*Escenario más horrible con restos de sangre y un olor nauseabundo, mismo de putrefacción, horrendo, que se espese mientras asciende desde paredes, piso y pinchos, aumentando su fragor y fetidez bajo el basto sol. De forma imperceptible el sonido de unos pasos trascurre por el lugar, antecediendo a la figura menuda casi, de un joven de cabellos rojizos, que avanza sin mayor atención al olor, como tampoco a la cruenta historia que cuenta ese lugar. Su mirada refleja el intríngulis de su indiferencia, una mirada sesgada, cuyos iris pese a ser redondeados, tienen un ligero brillo sin igual del sol, pareciendo ligeramente ovalados, con un cariz felino, que resalta con la oblicuidad de la orbita. Sin embargo, el matiz de su mirada así como al fijeza, y una cierta ausencia de emociones, una determinación casi fantasmal, como una fuerza asesina. Con esa frialdad, el joven detiene su caminar al extremo de un puente, en donde el sol proyecta el resto de su ropaje, propio de un samurái, con su túnica superior rojiza también, los pantalones anchos de color blanco y calcetines marrones, con los tradicionales tabis, fijos en sus pies. Llama la atención en esta indumentaria la presencia de una empuñadura que termina en una vaina que se desplaza pro el costado izquierdo, desde el cinto a la región media de las pantorrillas, y una cicatriz de dos líneas trasversales entre sí, formando una ligera “X”.*

*En la comisura de la mirada de este, un brillo muy delicado se hace ver. “Ahora lo recuerdo… Él fue quien rechazó la invitación del Gobierno Japonés” apenas concluida esta idea, la mirada no se altera en lo más mínimo y todo el semblante del joven, no permite descifrar ninguna emoción o respuesta  a la presencia del otro luchador. – No importa lo que pienses, después de todo no saldrás con vida de este lugar – La voz recorre ese escenario, siendo el perfecto componente a ese lugar lúgubre y tétrico, con aquel tono helado, carente de toda expresión humana, como si fuese la sentencia de un muerto. – Iori es tu nombre según recuerdo, no creí que te volviera a ver, sin embargo es una grata sorpresa. Después de todo tampoco he olvidado que no terminamos nuestro anterior encuentro. Pero este es el momento. – Sólo se ven los labios moverse, lo demás permanece estático, sólo unos mechones rojizos bailan con el viento que se filtra en ese lugar, removiendo el hedor, asaltando con su podredumbre.  “Ahora que te conozco, no tendré piedad de ti.”. Aparte de los labios, sólo al mirada parece tener alguna entidad, volviéndose más fría y acerada, reflejando la putrefacción de su designio, tanto como los cuerpos despedazados en ese lugar, sólo su mirada refleja la existencia de algo vivo en ese personaje, esa mirada que se trastoca y re-enfoca en tonos amarillentos, más felinos a cada instante, desplegando en ella una potencia y furia controladas pero que se anuncian de grandísimo nivel.*