Estoy descifrando la quietud de los manantiales,
nada se aleja del tacto ni la palabra.
Mientras, las gotas de lluvia
-irrepetidas-
resbalan por mi isla de agua,
te cerco, lábil, y advierto
el sigilo que va batiendo mis entrañas.
Tú, mi agua de rosas,
mi agua luz, mi agua mansa,
raíz de mis dedos en tu pelo,
se asombran mis pechos a tu soplo de vilano
y cuando hundes tus labios en mi vientre
un temblor de muslos coronan los arroyos
y los campos se bañan de rosas blancas.