**Tras un largo recorrido por los interminables pasillos de la Atlántida, el valiente santo de Leo hace su aparición en el Pilar del Pacífico Norte. Por un instante contempla aquel majestuoso sustento, aún con el tridente de Libra entre sus manos. °°¡Debo derribar ese pilar a toda costa!°° piensa para sí, antes de divisar a los soldados de Poseidón que resguardan el pilar. No parecen muy fuertes y probablemente no se comparan ni siquiera a un santo de bronce. Con una imponente voz, el recién llegado exclama -¡Yo soy Aioria de Leo! ¡Soy un santo de Athena!- entonces, hace una dramática pausa mientras la brisa juega con su capa y su cabellera. -¡Quién se oponga a mí tarea de derribar este pilar, será derrotado! – y con estas palabras, una ligera capa de luz dorada se apodera de su cuerpo. Hace sentir una pequeña porción de su poder, con la intención de intimidar a los perros del mar.**
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