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Como dice el título, dejo este mensaje como un "Reto Abierto" para quien quiera enfrentarme y apoyar mi entrenamiento como Thol de Phecda Gamma.
Espero con ansias a mi oponente!
Kahmil - Thol de Phecda Gamma |
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Yo, Máscara de la Muerte de Cáncer, te haré frente. ¡Qué empiece la batalla!
*A continuación dejo las condiciones, si no te molesta. Esto para evitar más tardanzas.
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....Vs....
Lugar: Casa de Cáncer
Hora: Atardecer
Contexto: Por órden de Hilda, los Dioses Guerreros han levantado su puño contra El Santuario y han atacado las 12 casas. Librando batalla en Aries, Tauro y Géminis ahora el gigante vikingo llega al cuarto templo, donde Máscara de la Muerte espera a su oponente.
Inicia: Tholl de Phecda Gamma
..:: Roll On ::.. |
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*Guerra, el santuario de Athena ha entrado en conflicto con la embajada de las frías tierras de la mitología Nórdica, la bella Asgard de parajes gélidos y atroces vientos que azotan los trecientos días del año provocando que Hilda bajo la maldición de la sortija maldita, ordene una poderosa invasión al santuario. Las horas han pasado desde que ha iniciado bajo el crepúsculo del territorio del Egeo, fundamentando las muertes de diversos protectores de la diosa de la justicia ante la mano bruta de los despiadados Vikingos del norte, como en las antiguas épocas, cientos de soldados liderados por llamados Dioses guerreros han conseguido flajelar las defenzas del santuario, provocando un caos total y devastador al sentirse las fuertes voces de las escuadrás avanzar y colonizar uno a uno los primeros tres templos del zodiaco hasta finalmente paso a paso escuchar el sistemático sonido de las fuertes pisadas por los diferentes peldaños hacia el cuarto de los simbólicos templos zodiacales -¡Avancen soldados de Asgard, nuestra señora nos ha encomendado una tarea de honor y gloria!- exclama uno de los agarridos líderes, cuando luego de varios escalones se topan con la imencidad del templo cuya marca en el tallado principal, señala al crustáceo dorado -¿Ah? ¿Por que luce tán vacía? ¿Acaso los griegos se han cansado de pelear contra nosotros? ¡Los más poderosos del mundo!- emite en un tono burlón uno de los grandes guerreros de coraza de cuero grueso peludo y espadas junto a mazos, típico de su costumbre medieval, que en determinado momento de la historia, resultó ser un ejército letal -¡Sal de ahí, Griego cobarde o te aplastaremos como a los otros tontos soldados!- finaliza en espera de algún tipo de respuesta en calidad de un posible guardían para impedir que las ordas sigan avanzando* |
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*El norte ha declarado la guerra en contra de la justicia, y ahora la sangre inocente mancha las tierras de Grecia bajo órdenes de Hilda de Polaris. ¡Tontos hombres del hielo, que han osado levantar su espada en contra de los guerreros más poderosos del mundo! Poco trabajo les ha costado conquistar los primeros tres templos del zodiaco, pues sus guardianes de oro han desaparecido desde hace tiempo, y ahora el trabajo de custodia se les ha encargado a los hombres del santuario, incapaces de hacer arder su cosmos. Tras el arribo de los vikingos, el silencio reina las puertas del Templo de Cáncer cuyo interior se encuentra oculto por sombras tan espesas como la noche, y que desprende un aroma a muerto parecido al de un cementerio. -¡Ahora!- se escucha a una ronca voz ordenar y, de los costados del templo del cangrejo, dos escuadrones de soldados del santuario emergen a toda velocidad formando una fila entre la cuarta casa y los norteños. Sus cuerpos apenas son protegidos por hombreras de rudimentario hierro, cascos oxidados y guantes y botas de cuero curtido. Una docena de estos hombres, a toda velocidad, tensan arcos de madera y apuntan a los invasores flechas con afiladas puntas de metal; siendo el camino entre templo y templo tan estrecho, estos hombres cubren todo su grosos. -¡Mueran, perros infelices!- exclama la misma voz ronca, perteneciente a un fornido y alto hombre barbado, cuyo ojo izquierdo fue arrancado en una batalla de antaño y que demuestra ser el líder de dicho batallón. -¡Fuego!- ordena mientras señala con su mano derecha al frente, y los soldados sueltan una lluvia de flechas en contra de esos osados soldados una y otra vez. Otro grupo de soldados se forma tras los arqueros, armados con espadas, escudos, hachas y lanzas; listos para lanzarse a luchar cuerpo a cuerpo en cuanto la lluvia de flechas termine. Estos hombres no son santos, sino viles soldados bajo las órdenes del cruel Gran Patriarca cuya orden es detener el avance vikingo en las escalinatas que conectan los 12 templos. Puede que no conozcan el poder de cosmos, pero su fiereza en combate y manejo de las armas es considerable. La batalla ha comenzado, pero ni Santos ni Dioses Guerreros han aparecido en escena.*
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*...-¡Escudos!- grita el primero al manto de esos robustos hombres cuya denominación hace referencia a las brutales escuadras provenientes y regentes del norte olvidado, reconocidos por ser en las diferentes historias de guerra las almas más bestiales y resistentes jamás conocidas...-¡Tuk, Task, Plum!- se escucha repetidas veces, cuando ante solo zumbidos los impactos de flechas y lanzas golpean una y otra ves en contra de una fila estrategica y bien experimentada que permite defender la mayor parte de la ofensiva, teniendo como consecuencias la caida de varios soldados al traspasar las filas de acero sus gruesos atuendos de cuerno, dejando charcos de sangre, sudor y gloria derramada en tierra sagrada...-¡Artilleros, ahora!- se escucha en forma de grito, perdido entre la multitud de hombres, sin saber exactamente de quien ha emitido la orden, pero provoca un efecto dominó al dispersarse a costados los escuderos para hacerse hacia diestra y siniestra permitiendo revelar la estructura de combatientes a la retaguardia equipados con ballestas primitivas que no tardan en hacer sentir su efecto al disparar de forma más presisa y letal nuevos felchazos hacia los griegos -¡Aplasten por nuestro señor!- paulatinamente a la frenética arremetida de esos grandes y robustos hombres de acero blandiendo sus mazos y lanzas para eliminar a sus enemigos. En consecuente, un largo camino es el que toma un hombre realmente colosal, el más grande de los guerreros del Norte, quien como en la mitología griega se recuerda al rey Ayax el grande, porta una estructura ampliamente amoledora, sosteniendo sobre su extremidad diestra un gigantesco martillo de afiladas extremidades que acapara una gran sensación de poder, pero que lentamente se ve acercándose a la escena donde parece desarrollarse una batalla de escuadrones a la antigua, guiadas estratégicamente por sus respectivos generales en el nombre de su rey*
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*La respuesta vikinga no se hace esperar, y ahora una lluvia de saetas afiladas se abalanza contra la armada griega. Algunos logran repeler el ataque enemigo con sus escudos de hierro, las vidas de otros más son salvadas por sus rudimentarias armaduras pues las saetas se clavaron en sus hombreras o cascos, apenas derribándolos al suelo. Un par de soldados incluso logran desviar las flechas con sus gladius para quedar fuera de peligro; sin embargo, la gran mayoría del pelotón ahora está tendido sobre el piso, con la parte posterior de una flecha emergiendo de su cuerpo y la sangre resbalando por las escalinatas de la casa de Cáncer. -¡A la carga!- exclama furioso el tuerto general, mientras quiebra con su espada de acero un quinteto de flechas que se incrustaron en su escudo. A su comando el grupo de soldados que aún vive, superados en número por el enemigo del Norte, se lanza al ataque blandiendo con maestría sus espadas cortas, afiladas hachas, látigos espinosos y lanzas de hierro mientras sueltan como leones su rugido de batalla. El tuerto general, llamado Leónidas como uno de los héroes helénicos, se lanza en contra del gigantesco guerrero enemigo con su escudo de hierro y su espada afilada. Su único ojo bueno no pierde detalles del enemigo, sobre el cual intenta clavar su arma en el vientre. Y, desde la oscuridad del cuarto templo del zodiaco, unos diabólicos ojos contemplan la batalla con malicia y diversión mientras una sonrisa perlada aparece en los labios de aquel ignoto ser.*
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*Los ejércitos se enfrentan como en un mítico combate por las conquistas de poder, pero esta ves la situación se torna diferente puesto a que el avance de las hordas Nórdicas no ha sido más que la primera distracción para asegurar la llegada del gigante de la leyenda nórdica, representado por la magnifitud de la serpiente de Midgard. Entre el sonido de los choques de las espadas que tiñen el lozado de un rojo carmesí fundiendose con la escencia de los soldados como una nueva historia, un silvido agónico que se desplaza a través del vieno antecede a la peor de las pesadillas Griegas, puesto a que el castigo del Mjolnir acecha a los cuerpos impuros que atrevieron a ofender al Padre de los dioses guerreros y con la violencia que lo caracteriza forja un tornado de gigantescas magnitudes, acarriado tan solo por la presión que dicha arma ejerce en un veloz y sorpresivo desarrollo -¡Bum Plsk Stram!- resuena con potentes ecos el sonido de rotura de la gran edificación del Cangrejo celestial al recibir esa pesada labry con la potencia de su arremetida en contra del primer pilar, para luego adoptar un efecto de rebote, que le permite transportarse de una pared a otra agrietando, rompiendo y devastando su estructura inicial, notando como luego se pierde despavorido, en el alto techo donde deja un misterioso agujero perdiendo de vista su integridad. Unos segundos transcurren, para sentir como el piso comienza a vibrar ante los efecto de dicha arma, lanzada desde el corredor que deja atrás al tercer templo del zodiaco, permitiendo que cada pilar afectado, cada viga y cada sustento comienze a colapsar, dejando ante los incrédulos hombres, sorprendidos inicialmente por el pasar de las fuertes ráfagas de viento que los lanza como plumas sobre el aire la intrépida y prematura se sensación de derrume que se presenta, cuando grandes trozos de piedra comienzan a caer por doquier, elevando una gran columna de polvo y haciendo correr un gran riestro aplastante a todo aquel que pueda haber llegado a estar dentro del cuatro templo ante ese momento que inspira solo poder y letalidad*
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*La batalla entre vikingos y hoplitas parece no tener fin. Los hombres luchan sin tregua, blandiendo sus armas y muriendo en nombre de Dioses que, al parecer, los han olvidado. Pronto, el choque de aceros, los gritos de batalla y la sangre derramada sobre las losetas de piedra frente al templo del Gran Canrejo son interrumpidos de súbito por el paso de un torbellino que, además de destrozar los cuerpos de griegos y nórdicos por igual, rompe algunos de los sustentos de la entrada del cuarto templo del zodiaco revelando que se trata en realidad de una gruesa hachuela capaz de quebrar la roca maciza como si fuese cristal. Al parecer, con el paso de aquella arma arrojadiza que desgarro los cuerpos de ambos ejércitos, la batalla frente a la casa de Cáncer ha terminado y solo algunos débiles quejidos de hombres cuya vida aún no termina de abandonar sus cuerpos se escuchan en la explanada; sin embargo pronto todo aquel ruido es opacado por una macabra carcajada que emerge desde la oscuridad del templo de Cáncer, una risotada que helaría la sangre del más valiente de los hombres. Tras el metálico sonido de unas botas acercándose desde las sombras del templo de Cáncer, la luz ensangrentada del atardecer revela una galante figura envuelta en un ropaje de oro que brilla con el roce del sol. Su rostro, galante y bien parecido, muestra una mueca divertida ante la masacre frente al templo que custodia mientras una blanca capa de seda ondea a su espalda al ritmo de la brisa. -¡Vaya vaya!- exclama con una curiosidad maligna al ver los cadáveres frescos y a los moribundos soldados -¿Qué tenemos aquí?-. Sus dientes perlados dibujan una sonrisa maligna en su rostro, y sus ojos azules acarician los cuerpos bañados en sangre tendidos sobre el suelo mientras su dedo índice derecho se eleva a la altura de su rostro y un pequeño destello blanco, parecido a la piel de un cadáver, comienza a resplandecer en dicha zona. -Señ..or... Death...mask... - exclama en un tono apenas audible uno de los soldados griegos, cuyo abdomen se encuentra desgarrado -Por...favor... No...-. Sin embargo, sus plegarias no son escuchadas por el cruel caballero de oro quién, convocando su cosmos de oro, logra que la luz en su dedo se haga más fuerte e ilumine el campo de batalla. Al instante las almas de los soldados, tanto de vikingos como de hoplitas, comienzan a abandonar sus cadáveres y a ser jaladas contra su voluntad al dedo de Máscara de la Muerte. Al interior de la Casa de Cáncer, nuevas caras comienzan a brotar de las paredes: Los rostros de vikingos y griegos recién difuntos fuera del templo, cuyas almas ahora están atrapadas para siempre, torturadas eternamente en el cuarto recinto. Afuera, Máscara de Muerte aguarda la llegada de un Dios Guerrero, con una maligna sonrisa en el rostro y una mirada parecida a la de un demonio.*
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