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- Santa Isabel, Reina de Portugal, Viuda
- Santos Aquila y Prisica o Priscila, Mártires
- San Quiliano y Compañeros, Mártires
- San Totnano y Compañeros, Mártires
- San Colmano y Compañeros, Mártires
- San Procopio, Mártir
- Santa Witburga, Virgen
- San Adriano III, Papa
- San Raimundo de Toulouse, Clérigo
- Beato Adriano Fortesque, Mártir
- Beato Eugenio III, Papa
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8 de julio SANTA ISABEL* Reina de Portugal, Viuda
A los ricos de este mundo mándales que no sean altivos ni pongan su confianza en la riquezas caducas, sino en Dios vivo. (1 Tim., 6, 17).
Ser pobre en medio de las riquezas, mortificado en medio de las delicias de la corte, humilde sobre un trono, es una virtud que no pertenece sino a las grandes almas, como Santa Isabel, reina de Portugal. Ayunaba a pan y agua tres cuaresmas durante el año, las vigilias de las fiestas de Nuestra Señora y de los Apóstoles, y todos los viernes. Por su intervención, logró detener la guerra entre Castma y Portugal. A la muerte del rey, su marido, vistió el hábito de la Tercera Orden franciscana, con el cual muri6 en 1336.
MEDITACIÓN - DEBE PONERSE LA CONFIANZA EN DIOS y NO EN LAS RIQUEZAS
I. No pongas tu confianza en las riquezas; no pueden ni siquiera hacerte feliz en este mundo. Difícil es adquirirlas y difícil conservarlas; el temor de perderlas y el deseo de aumentarlas no le dejan al alma descanso alguno. ¿Pueden, acaso, disipar tu tristeza y tu ignorancia, curarte de tus enfermedades o prolongar tu vida siquiera un momento? Son sin embargo de alguna utilidad: cuando uno las abandona por amor de Jesucristo o las distribuye entre los pobres.
II. No te fíes en la amistad de los hombres: nada es más inconstante. El mejor de tus amigos puede llegar a ser el más encarnizado enemigo. No te apoyes en tu reputación, la calumnia te la puede arrebatar; no cuentes con tu salud ni con tu espíritu, una enfermedad puede quitártelos. Oh Señor mío, por fin reconozco que, si Vos me abandonáis, ni todas las creaturas juntas podrían socorrerme; y aun cuando los hombres pudiesen valerme durante mi vida, ¿Podrían ellos, acaso, demorar aunque sea un momento la hora, de mi muerte, y defenderme ante el tribunal de Dios?
III. En Vos es, pues, Dios mío, en quien se debe esperar, y no en las riquezas frágiles e inciertas. En vano se dice que el dinero es todopoderoso, él no nos puede procurar la salud y la felicidad, sino en la medida en que lo despreciemos y lo arrojemos lejos de nosotros. Las creaturas son obstáculo a nuestra esperanza; si no poseemos los bienes de la tierra, todos nuestros suspiros serán por los bienes celestiales. Las riquezas son las trabas de nuestra esperanza; arrojemos, pues, los bienes de la tierra, si deseamos los del cielo. (Tertuliano).
La limosna Orad por los pobres.
ORACIÓN
Dios soberanamente bueno, que, entre otras eminentes virtudes, habéis acordado a la reina Santa Isabel la prerrogativa de apaciguar los furores de las guerras, haced, por su intercesión, que después de la paz de esta vida mortal, que os imploramos humildemente, lleguemos a la felicidad eterna. por 1. C. N. S. Amén.
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8 de julio SANTOS AQUILA y PRISCILA o PRISCA, * Mártires (Siglo I)
Lo poco que sabemos sobre Aquila y Priscila procede de la Sagrada Escritura. Ambos eran discípulos de San Pablo. Como su maestro, viajaron mucho y cambiaron con frecuencia de lugar de residencia. La primera vez que nos hablan de ellos los Hechos de los Apóstoles (18:1-3), acababan de partir de Italia, pues el emperador Claudio había publicado un decreto por el que prohibía a los judíos habitar en Roma. Aquila era un judío originario del Ponto. Al salir de Italia, se estableció en Corinto con su esposa, Priscila. San Pablo fue a visitarlos al llegar de Atenas. Al ver que Aquila era, como él, fabricante de tiendas (pues todos los rabinos judíos tenían un oficio), decidió vivir con ellos durante su estancia en Corinto. No sabemos si San Pablo los convirtió entonces a la fe o si ya eran cristianos desde antes. Aquila y Priscila acompañaron a San Pablo a Efeso; ahí se quedaron, en tanto que el Apóstol proseguía su viaje. Durante la ausencia del Apóstol, instruyeron a Apolo, un judío de Alejandría "muy versado en las Escrituras", que había oído hablar del Señor a unos discípulos del Bautista. Durante su tercer viaje a Efeso, San Pablo se alojó en casa de Aquila y Priscila, donde estableció una iglesia. El Apóstol escribe: "Saluda a Priscila y Aquila y a la iglesia de su casa." Y añade unas palabras de gratitud por todo lo que habían hecho: "Mis colaboradores en Jesucristo, que expusieron la vida por salvarme. Gracias les sean dadas, no sólo de mi parte, sino de parte de todas las iglesias de los gentiles." Estas palabras se hallan en la epístola de San Pablo a los romanos, lo cual prueba que Aquila y Priscila habían vuelto a Roma y tenían también ahí una iglesia en su casa. Pero pronto volvieron a Efeso, pues San Pablo les envía saludos en su carta a Timoteo. El Martirologio Romano afirma que murieron en Asia Menor, pero, según la tradición, fueron martirizados en Roma. Una leyenda muy posterior relaciona a Santa Priscila con el "Titulos Priscae", es decir, con la iglesia de Santa Prisca en el Aventino.
J. Ebersolt (1902) editó unas actas de Aquila y Priscila, que datan del siglo VII, también R. Schumacher, en Theologie und Glaube, vol. XII (1920), pp. 86-89.
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8 de julio SANTOS QUILIANO y COMPAÑEROS, * Mártires (689 d. C.)
Quiliano era un monje irlandés. En el año 686, antes o después de recibir la consagración episcopal, partió a Roma con once compañeros, y el Papa Conon le encargó predicar el Evangelio en Franconia (Badén y Baviera). El santo, asistido por el sacerdote Colmano y el diácono Totnano, convirtió y bautizó a numerosos paganos en Würzburg. Entre dichos convertidos figuraba el duque de la ciudad, Gosberto. Una biografía medieval narra en la forma siguiente el martirio de San Quiliano: El duque había contraído matrimonio con Geilana, la viuda de su hermano. San Quiliano le indicó que tal matrimonio era inválido, y el duque prometió separarse de Geilana; pero ésta, enfurecida, aprovechó la ausencia de su esposo, quien había partido a una campaña militar, para que sus esbirros decapitaran a los tres prisioneros. Consta con certeza que Quiliano, Coimano y Totnano evangelizaron realmente la Franconia y la Turingia oriental y que fueron mártires; pero hay razones para dudar sobre la autenticidad de la leyenda que acabamos de relatar. Algunos autores atribuyen el asesinato a Gosberto y tal versión no es verosímil, ya que, dadas las circunstancias y la época, es probable que Gosberto y Geilana hayan tratado de suprimir, de común acuerdo, a aquellos misioneros que predicaban una doctrina tan exigente en cuestiones de moral. El culto de San Quiliano existió en Irlanda, así como en las diócesis de Würzburg, Viena y algunas otras.
En Acta Sanctorum, julio, vol. II, hay dos biografías medievales de San Quiliano. Véase también Gougaud, Gaelic Pioneers of Christianity, pp. 140-141, y Les saints irlandais hors d´Irlande, pp. 125-129. Las obras más recientes se hallan citadas en Analecta Bollandiana, vol. LXXI (1953), pp. 450-463.
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Quiliano era un monje irlandés. En el año 686, antes o después de recibir la consagración episcopal, partió a Roma con once compañeros, y el Papa Conon le encargó predicar el Evangelio en Franconia (Badén y Baviera). El santo, asistido por el sacerdote Colmano y el diácono Totnano, convirtió y bautizó a numerosos paganos en Würzburg. Entre dichos convertidos figuraba el duque de la ciudad, Gosberto. Una biografía medieval narra en la forma siguiente el martirio de San Quiliano: El duque había contraído matrimonio con Geilana, la viuda de su hermano. San Quiliano le indicó que tal matrimonio era inválido, y el duque prometió separarse de Geilana; pero ésta, enfurecida, aprovechó la ausencia de su esposo, quien había partido a una campaña militar, para que sus esbirros decapitaran a los tres prisioneros. Consta con certeza que Quiliano, Coimano y Totnano evangelizaron realmente la Franconia y la Turingia oriental y que fueron mártires; pero hay razones para dudar sobre la autenticidad de la leyenda que acabamos de relatar. Algunos autores atribuyen el asesinato a Gosberto y tal versión no es verosímil, ya que, dadas las circunstancias y la época, es probable que Gosberto y Geilana hayan tratado de suprimir, de común acuerdo, a aquellos misioneros que predicaban una doctrina tan exigente en cuestiones de moral. El culto de San Quiliano existió en Irlanda, así como en las diócesis de Würzburg, Viena y algunas otras.
En Acta Sanctorum, julio, vol. II, hay dos biografías medievales de San Quiliano. Véase también Gougaud, Gaelic Pioneers of Christianity, pp. 140-141, y Les saints irlandais hors d´Irlande, pp. 125-129. Las obras más recientes se hallan citadas en Analecta Bollandiana, vol. LXXI (1953), pp. 450-463.
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8 de julio SAN PROCOPIO, Mártir (303 d. C.)
San Procopio fue un comerciante extranjero, un alemán católico, que tenía su comercio en Novgorod. Maravillado por la belleza de los oficios ortodoxos, abrazó la ortodoxia, repartió sus riquezas entre los indigentes e ingresó como monje al convento del Beato Varlaam de Ustiug, cerca de Novgorod. Poco tiempo después, rehuyendo la notoriedad, se alejó a la ciudad de Ustiug. Aquí eligió la difícil vida de necedad por Cristo, es decir, aparentar la demencia para llegar a tener una completa humildad. De esta manera se convirtió en el primer "necio" de Rusia. Muchos sufrimientos tuvo que aguantar durante el cumplimiento de su difícil sacrificio. Durante el verano y el invierno, portando 3 bastones de madera caminaba, descalzo y mal vestido, pernoctando en los atrios o, simplemente, sobre el suelo. Recibía limosnas de gente piadosa, pero, aunque estaba hambriento, nada aceptaba de los que mediante engaños habían adquirido sus riquezas, quedando así, sin comer nada durante varios días.
Una vez, durante una terrible helada, aquella durante la cual los pájaros en vuelo se congelan, el beato buscaba un refugio. En las casas no lo recibían. Hasta los perros, al lado de los cuales quería entrar en calor, huían de él. Procopio se estaba congelando. Repentinamente comenzó a soplar una templada brisa celestial y un ángel rozó su rostro. Gracias a todo esto, el beato entró en calor y volvieron sus fuerzas. Este milagro fue relatado por el beato a Simón, un clerigo de la catedral; además le pidió no difundirlo entes de su muerte.
Por sus sacrificios, el beato fue distinguido con el don de clarividencia. Un día se inclinó ente una niña de 3 años y les dijo: "He aquí a la madre de un gran santo." La niña fue la madre del Jerarca Esteban de Perm. En el año 1290, el beato durante una semana deambuló por la ciudad instando a los habitantes a arrepentirse y rezar, par que el Señor salve a la ciudad del destino de Sodoma y Gomorra (Génesis, capítulo 19). Nadie le creía. Repentinamente apareció en el cielo una nube siniestra. La nube crecía y crecía, de tal manera que el día se convirtió en noche. Centelleaban los relámpagos, bramaba el trueno con tanta fuerza que estremecía los muros de los edificios. El ruido de la tormenta tapaba el clamor de los habitantes. Todos tuvieron un presentimiento de destrucción y de muerte. Los habitantes corrieron a la catedral. Allí, ante el icono de la Anunciación, rezaba el beato. Y el milagro ocurrió. Una fragancia llenó el templo. El mirra que fluía del icono milagroso era tan abundante que se pudieron llenar todos los recipientes que se encontraban en la iglesia. La gente se untaba y se curaba de sus males. Después el sofocante aire refrescó y se asomó el sol. A 20 km. de Ustiug, en el prado de Kotovalsk las nubes desencadenaron granizo y relámpagos. El granizo quebró el bosque de muchos años, pero no produjo daño ni a la gente, ni a los animales. En recordación de la salvación de la ciudad de su destrucción, fue establecida la festividad del icono de la Virgen de Ustiug.
Conversando con la gente devota, cada palabra y cada acción del santo fueron consejos y prevenciones. En el año 1303 falleció el virtuoso Procopio, ya muy anciano, en las puertas del monasterio de Arjangelsk. Sobre su tumba ocurrieron muchos milagros. Están registradas también las apariciones del "elegido" de Dios.
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8 de julio SANTA WITBURGA, * Virgen (743 d. C.)
Witburga era la hija menor de Anna, rey de Anglia oriental. Lo mismo que sus santas hermanas, Witburga se consagró al servicio divino y durante varios años llevó una vida de gran austeridad en Holkham, cerca de la costa de Norfolk, donde más tarde se edificó una iglesia en su honor. A la muerte de su padre, la santa se trasladó a Dereham, que es actualmente un centro comercial de Norfolk, pero en aquella época era un sitio muy tranquilo y retirado. Ahí se le reunieron otras devotas doncellas. Witburga empezó entonces a construir un monasterio y una iglesia, pero no llegó a verlos terminados. Su muerte ocurrió el 17 de marzo de 743. La santa fue sepultada en el atrio de la iglesia de East Dereham; cincuenta años después, su cuerpo, que estaba perfectamente conservado, fue trasladado al interior de la iglesia. El año 974, Britnoto, abad de Ely, trasladó a su abadía el cuerpo de Santa Witburga y lo enterró junto a los de sus dos hermanas. En 1106, los restos de cuatro santas fueron trasladados al altar mayor de la nueva iglesia abacial: de Santa Sexburga y Santa Ermenilda no quedaban más que los huesos, el cuerpo de Santa Etelreda estaba entero, y el de Santa Witburga se conservaba fresco y flexible. Estos datos provienen del monje Tomás de Ely, quien escribió su historia de la abadía un año después de los hechos. El mismo autor afirma que brotó una fuente de agua clara en el sitio del atrio de la iglesia de Dereham, donde había estado sepultado el cuerpo de Santa Witburga; dicha fuente se conoce todavía en la actualidad con el nombre de la santa.
El relato de Tomás de Ely puede verse en la obra de Wharton, Anglia Sacra, donde se halla también una cita referente a Santa Witburga, tomada de Gesta Pontificum de Malmesbury. Véase Stanton, Menology, pp. 325 y 328.
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8 de julio SAN ADRIANO, * Papa (885 d. C.)
San Adriano sucedió al Papa Marino I en el año 884, durante una época particularmente tumultuosa de la historia del pontificado. El nuevo Pontífice adoptó al rey de Francia, Carlomán, por hijo espiritual y tomó medidas para impedir que el obispo de Nimes siguiese molestando a los monjes de la abadía de Saint Giles. También se dice que castigó con una severidad digna de sus crímenes al antiguo cortesano, Jorge del Aventino, y a la rica viuda de otro cortesano que había sido asesinado en el atrio de San Pedro. Como es bien sabido, en la Roma de fines del siglo IX se cometieron crímenes horribles. El año 885, el emperador Carlos el Gordo invitó a San Adriano a una dieta reunida en Worms. Ignoramos qué razones tenía para invitar especialmente al Papa; en todo caso, el emperador no llegó a ver cumplidos sus deseos, pues San Adriano enfermó durante el viaje y murió en Módena, en julio o en septiembre. Fue sepultado en la iglesia abacial de San Silvestre de Nonántola. El pontificado de San Adriano duró catorce o dieciséis meses; lo poco que sabemos sobre él, no nos proporciona ningún detalle sobre su santidad personal, pero lo cierto es que, desde su muerte, empezó a venerársele como santo en Módena. Su culto fue confirmado en 1891. Durante el breve pontificado de San Adriano III, Roma se vio asolada por la carestía y el Papa hizo cuanto estuvo en su mano por aliviar los sufrimientos del pueblo. Flodoardo, el cronista de la diócesis de Reims, le alaba como padre de sus hermanos en el episcopado.
Véase el Líber Pontificalis, vol. II, p. 225; y Mann, Lives of the Popes, vol. III, pp. 361-367.
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8 de julio SAN RAIMUNDO DE TOULOUSE,* Clérigo (1118 p.c.)
Raimundo Gayrard nació en Toulouse, a mediados del siglo XI. Sus padres le consagraron al servicio de la iglesia de San Sernin, de la que Raimundo fue miembro del coro. A la muerte de su esposa, con la que había sido muy feliz, el santo se entregó enteramente al socorro de los pobres, de los infortunados y de cuantos necesitaban alguna ayuda, con verdadero espíritu de caridad cristiana. Su bondad para con los judíos provocó algunas murmuraciones, no sólo porque éstos siempre se ayudan mutuamente, sino porque en aquella época, el pueblo no acataba el buen ejemplo de la Santa Sede, cuya actitud respecto de los judíos era de benevolencia y protección. San Raimundo fundó y dotó también una residencia gratuita para trece clérigos pobres, en memoriadel Señor y de los doce Apóstoles, y construyó dos puentes de piedra.
Finalmente el santo fue nombrado canónigo de la colegiata de San Sernin, donde dio ejemplo de sujeción a la regla y de observancia de la vida en comúb. Pero la actividad de San Raimundo dejó mayor huella en la construcción de la iglesia de San Sernin, cuya abundante colección de reliquias la convirtió en uno de los santuarios más famosos de la Edad Media. San Raimundo murió el 3 de julio de 1118 y fue sepultado en la residencia para clérigos pobres que habíafundado. Los Canónigos Regulares de San Juan de Letrán celebran la fiesta de San Raimundo el 8 de julio. En su tumba ocurrieron numerosas curaciones milagrosas. Su culto fue aprobado en 1652.
Casi todo lo que sabemos sobre este santo proviene de las lecciones latinas de un oficio compuesto por lo menos un siglo después de su muerte. Véase Acta Sanctorum, julio, Vol. l; y M. Aubert, L'église Saint-Sernin de Toulouse (1933).
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8 de julio SAN ADRIANO FORTESQUE, Mártir (1539 d. C.)
El beato Adriano Fortesque nació alrededor de 1476 en el seno de una familia noble de Devon, Inglaterra. Era sobrino de Ana bolena. Se casó con Ana Stonor, con la que tuvo dos hijos. Al morir su esposa, se casó con Ana Rede de Boarstall, que le dio tres hijos.
Fue esposo y padre virtuoso, juez de paz y Caballero de la Orden de Malta. Profesó en la Tercera Orden Dominica de Oxforf, imponiéndose una vida ascética. Mal visto por su virtud, fue encarcelado primero el 28 de agosto de 1534, liberado en la primavera de 1535, nuevamente fue encarcelado en febrero de 1539 siendo onfinado a la Torre de Londres. Lo condenaron a muerte por habers negado a prestar el juramento de fidelidad al rey en materia de religión. Fue decapitado el 8 o 9 de julio de 1539. El Papa León XIII lo beatificó el 13 de mayo de 1895.
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8 de julio BEATO EUGENIO III, Papa (1539 d. C.)
Pietro Bernardo Paganelli nació en Pisa. Era monje cisterciense, discípulo de San Bernardo de Claraval. A Eugenio le vetaron cualquier intervención y cualquier ingerencia en la gestión civil de la ciudad de Roma. Empezó entonces una larga peregrinación de ciudad en ciudad, llegando hasta Francia, donde celebró un par de sínodos y un concilio.
En Reims consiguió poner en marcha la II Cruzada que Calixto ya había propuesto. La guerra contra los musulmanes, a la que tomaron parte entre otros Luis VII y Conrado III de Alemania, se hizo, pero fue un sonado fracaso. Esta Cruzada la había promovida el incansable Bernardo de Chiaravalle, que se mantuvo siempre fielmente al lado del papa.
En 1153 murió Conrado III y le sucedió Federico Barbarroja. Eugenio tomó acuerdos con el nuevo emperador: con el tratado de Constanza Federico se comprometió en defender el «honor de la Iglesia» y el «Patrimonio de S. Pedro», mientras que el papa prometió la coronación y el «honor del Imperio». Con la seguridad de este apoyo Eugenio pudo regresar a Roma, se apoderó de ella, y llegó incluso a un acuerdo con los Romanos. Fue muy duro con Arnaldo de Brescia: le excomulgó y le echó de la ciudad.
Eugenio empezó la construcción de un «edificio nuevo» que está considerado el primer núcleo de los actuales edificios vaticanos, restauró a fondo la basílica de Santa María la Mayor. Dictó normas para la composición del Sagrado Colegio, que se constituyó oficialmente en 1150. Aprobó la Soberana Militar Orden de Malta. Murió en Tivoli y está enterrado en las Grutas Vaticanas.
Bernardo Paganelli, nació en los alrededores de Pisa, electo el 15 de Febrero de 1145; fallecido en Tívoli, el 8 de Julio de 1153 (el original dice 1151 pero es un error). En el mismo día que el Papa Lucio II sucumbió ya fuera a la enfermedad o a las heridas, el Sacro Colegio, previendo que el populacho romano haría un decidido esfuerzo por forzar al nuevo Pontífice a que abdicara su poder temporal y jurara alianza al Senatus Populusque Romanus, apresuradamente sepultó al difunto Papa en el Laterano y se retiró al remoto claustro de St.Caesareo sobre la Vía Apia. Aquí, por razones desconocidas, buscaron un candidato fuera de ese organismo, y unánimemente escogieron al monje cisterciense Bernardo de Pisa, abad del monasterio de Tre Fontane, sobre el lugar de martirio de San Pablo. Fue entronizado sin dilación en San Juan de Letrán como Eugenio III, y puesto que la residencia en la ciudad rebelde era imposible, el Papa y sus cardenales huyeron al campo. Su lugar de reunión fue en el monasterio de Farfa, donde Eugenio recibió la consagración episcopal. La ciudad de Viterbo, el hospitalario refugio de muchos de los afligidos Papas medievales, abrió sus puertas para recibirlo; y allá esperó el desarrollo de los acontecimientos. Aunque impotente frente al populacho romano, recibió seguridades de las embajadas de todas las potencias europeas que contaba con la simpatía y el cariñoso homenaje de todo el mundo cristiano.
En relación a sus progenitores, su lugar de nacimiento e incluso el nombre original de Eugenio, cada uno de sus biógrafos ha propuesto opiniones diferentes. Todo lo que puede afirmarse con certidumbre es que era de la noble familia de los Paganelli, y si recibió el nombre de Bernardo en el bautismo o sólo al entrar en religión, permanece incierto. Fue educado en Pisa, y después de su ordenación fue hecho canónigo de la catedral. Más tarde tuvo el puesto de vice-dominus o administrador de las temporalidades de la diócesis. En 1130 cayó bajo la influencia magnética de San Bernardo de Claraval; cinco años más tarde cuando el santo volvía del Sínodo de Pisa, el vice dominus lo acompañó como novicio. En el curso del tiempo fue utilizado por su orden en varios asuntos importantes; y por último fue enviado con una colonia de monjes a repoblar la antigua abadía de Farfa; pero el Papa Inocente II los colocó en cambio en la de Tre Fontane.
San Bernardo recibió la noticia de la elevación de su discípulo con asombro y alegría y dio expresión a sus sentimientos en la paternal carta dirigida al nuevo Papa, en el cual ocurre el famoso pasaje citado por reformadores, tanto auténticos como falsos: "¿Quién me concederá ver, antes de morir, la Iglesia de Dios como en los días de antaño cuando los Apóstoles lanzaban sus redes para una pesca, no de oro ni plata, sino de almas?". El santo, además, procedió a componer en sus pocos momentos de ocio ese admirable manual para Papas llamado "De Consideratione". Mientras Eugenio permanecía en Viterbo, Arnoldo de Brescia, quien había sido condenado al exilio de Italia por el Concilio en 1139, se aventuraba a regresar al inicio del nuevo pontificado y se entregaba a la clemencia del nuevo Papa. Creyendo en la sinceridad de su arrepentimiento, Eugenio lo absolvió y se unió a él en el ayuno penitencial y en la visita a la tumba de los Apóstoles. Si el veterano demagogo entró a Roma con ánimo de penitente, la vista de la democracia basada en sus propios principios lo hizo volver a su personalidad anterior. Se colocó a la cabeza del movimiento y sus incendiarias filípicas contra los obispos, cardenales e incluso contra el ascético pontífice que lo trató con extrema suavidad, influyeron en sus oyentes con tal furia que Roma semejaba una ciudad capturada por los bárbaros. Los palacios de los cardenales y los de la nobleza que apoyaban al Papa fueron destruidos hasta los cimientos; iglesias y monasterios fueron saqueados; la iglesia de San Pedro fue convertida en arsenal y los devotos peregrinos fueron asaltados y maltratados.
Pero la tormenta era demasiado violenta para que durara. Sólo un idiota podía fallar en comprender que una Roma medieval sin Papa no tenía medios de subsistencia. En Roma y sus alrededores se formó un fuerte partido formado por las principales familias y sus adherentes, a favor del orden y el Papado, y los demócratas fueron inducidos a escuchar palabras de moderación. Se presentó a Eugenio un tratado por el cual el Senado era conservado pero sujeto a la soberanía papal y juraba alianza al Supremo Pontífice. Los senadores iban a ser electos anualmente por elección popular y el poder ejecutivo residiría en un comité formado de entre ellos. El Papa y el senado tendrían cortes separadas y podría hacerse apelarse de las decisiones de una, en la otra. En virtud de este tratado Eugenio hizo una solemne entrada en Roma unos días antes de Navidad y fue saludado por el veleidoso populacho con un entusiasmo sin límites. Pero el sistema dual de gobierno probó ser impracticable. Los romanos demandaron la destrucción de Tívoli. Este pueblo había sido fiel a Eugenio durante la rebelión de los romanos y merecía la protección papal. Él por tanto se negó a permitir que fuera destruido. Los romanos se pusieron más turbulentos , y él se retiró a Castel S. Angelo, de allí a Viterbo y finalmente cruzó los Alpes a principios de 1146.
Ante el Papa había problemas de mucho mayor importancia que el mantenimiento del orden en Roma. Los principados cristianos en Palestina y Siria estaban amenazados con la extinción. La caída de Edessa (actual Urfa en el sur de Turquía, a 45 km. de la frontera con Siria) en 1144 había generado consternación en todo Occidente y ya desde Viterbo, Eugenio había dirigido un conmovedor llamado a la caballería de Europa para apresurarse en la defensa de los Santos Lugares. San Bernardo fue comisionado para predicar una Segunda Cruzada, y lo hizo con tal éxito que en menos de un par de años dos magníficos ejércitos, comandados por el rey de los Romanos y el rey de Francia, estaban en camino a Palestina. Que la Segunda Cruzada fuera un miserable fracaso no puede atribuirse ni a San Bernardo ni al Papa; pero es uno de esos fenómenos tan frecuentemente encontrados en la historia del Papado, que un Papa hecho para dominar a un puñado de súbditos rebeldes pudiera lanzar a toda Europa contra los sarracenos. Eugenio pasó tres ocupados y fructíferos años en Francia, decidido en la propagación de la fe, la corrección de errores y abusos, y el mantenimiento de la disciplina. Envió al cardenal Breakspear (el futuro Adrián IV) como legado a Escandinavia; entró en relaciones con los Orientales con vistas a la reunificación; procedió con vigor contra las nacientes herejías maniqueas. En varios sínodos (Paris, 1147; Tréveris, 1148), notablemente en el gran Sínodo de Reims (1148) se aplicaron los cánones sobre vestimenta y conducta del clero. Para asegurar la estricta ejecución de tales cánones, los obispos que ignoraran ponerlos en vigor fueron amenazados con la suspensión. Eugenio fue inexorable en el castigo de los indignos. Depuso a los metropolitanos de York y Mainz y, por un motivo que San Bernardo pensó que no era suficientemente grave, retiró el palio al arzobispo de Reims. Pero si el santo Pontífice a veces era severo, no era ésa su disposición natural.
"Nunca", escribió el venerable Pedro de Cluny a San Bernardo, "he encontrado un amigo más verdadero, un hermano más sincero, un padre más puro. Su oído estaba listo para escuchar, su lengua es rápida y poderosa para aconsejar. Tampoco se comporta como superior de uno, sino más bien como un igual o un inferior... Nunca le he hecho una petición que no atendiera , o si la ha negado lo hizo de tal modo que yo no pude razonablemente quejarme". En ocasión de la visita que hizo a Claraval, sus anteriores compañeros descubrieron para su alegría que "él que tan externamente brillaba en sus vestiduras pontificias, en su corazón continuaba siendo un monje observante".
La prolongada estadía del Papa en Francia fue de muchas maneras una gran ventaja para la Iglesia Francesa y acrecentó el prestigio del Papado. Eugenio también alentó el nuevo movimiento intelectual al que Pedro Lombardo había dado tanto impulso. Con la ayuda del cardenal Pullus, su canciller, quién había establecido la Universidad de Oxford sobre una base duradera, redujo a una mejor forma las escuelas de teología y filosofía. Animó a Graciano en su hercúlea tarea de ordenar las Decretales, y a él le debemos varias útiles regulaciones relativas a los grados académicos. En la primavera de 1148, el Papa regresó en fáciles etapas a Italia. El 7 de Julio reunió a los obispos italianos en Crémona, promulgó los cánones de Reims para Italia y solemnemente excomulgó a Arnaldo de Brescia, quien aún reinaba sobre el populacho romano. Eugenio, habiendo traído consigo una considerable ayuda financiera, comenzó a reunir a sus vasallos y avanzó hasta Viterbo y de allí a Tusculum. Aquí fue visitado por el rey Luis de Francia, a quién reconcilió con su reina, Eleanora. Con la ayuda de Roger de Sicilia, forzó su entrada a Roma (1149) y celebró Navidad en el Laterano. Su estadía no fue de larga duración. Durante los siguientes tres años la corte romana vagó en el exilio a través de Campania mientras ambos lados buscaban la intervención de Conrado de Alemania, ofreciéndole la corona imperial. Impulsado por las sinceras exhortaciones de San Bernardo, Conrado finalmente se decidió a bajar a Italia y poner fin a la anarquía en Roma. La muerte lo sorprendió en medio de sus preparativos el 15 de Febrero de 1152, dejando la tarea a su muy enérgico sobrino Federico Barbarroja. Los enviados de Eugenio habiendo concluido en Constanza, en la primavera de 1153, un tratado con Federico favorable a los intereses de la Iglesia y del imperio, y los más moderados de los romanos viendo que los días de la democracia estaban contados, se unieron a los nobles en derrocar a los seguidores de Arnoldo y el Pontífice fue capaz de pasar sus últimos días en paz.
Se dice que Eugenio se había ganado el afecto del pueblo por su afabilidad y generosidad. Murió en Tívoli, a donde había ido para evitar los calores del verano, y fue sepultado en el altar mayor de San Pedro, en Roma. San Bernado lo siguió a la tumba (el 20 de Agosto). "El modesto pero astuto alumno de San Bernardo", dice Gregorovius, "había siempre continuado usando el burdo hábito de Claraval debajo de la púrpura; las virtudes estoicas del monasticismo le acompañaron a través de su tormentosa carrera y le confirieron ese poder de la resistencia pasiva que ha permanecido siempre el arma más efectiva de los Papas". Pío IX por un decreto del 28 de Diciembre de 1872, aprobó el culto que desde tiempo inmemorial los paisanos han rendido a su paisano y ordenó fuera honrado con Misa y Oficio ritu duplici en el aniversario de su muerte.
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