Volaba un ángel por el cielo azul.
Siempre fue consciente de que su tarea era vital para mantener el equilibrio con el mal.
Había asumido su papel con responsabilidad, consciente del peligro de su enemigo.
Lo que en un principio eran vuelos despreocupados se habían convertido con el tiempo en misiones
cada vez más frecuentes.
Su tarea era mantener a todos los millones humanos en una situación de paz.
Desde hacía tiempo notaba que su rival el diablo estaba tomando una mejor posición en la tierra.
Muchas personas preferían el odio, egoísmo, la violencia e imponerse a los demás
que coexistir en paz.
Su instinto le dirigió hacia la zona donde se habían congregado los más violentos
para intentar apaciguarles.
Al llegar vio una maligna sonrisa reflejada en los rostros de todos los asistentes liderados
por el diablo.
Se acercó con cuidado pero al verle la gente indignada le increpó y si dejarle decir nada
se le echaron encima y le golpearon hasta que le dejaron malherido con las alas maltrechas.
Lo último que vió fueron los ojos de los presentes sin piedad ni amor.
Y perdió el conocimiento.
Después de lo que le parecieron muchas horas se fue despertando.
Notaba su cuerpo dolorido pero a la vez como unas caricias de muchas manos.
Al abrir los ojos vió que a su alrededor se habían congregado un grupo de niños.
Le habían curado las heridas y sus alas se movían otra vez.
Se levantó y vió que le sonreían al verle recuperado.
Ver que el ejército con el que contaba era de niños le devolvió su confianza y fe en el futuro
y que todavía había muchas posibilidades de recuperar el mundo.