**La noche se extiende por toda Grecia, ahogando en oscuridad el santuario de Athena. La luna baña con melancolía viejos templos y columnas de piedra carcomidas por el tiempo, y sus tímidas hijas centellan sobre el firmamento dibujando historias ya olvidadas por la humanidad. Es esta la cortina a una nueva guerra santa, en la cual Hades ha revivido a un grupo de santos bajo su gracia por un corto plazo de tiempo. Una tétrica figura cubierta por harapos tan negros como la noche deambula en aquellos lares, con un paso lento pero continuo en dirección de la casa de Aries. Una aura hórrida envuelve a este peculiar personaje cuyo único lenguaje aparente es el silencio. Sin delatar ni ocultar su presencia, la muerte personificada sigue su camino bajo el fulgor de Artemisa con un único objetivo: tomar la cabeza de Athena en honor del Emperador de los Muertos.**

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**Ante las palabras del santo de bronce, aquella tétrica figura suelta una diabólica carcajada que retumba en cada rincón de aquel lugar. Una risa tan espeluznante que hubiese helado el corazón del más valiente de los hombres. Lentamente, la ignota figura comienza a desprender un fulgor purpúreo y a hacer sentir su fuerza. Los harapos negros que lo rodean comienzan a agitarse con violencia debido al poder emitido por aquella figura, y una macabra voz se hace escuchar en modo burlón, ignorando las advertencias del caballero de más baja estirpe. –Dime unicornio… ¿Crees en las historias de fantasmas?- El lugar se llena de un aire lúgubre, mientras la fuerza del resucitado crece más y más; e incluso da un par de pasos en dirección de Yato de forma retadora.** 

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