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*La galante figura del tigre vikingo se mantiene erguida e inmóvil mientras el extranjero lanza sus traicioneras propuestas. Su armadura, de una tonalidad verde negruzco, chispea con los pocos rayos de sol que logran filtrarse entre las nubes y  la gema en su pecho brilla como si la misma estrella de Mizar se tratara; la blanca capa con fondo de satín rojo se mece con el andar del viento frío del norte mientras la afilada mirada ámbar del tigre se clava como una daga sobre Sorrento. -Tu venenosa propuesta no es más que una ilusión, Sorrento de Saren.- menta con fiereza en su voz aquel hombre, como si la propuesta de la Sirena hubiese manchado su honor, mientras una gélida energía blanca comienza a rodear su cuerpo y a hacer descender aún más la temperatura del lugar, agitando su capa con aún más violencia. -Cómo podrás sentir los demás Dioses Guerreros, mis compañeros, están luchando con valentía por defender esta tierra de tu invasión. Sería una deshonra, y un insulto a todos los vikingos, aceptar tu propuesta. El deber de Asgard es proteger al mundo del deshielo… ¡Es un sacrificio que nadie más puede llevar sobre sus hombros!- y con estas palabras, las uñas de sus dedos crecen de súbito en forma de garras tan afiladas como la misma espada de Balmung, tomando una posición de batalla mientras la energía que su humanidad deprende  adquiere aun mayor fulgor y fuerza. -Nosotros, los Dioses Guerreros de la leyenda de Asgard, moriremos antes de humillarnos ante un dios mezquino como Poseidón. Prepárate para morir en las garras del tigre vikingo, Sorrento. Yo soy Syd de Mizar Zeta, y seré al último enemigo que enfrentes.- Sus ojos no se desprenden del andrógino ser frente a él, y sus músculos se tensan para dar inicio a la batalla por el norte del mundo.*

Nota: Después de debatirlo entre varios miembros del staff y la comunidad, se me fue concebido el deber de tomar al personaje de Syd y dar continuidad al evento. Los invito a agilizar sus batallas. 

*Los apacibles ojos del brujo del Atlántico pierden su tranquilidad al sentir la hostilidad del cosmos helado del Tigre Vikingo y sus garras como navajas apuntándole. -Muy bien.- comenta el invasor con su serena voz -Qué así sea.- como si las palabras del Dios Guerrero hubiesen condenado a todo Asgard y a sus habitantes. Con movimientos suaves y delicados los dedos de porcelana del General toman su flautín de oro, cubriendo las chimeneas del instrumento, y la acercan a su boca mientras sus claros párpados cubren los violáceos ojos que antes miraban con desdén a Syd. Sin embargo, antes de que la boquilla de la flauta roce con los labios de Sorrento, el gélido cosmos que lo amenazaba se materializa a una impresionante velocidad, soltando su furia de zarpas y hielo en contra de Sorrento. -¡Garra del Tigre Vikingo!- se escucha exclamar al portador de la negra armadura y, por un instante, su figura parece transformarse en un gigantesco felino dientes de sable abalanzándose en contra de Sorrento. Un parpadeo después miles y miles de afilados cortes tan blancos como la nieve, acompañados por un soplo glaciar, se incrustan en el invasor, desgarrando su cuerpo y dejando innumerables heridas sangrantes sobre su cuerpo. El corte fue tal que incluso la Escama Sagrada no fue suficiente para proteger el cuerpo de Sorrento, mostrando signos de la batalla sobre el dorado metal, así como una considerable capa de hielo,  y permitiendo que algunos de los cortes  lograran alcanzar el cuerpo de Sorrento. Todo aquel espectáculo de luces blancas y hielo eterno se acaba en un instante y, debido a los movimientos tan rápidos como el relámpago, ahora Syd se encuentra a espaldas de Sorrento, cuyos ojos parecen vidrio quebrado. -Nosotros los Dioses Guerreros no permitiremos que invasores como tú tomen lo que se les plazca. Que esto te sirva de lección.- concluye mirando por encima de su hombro izquierdo el resultado de su poderosa técnica, justo un momento antes de que el cuerpo de Sorrento, desgarrado y cubierto de sangre y hielo, se desplome boca abajo sobre el piso de piedra y que su legendaria flauta, verdugo de incontables almas, ruede entre la los escalones y por siempre lejos de las manos de su músico. El corazón de uno de los 7 invasores se ha detenido, sin embargo la amenaza para Asgard no ha menguado y el destino del Norte aún sigue en juego.*

Nota: Manipulación final a Sorrento de Sirena. Francamente no quería utilizar este recurso, pero espero que esto sirva de lección a todos los participantes para dar velocidad a la guerra. 

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 Vs .

 

 

 

 

*Tras su victoria frente al Brujo del Mar, los ojos miel del tigre vikingo se postran suavemente sobre el nublado cielo de Asgard mientras sus cabellos azulados, que entre salen de su yelmo, y su capa son gentilmente mecidos por el frío soplido del viento. El guerrero del norte puede sentir a través de su cosmoenergía las batallas que se libran en toda su nación; y a pesar de que es evidente que los Dioses Guerreros han logrado derrotar a los invasores, esto ha sido con un alto costo pues dos de las estrellas guardianes de Asgard se han apagado ya y varias más parecen estar a punto de extinguir su luz. -Maldición…- murmura impotente ante la masacre -¿Es que acaso los enviados de Poseidón anhelan con tanta codicia las gemas de Asgard?- cuestiona mientras sus dedos rozan el zafiro azul que porta con orgullo en su cinto y que, en combinación con sus otros 6 gemelos, otorgarían un arma cuyo poder esta fuera de la imaginación. Rotundamente negado a quedarse en su puesto mientras los otros vikingos mueren en combate, Syd emprende una veloz carrera en dirección al combate más próximo que su puede sentir. Dejando atrás el cadáver de Sorrento, y moviendo con velocidad sus torneadas piernas entre las escalinatas de piedra y nieve, el tigre de norte deja en el horizonte el castillo de Valhala mientras se avanza veloz en dirección de su enemigo. El viento helado de Asgard  acaricia sus mejillas y hace hondear de forma heroica la capa roja y blanca que cae a sus espaldas, haciéndole saber que esa es su tierra y que su vida sería un costo muy bajo que pagar por la defensa de Odín. *

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