionar intempestivamente, arrojando con violencia la mano derecha hacia la empuñadura, apretando con brío, resaltando dicha potencia en los nudillos que se aclaran por la tensión muscular y dérmica. – Eso ya lo conozco Iori!! – Enuncia con fuerza y estridencia, más aun en ese espacio cónico donde la vos resuena entre las paredes y el eco aumenta la dimensión y reduce la claridad de la misma. Al instante siguiente la articulación de las rodillas cede un tanto, recogiendo a la vez parte de la longitud de su espalda, adelantando la parte superior del cuerpo, en una postura que pretende aumentar la energía potencial. Con rapidez la pierna izquierda se retrasa, cambiando la orientación del pie de ese lado, en forma que esta queda horizontal formando una L en relación al pie derecho. La diestra, se tensa con fuerza, mientras que la eleva desenvainando con gran velocidad y dominio su sable, batiéndolo verticalmente, en dirección al centro de la línea de fuego, ejerciendo mayor presión al final de este arco momentáneo. Este movimiento genera un flujo de viento cuyo silbido se escucha por todo el lugar. Acto seguido las piernas en tal postura causan un rechazo potente sobre aquella plataforma, con esto el samurái se proyecta en un salto casi horizontal, ligeramente ascendente, justo sobre la línea que ha causado el flujo de aire de su anterior movimiento, además la pierna derecha adelantada tenía el fin de generar la torsión suficiente de su cuerpo de modo que el cuerpo del samurái le da la espalda a la plataforma, y continuando con el movimiento en abanico de su sable, este ahora asciende en el preciso instante que su cuerpo sale despedido. El ascenso del sable, calculado específicamente para que la punta sea el punto de ataque, mismo que se dirige hacia la región media superior del de la luna, creando con este movimiento un nuevo silbido, además de un ligero resplandor entre azulado y blanquecino por efecto de la velocidad de un metal como el acero irrompible de la hoja de la Sabakatou*

Himura Kenshin - Samurái Vagabundo

*El destello blanquecino declina en su resplandor, mientras que el movimiento último del sable, parece dejarla suspendida en el aire, durante un instante se la ve completamente quieta, la igual que el samurái cuya mirada apunta directamente sobre el punto roto de la chaqueta de su oponente, luego al rostro de este. – Jummm – Se oye pronunciar por quien raya aun más su mirada, mientras que la boca genera una ligera contracción en un amago de sonrisa, cargada de sarcasmo y a la vez, algo de indiferencia. En esa postura tan delicada, la pierna derecha se posa sobre el puente durante un brevísimo instante, en el cual recrea un impulso medio, y con este un movimiento de giro, que es soportado por el blandir de la vaina, la cual es soportada con rudeza por la mano izquierda, toda dicha extremidad que traza un arco en dirección del centro de avanzada de la flama, el movimiento rápido y furioso impulsa directamente dicha estructura recreando un nuevo silbido soterrado, mucho más grave que el anterior de la hoja dada el ancho mayor de este elemento. En el punto más alto de la vaina, el pie izquierdo hace un contrapunteo, presionando la superficie del puente, mientras que la pierna derecha se pliega sobre sí misma, aumentando así la velocidad de aquel giro que va a complementarse con el impulso del brazo izquierdo, el cual ha llevado en casi todo su arco a la vaina que hace las veces de escudo, mientras que el derecho para terminar en aquella espiral, se eleva nuevamente, pero esta vez de forma perpendicular al cuerpo del espadachín, cuyo objetivo es el brazo atacante del oponente, en un nuevo arco de reflejo azulado, remarcado por el batir de la cabellera rojiza que en conjunto con el resplandor del sable, causa un efecto óptico como una amalgama de colores.*

Himura Kenshin - Samurái Vagabundo

*Tanto la vaina como el sable del espadachín terminan su recorrido, uno en defensa y el otro en ataque, el primero cumplió su cometido y el segundo sólo rastrilla el aire. “Tal vez había olvidado tu velocidad Iori… Sin embargo eso no te salvará” reflejo de esa idea, el rostro demuestra más severidad, en tanto que permanece mudo. Con severidad observa la forma en que esquiva su sable y como ahora renueva fuerzas su contrincante. – Aun no lo entiendes Iori, tu fuego no te servirá! – Con esta imprecación, el brazo izquierdo retrae la vaina sobre le cinto y acto seguido las dos manos sostienen con potencia la empuñadura de la Sabakatou, elevándola, al punto que las dos piernas hacen presa sobre el puente del cuál no se habían alejado en los anteriores movimientos. Este último contacto genera un nuevo despliegue en tanto que la hoja que ahora parece estar rodeada por una fuerza casi transparente de un tono blanquecino, desciende con brusquedad, justo hacia la cabeza de aquella serpiente recreada por el oponente. En tal momento una especie de explosión ilumina ese espacio mortal y putrefacto, dejando ver como el cuerpo del Samurái es arrojado casi hasta el otro extremo del puente. Una ligera humareda recubre durante un instante el cuerpo del de la katana, mientras que un olor a ropa y cabellos quemados se hace presente en ese espacio. La respiración se la oye agitada y contusiones cual quemaduras y golpes, se aprecian sobre los antebrazos de este. Ligeramente recogido el samurái yergue su rostro suavemente, dejando ver bajo al sombra de su cabello, una nueva variación en su mirada, misma que ahora proyecta un color amarillento, con órbitas ligeramente ovaladas y pupila negra, fijas, inmóviles, apuntando directamente a su oponente. Con suavidad, pero un control notable, el sable retoma la vaina, y la postura no demuestra mayor intención, sin embargo la agresividad, parece haber mudado todo rastro de amabilidad en ese rostro por demás jovial y afable. – Iori, debes morir -.*

*Erguido, airoso, fuera ya de su cuerpo todo rastro de humo, el samurái deja un momento o dos, completamente pasivo aquel escenario, permitiendo que las palabras del otro pelirrojo resuenen, sin ninguna aseveración o propuesta por parte del espadachín. “Ya es tiempo” Fugaz idea esta que cruza por su mente, en tanto que así como rápida es esta frase, así la diestra se posa sobre la empuñadura, y la pierna izquierda da un paso hacia adelante en ese puente, una especie de presión de aire recorre toda la escena tanto pro la rapidez de los movimientos, como por la fiereza de estos, en seguida la mano se eleva verticalmente, mientras que un resplandor asesino brilla en los ojos del joven, en tanto que toda la extensión del brazo derecho queda al descubierto cuando la ancha manga de su kimono cae. – Salta Iori! – Por un instante pareciera que la figura del samurái resplandece en aquel lugar, cuando ya el sol se ha alejado del cenit. Entonces la pierna derecha se adelanta ejerciendo una presión inusitada sobre aquel puente, para que de esa forma genere una fuerza potencial sobre todo el cuerpo, hasta que esta se transmite al brazo, el cual desciende en un murmullo de viento sesgado por completo. – Do Ryu Sen! – Un barullo escalofriante hace presa en ese sitio, los vocablos cual si fueren una fórmula destructiva, filtran un embate potente, en el instante en que casi la última tercera parte de la hoja de la Sabakatou desata su poder sobre el puente, recreándose una sucesión en cadena, en donde un flujo de aire casi rasante, representan como centímetro a centímetro el puente es destrozado a la mitad, en tanto que el barullo aumenta de volumen a cada segmento que cae hacia aquellos chuzos que se ven en el piso de esa jaula. De esta forma tanto el flujo de  aire, como la onda cortante y explosiva, avanza con objetivo de alcanzar toda la extensión del puente, recreando un haz violento de corte a toda la superficie, como una fisura que a medida que avanza incrementa el caos de la escena que se llena de polvo, piedras y sonidos de choques de los elementos que componen ese puente, contra las paredes y piso de la mencionada jaula.*

*”Shinta… Shinta debes vivir”. Una figura remarcada por una larga cabellera rojiza resalta sobre la luminiscencia del sol, en tanto que un cambio se aprecia sobre su expresión. – Iori! No seas absurdo!... – Exclama iniciando el ascenso tras el salto final ante la caída del puente. – Crees en verdad que las ondas sonoras van a desaparecer? O que acaso ese estruendo puede detener un sonido tan fino que sólo puede evitarse a largas distancias? – El ascenso producto del salto aun continua, en tanto que la vista del samurái permanece fija aun sobre aquel punto donde las piedras caen y el polvo se levanta. – Las ondas sonoras se acoplan al relieve de cualquier lugar, más aun en un lugar cerrado como ese… Iori sólo has apresurado tu final – Con este razonamiento revela la naturaleza no sólo de su anterior ataque, sino de la naturaleza física del sonido, especialmente aquel de una frecuencia tan alta, en un sitio cerrado, mismo que como en el caso de los caninos, puede escucharse en medio de estallidos e incluso terremotos. “Shinta… Shinta…” ese pensamiento nuevamente acaece en la mente del espadachín que ha alcanzado la máxima altura de su salto, siendo un punto sobre el cielo. “.. Ya casi lo había olvidado… Ellas… No puedo olvidar que mis hermanas murieron para que yo tenga otra oportunidad… Recuerdo que Hiko me dijo que ahora tenia la responsabilidad por las vidas que no pude proteger… Y luego tantos asesinatos, tantas vidas robadas…” La seriedad en el rostro del samurái apenas transmuta por una delicada capa de furia creciente. “No puedo olvidarlo… No debo… Debo cumplir!!!”. La fiereza del Samurái es evidente, en el punto que su cuerpo gira y orienta el mismo hacia aquel foso, y a cada segundo adquiere una velocidad fastuosa, como un rayo rojizo desprendido del sol. – No puedo ser derrotado! Debes morir Iori!! – La diestra se posa sobre la empuñadura de su katana, en tanto que la dirección de aquel descenso se aprecia no directamente al contrario, sino a un punto al otro lado de aquella jaula. “Shinta es un nombre muy débil para un guerrero… De ahora en adelante serás Kenshin…” El recuerdo del maestro Hiko Seiyuro aparece, mientras riega de sake las piedras de las tumbas de sus hermanas. “Son cosas que pasan, pero ahora tú tienes la responsabilidad de vivir por ellas y por todos los que han muerto protegiéndote”. Las piernas del samurái se aprestan con precisión sobre la pared de esa jaula, casi a un costado de su oponente. “Cuando bajé de la montaña, juré pelear para proteger a los más débiles, esa es al filosofía de la técnica Hiten Mitsorugi…”, un cierto resplandor parece iluminar al espadachín, mientras que desde aquella posición, estira las piernas acuclilladas, en un doble impulso, aunando la velocidad de la caída como de este nuevo rechazo, en una marcha directa hacia la figura del de la luna. La mirada del pelirrojo restalla entre el polvo, con un vaho de furia y determinación, despidiendo aquel matiz amarillento y felino. - KUSU RYU SEN – Un resplandor surge desde la espada, cuando el brazo derecho, como un rayo azulado, avanza en línea recta. -  Karatake, Kesagiri, Sakagesa, Miginagi, Hidarinagi, Mickiriage, Hidarikiriage, Sakakaze, Tsuki – Cada palabra se pronuncia como un silbido, en tanto que un resplandor en simultáneo de nueve estocadas avanzan hacia diferentes lugares del cuerpo del oponente, semejante a la velocidad de los Dioses, la punta del Sabakatou, potente y mortal, se filtra entre una nueva algarabía de polvo y piedrecillas con el objetivo preclaro y definitivo.*

Himura Kenshin - Samurái Vagabundo