Esta mañana Geno y Clara, su amiga, llegaron a las 12 a la frontera con Gibraltar en su coche de alquiler. Cuando las expresiones lo dicen todo, apenas hacen falta palabras, y cuando salté al asiento trasero para buscar aparcamiento, ya sabía yo que lo íbamos a pasar genial.
- ¡No me lo creo!
- ¡Yo tampoco!
- ¡Te estoy tocando!
- ¡Estoy nerviosa, como una niña a punto de encontrarse con sus amigas después de todo un verano!
Después de intercambios efusivos de emoción por el encuentro, pusimos rumbo a Gibraltar y entramos andando para no coger cola de coches. Un día soleado, calor, y caminata para enseñarles cuanto más y mejor de las calles de Gibraltar. (¿Y esa paradita en el cementerio de Trafalgar, qué, Geno? jajajajja).
Corriendo de vuelta a coger el coche y a comer pescadito en el bar de mi barrio, luego a la casa de mi padre, a tomar la prometida jarra de rebujito. Después de un descansito, pillamos el carro y a Dante y nos fuimos a la mítica libreria Sánchez, dónde Geno fue obsequiada con el puñado de tebeos que pretendía comprar. ¡Las dos con las manos negras de rebuscar en el almacén, mientras Clara me hacía de niñera fuera! preocupadas por el bebé, no fuera a extrañarme, cuando salimos estaba profundamente dormido...
Luego tour por el centro de La Línea y piscolabis en la cafetería Modelo, en la calle Real.
Regresamos paseando a casa y hace un rato que me he despedido de Geno, que si antes era amiga de corazón, ahora lo es en carne y hueso.
Ha sido un día genial y he conocido a la Geno que sabía que iba a conocer, tal y como la había imaginado. Tal y cómo es: fantástica.