**Las palabras de odio atendidas por el león hacen que gire su rostro en dirección del emisor y, a pesar de que su enemigo se oculta entre las pocas sombras que aún quedan en el templo de Sagitario, sabe que uno de los asesinos del Patriarca ha logrado seguirlo a través de las 12 casas. En el rostro del quinto guardián la expresión de luto por la pérdida de su hermano desaparece de golpe, y es cambiada por un semblante encendido con el ceño fruncido. -¡Muéstrate!- ordena con ímpetu Aioria mientras una tenue luz dorada se apodera de su silueta y hace sentir, poco a poco, el poder de Leo por todo el templo que alguna vez perteneció a su hermano. La capa, tan blanca como la nieve, que cubre su espalda comienza a ondear por la energía que el mismo santo emana,  sus cabellos se erizan como los de un felino iracundo y sus ojos buscan al cobarde que lo insulta. El fiero león está listo para la batalla para derrocar el reinado del falso patriarca en nombre de Athena y de su hermano, Aioros.**

**A pesar de las palabras del octavo caballero de oro, Aioria sabe que en realidad el escorpión no es su enemigo. °°El no es otra cosa que un santo engañado, como yo lo era antes…°° reflexiona por un segundo sin dejar de emitir aquella luz dorada que comienza a fundirse con la de Kardia, y a rivalizar en fulgor con las antorchas que brillan en el templo del centauro. –Kardia de Scorpio… ¡Ahora no tengo tiempo de explicarlo, pero debes ser tu quién se rinda!- exclama en un último intento de hacer entrar en razón al ponzoñoso guerrero, pero sin bajar sus puños en señal de amenaza y con el poder de su cosmos para respaldar sus palabras. -Arles es un impostor, y Athena no está en el Santuario.- finaliza el fiero león si despegar su mirar esmeralda, lleno de determinación, del alacrán celeste.   Su capa ondea de forma heróica, y su armadura resplandece con la luz de las llamas: Aioria está listo para el combate.**

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**Sin perder de vista el proyectil de energía, y de forma casi imperceptible, la mano derecha de Aioria comienza a iluminarse más que el resto de su cuerpo en tenues matices dorados. Justo cuando el ken está por impactarse el león dorado suelta un veloz golpe de revés a aquella esfera de luz que, como pelota de juego, sale rebotada tras el impacto con el dorso de la mano y pierde su trayectoria, saliendo disparada en contra del suelo del Templo de Sagitario metros más allá del combate. -Parece que olvidas con quién te enfrentas…- menta Aioria tras aquella sencilla manera de evitar el ken de Kardia -¡Soy un santo dorado como tú! ¡No me subestimes!-  y con estas encolerizadas palabras, el aura del caballero de Leo comienza a fluir de forma violenta. Jalando su diestro puño hacia atrás, su energía comienza a arremolinarse entre sus nudillos y su capa a ondear con violencia. Su mirar esmeralda se clava en Kardia mientras lanza su puño fundido en cosmos una y cien veces en contra de su adversario y, con una extrema velocidad muy superior a la de los caballeros de plata pero sin alcanzar la precisión de la luz, un centenar de rayos dorados salen disparados buscando golpear el cuerpo del escorpión en cada centímetro de su ser, iluminando por un instante el templo que alguna vez perteneció a su hermano. Si bien aquella ráfaga de golpes distaba mucho de ser la famosa técnica de Leo; pues carecía de la fuerza, la velocidad y la precisión de esta, buscaba derribar al enemigo y hacerle ver que no esta jugando. La batalla de los mil días ha comenzado, y la Casa de Sagitario es su testigo.**

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**La tensión crece a cada segundo, mientras la dorada energía emanada por Aioria danza con el cosmos de Kardia en un peculiar espectáculo por el templo de Quirón. Los ojos esmeralda de Leo se clavan como dagas sobre su rival, analizándolo y buscando alguna ventaja para destronarlo. Cada músculo en su cuerpo se tensa y sus pies lentamente abren su compás, sin perder ni un instante su guardia en caso de alguna contingencia por parte del escorpión. Su dorada cosmoenergía crece a cada segundo, haciendo sentir su poder por toda la casa de Sagitario, mientras reflexiona °°Ambos somos caballeros dorados y nuestras habilidades tienen un nivel muy parecido… ¡No debo confiarme!°° y, con este pensamiento, murmura -Así que esta es la batalla de los mil días…-. Su cuerpo comienza a desprender pequeños destellos eléctricos que le otorgan un amenazador aspecto, sin dejar de emitir la luz de oro que, con cada segundo, gana fulgor y fuerza.**

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