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- Nuestra Señora de Chiquinquirá (Patrona de Colombia)
- San Zenón, Mártir
- Santos Mártires de Gorkum
- San Nicolás Pieck, Mártir
- San Leonardo Vechei, Mártir
- San Nicolás Janssen, Mártir
- San Adrián Van Hivarenbeek, Mártir
- San Godofredo Van Fuynen, Mártir
- San Jerónimo Weerden
- San Juan Von Oosterwyk, Mártir
- San Antonio Van Willehad, Mártir
- San Nicasio Van Heeze, Mártir
- San Jacobo Lacops, Mártir
- San Andrés Wouters, Mártir
- Santa Verónica de Julianis, Virgen
- Santas Floriana de Roma, Mártires
- San Juan Fisher, Mártir
- Santa Everilda, Virgen
- Beato Godofredo Duneo, Mártir
- Beato Jaime, Mártir
- Beato Cornelio, Mártir
- Mártires de China II
- Beato Gregorio Grassi, Mártir
- Beato Francisco Fogolla, Mártir
- Beato Elías Facchini, Mártir
- Beato Teodorico Balat, Mártir
- Beato Andrés Bauer, Mártir
- Beato Juan Wang, Mártir
- Beato Patricio Tong, Mártir
- Beato Felipe Chang, Mártir
- Beato Juan Chang, Mártir
- Beato Tomás Sen-Ki-Kuo, Mártir
- Beato Simón Chen, Mártir
- Beato Francisco Tchang Yun, Mártir
- Beato Santiago Tchao, Mártir
- Beato Matías Fun Te, Mártir
- Beato Santiago Yen Kutun, Mártir
- Beato Pedro U-ngan-pan, Mártir
- Beato León Ignacio Mangin, Mártir
- Beato Modesto Andlauer, Mártir
- Beato Pedro Chang Panien, Mártir
- Beato Pedro Wang, Mártir
- Beato Antonio Fantosati, Mártir
- Beato José Gámbaro, Mártir
- Beato Cesidio Giacomantonio, Mártir
- Beato Agustín Zhao Rong, Mártir
- Beato Elia Facchini, Mártir
- Beata María Herminia Grivot, Mártir
- Beata María Giuliani, Mártir
- Beata Clara Nanetti, Mártir
- Beata Natalia Kerguin, Mártir
- Beata María Saint-Just Moreau, Mártir
- Beata Amandina Jeuris, Mártir
- Beata Adolfina Dieck, Mártir
- Beata Juana Scopelli, Virgen
- Las Mártires de Orange
- Beata María Rosa Doyle, Mártir
- Beata Marta Cluse, Mártir
- Beata Teoctista Pélissier, Mártir
- Beata Pelagia Bés. Mártir
- Beata Melania de Guilhermier, Mártir
- Beata Ifigenia de Gaillard, Mártir
- Beata Ángela de Rochet, Mártir
- Beata Juana de Reggio, Virgen
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9 de julio NTRA. SRA. DE CHIQUINQUIRÁ Patrona de Colombia
"Reina de Colombia por siempre serás"
Bendice a todos los peregrinos que visitan tu Santuario y a todos los devotos que te invocan; serena los corazones y líbralos del odio que disgrega y de la ambición que corrompe, bendice ¡oh! Madre Santísima a esta República que se consagra a Ti y has ver que nuestra Patria, Colombia, es una nación de orden, libertad y progreso
Cuenta la tradición que entre los primeros conquistadores del Nuevo Reino de Granada, Antonio de Santana, encomendero de los pueblos de Suta y Chiquinquirá, era especialmente devoto de la Virgen del Rosario. Por este motivo edificó en el pueblo de Suta su dormitorio y pequeña capilla.
Deseando poner en ella una imagen de la Madre de Dios, comisiona a Fr. Andrés de Jadraque para que haga pintar en Tunja por Alonso de Narváez una imagen de Nuestra Señora del Rosario en una manta de algodón. Alonso de Narváez, en su paleta usó colores al temple, con pigmentos naturales tomados de la composición mineral de la tierra y del zumo de hierbas y flores de la región. Como el lienzo era casi cuadrado (44 pulgadas de alto por 49 de ancho), el artista balanceó y completó el espacio añadiendo, a los lados de la Virgen del Rosario, las imágenes de San Antonio de Padua y de San Andrés Apóstol por ser el primero patrono del encomendero que solicitaba la imagen y el segundo, del fraile que la había mandado a hacer.
Luego que Santana recibió la imagen, acomodó el lienzo en un bastidor de madera y lo expuso en el altar la capilla techada de paja en la que se filtraba la lluvia y con ella la humedad del ambiente. Esto, unido a la acción del aire y el sol dejaron la pintura en tan mal estado que muy pronto era ya imposible reconocer lo que había sido pintado en ella. En 1577 la deteriorada imagen fue llevada al sitio de Chiquinquirá y abandonada en el cuarto que tiempo atrás sirviera de oratorio a la familia. Ocho años más tarde llegó a este lugar María Ramos, una piadosa sevillana, cuñada del difunto Santana, quien después de arreglar y limpiar la modesta capilla colocó en ella el borroso lienzo que un día llevara la imagen de la Virgen del Rosario. El viernes 26 de diciembre de 1586, se disponía a salir de la capilla, cuando una india cristiana le llamó la atención hacia la imagen, que aparecía rodeada de vivos resplandores. Volvió el rostro María Ramos y fue grande su asombro al advertir la transformación que se había obrado en el lienzo, cuyos colores, antes tan borrosos y desteñidos, aparecían ahora vivos y claros: había recobrado prodigiosamente su color y su brillo original en una restauración instantánea, que cerró los rasguños y agujeros de la tela cubriéndolos de luz y color.
La Virgen del Rosario que ocupa el centro del cuadro mide aproximadamente un metro de alto; su mirada se vuelve hacia la izquierda, desviando la atención hacia el Niño casi desnudo que lleva en sus brazos. Es una imagen serena cuya delicada sonrisa irradia gran dulzura. El color de su rostro es pálido, lo mismo que el del Niño. Curiosamente, éste lleva en la mano derecha un pajarito de vivo plumaje que un cordel sujeta a su dedo pulgar y de la mano izquierda deja colgar un pequeño rosario.
Nuestra Madre apoya su cuerpo sobre una media luna, en una posición que sugiere que va de camino. Cubre su cabeza una toca blanca recogida sobre el pecho, y un manto azul celeste envuelve su vestido de color rosado. Con el dedo meñique de su mano izquierda sostiene un rosario que le cae en el medio del cuerpo y en la mano derecha porta un cetro de reina. El cuadro conserva las huellas del pasado deterioro y es cosa notable el que las figuras, que de cerca se ven imprecisas o borrosas, adquieren su relieve y profundidad cuando se observan a cierta distancia. Al lienzo se le han superpuesto dos coronas, un cetro, dos rosarios y 27 escudos de oro que dan un hermoso relieve al cuadro, cuyo marco, formado por semicircunferencias de plata, porta las insignias de la condecoración presidencial. Durante trescientos años el cuadro de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá se presentó a los fieles sin protección alguna, contándose por millares los objetos que anualmente tocaban la endeble tela de algodón. Los devotos usaban largas varas o cañas para hacer llegar hasta el bendito lienzo diversos objetos de devoción. Es algo realmente admirable que la tela se conserve intacta, a pesar de que tanta manipulación, por fuerza debió haber destruido totalmente el frágil tejido de algodón. Desde 1897 un grueso cristal protege la pintura de las inclemencias del tiempo y del roce con los devotos peregrinos.
Pío VII la declaró patrona de Colombia en 1829 concediéndole fiesta litúrgica propia. "La Chinita" como la llama su pueblo, fue coronada canónicamente en 1919 y su santuario declarado Basílica en 1927.
HIMNO MARIANO
Reina de Colombia, por siempre serás. Es prenda tu nombre de júbilo y paz. Desde tu Santuario a nosotros ven pues eres la egregia Virgen del Rosario, con corona regia ceñirán tu sien. La Nación entera con culto filial, tus glorias pregona, tu Imagen venera, y en tu honor entona un Himno Triunfal.
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9 de julio SAN ZENÓN,* Mártir
Muchos son los llamados, mas pocos los elegidos. (Mateo, 20,16).
Si la conversión de un pecador es para los ángeles motivo de alegría, qué júbilo no habrán experimentado viendo a Zenón en el cielo, acompañado de esa multitud inmensa de cristianos que con él sufrieron el martirio. Esos soldados de Jesucristo animábanse unos a otros a sufrir generosamente por la causa de su Dios; hubiérase dicho que marchaban a un triunfo y no a un combate. Ninguno temía los tormentos; todos pedían a Dios constancia, para sí mismos y sus compañeros.
MEDITACIÓN SOBRE LA MANERA DE CONDUCIRNOS CON NUESTRAS RELACIONES
I. Nos asemejamos a quienes frecuentamos; hacemos lo que vemos hacer, sin preocuparnos de si tal es la voluntad de Dios. Concluye de ahí que tu salvación depende, en gran parte, de aquellos con quienes vives. Si tienes ante los ojos ejemplos de virtud, practicarás la virtud; si tienes malos ejemplos, obrarás el mal. Oh Dios mío, decía San Bernardo, cuán agradecido estoy de que me hayáis separado del mundo. Este claustro, esta celda, esta casa, hermanos míos, todo lo que veo me lleva a la devoción. ¡Oh siglo perverso, donde se tiene vergüenza de no ser perverso con los perversos! (San Agustín).
II. Considera las virtudes de aquellos a quienes frecuentas y, a ejemplo de Zenón, imita lo que haya de más perfecto en cada uno de ellos. Admiras la modestia en uno, la humildad en otro, la caridad, la mortificación: haz como la abeja, que elige lo mejor que hay en cada flor para elaborar su miel. ¿No haces lo contrario? ¿No imitas el mal que ves que los demás cometen?
I1l. No hay reunión de hombres, por santa y perfecta que sea, que no contenga algo imperfecto. No hagas lo que censurarías en otro; y cuando notes alguna imperfección en alguno de tus hermanos, mira si no tienes los mismos defectos. En una palabra, no mires las faltas de los demás, sino piensa más bien en corregirte tú mismo. Ignóranse los propios defectos mientras se consideran los ajenos. (San Bernardo).
La huida de las malas compañías Orad por los que están en peligro de ofender a Dios
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, Dios omnipotente, que la intercesión del bienaventurado Zenón, vuestro mártir, cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de Vuestro augusto Nombre. Por J. C. N. S. Amén.
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9 de julio LOS 19 SANTOS MÁRTIRES DE GORKUM (*)
Once franciscanos del convento de la pequeña ciudad holandesa de Gorcum, junto con otros ocho sacerdotes y religiosos, fueron martirizados por los calvinistas en Brielle por negarse a apostatar de la fe y, en especial, a retirar su obediencia al Papa.
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La primera página de la historia de la nacionalidad holandesa está manchada de sangre. Hoy quisieran borrarla todos los holandeses, aun los protestantes más reaccionarios. Fueron jornadas inexplicables en un pueblo que pasa como prototipo de cordura y de sentido de tolerancia.
Para comprender lo que entonces sucedió precisa trasladarse al clima político y religioso, también social, de los Países Bajos de la segunda mitad del siglo XVI, ricos y superpoblados, invadidos por los predicantes calvinistas y alzados en guerra sin cuartel contra el dominio español.
El año 1566, con la aparición en escena del partido de los gueux o "mendigos", señala el comienzo de una serie de devastaciones iconoclastas en todo el Flandes español, no sin connivencia de la nobleza. Felipe II envía al duque de Alba. La sola presencia del gran estratega, alma recta y mano dura, impone el orden y el silencio. Silencio rencoroso, precursor de las grandes catástrofes. Guillermo de Nassau saca partido de la situación para levantar la bandera de la independencia. El de Alba le derrota en todos los frentes. Pero allí queda la pesadilla de los "mendigos del mar", guarecidos en las islas que ciñen la costa. Gente desgarrada, rebotada de todos los países, sin otro vínculo que el odio a los papistas y la sed de pillaje.
Desde 1571 los manda el conde de la Marck, que ha jurado no raparse la barba ni cortarse las uñas hasta el día en que haya vengado, en los sacerdotes y religiosos, la muerte de los condes de Egmont y de Hornes, ajusticiados por los españoles. Un golpe audaz le ha puesto en posesión de la importante plaza fuerte de Brielle, en la desembocadura del Mosa. Iglesias y conventos son saqueados, quemadas las imágenes, asesinados con crueldad refinada los eclesiásticos que no logran ponerse a salvo.
El 25 de junio de 1572 una flotilla, mandada por el capitán Marino Brant, atacaba la pequeña ciudad de Gorkum. Las fuerzas fieles al rey hubieron de hacerse fuertes en la ciudadela, donde fueron a refugiarse todos los sacerdotes y religiosos. Pertenecían al clero secular el párroco Leonardo Vechel, su coadjutor Nicolás Jarissen y un anciano de setenta años, por nombre Godofredo van Duynen. Los dos primeros en la plenitud de sus fuerzas y de su celo pastoral, intrépidos defensores de su grey y llenos de caridad con los pobres. El anciano vivía retirado en su casa de Gorkum, debido al trastorno de sus facultades mentales, que no le impedía ejercer las funciones sacerdotales ni llevar una intensa vida interior.
El grupo más importante de los refugiados estaba formado por trece franciscanos de la Observancia, que componían, con algunos más, la comunidad existente en la ciudad. Gobernábala como guardián un religioso de dotes excepcionales, el padre Nicolás Pieck, joven de treinta y ocho años, en cuyo semblante se espejaban a la par la penetración de la mente y la limpidez serena del espíritu. Era su vicario el padre Jerónimo de Weert, de trato agradable y ejemplar en la guarda de sus obligaciones religiosas. Venían después los padres Nicasio de Heeze, eximio director de almas; Teodoro van der Eem, anciano de setenta años que desempeñaba la capellanía del monasterio de religiosas de la Tercera Orden; Willehald de Dinamarca, venerable y austero nonagenario, expulsado de su patria por la persecución protestante; Antonio de Weer, Antonio de Hoornaaxt, el recién ordenado Francisco van Rooy, y un padre Guillermo, que constituía la nota discordante del cuadro, pues tenía contristada a la comunidad con su conducta poco regulada. Completaban la comunidad los hermanos legos fray Pedro de Assche, fray Cornelio de Wyk-by-Duurnstende y el novicio de dieciocho años fray Enrique.
Había también un religioso agustino, el padre Juan de Oosterwyk, capellán del segundo monasterio de religiosas de Gorkum. Las dos comunidades femeninas habían sido Puestas a salvo con anterioridad.
Asimismo habían dejado la ciudad a tiempo los canónigos del Cabildo; a excepción del doctor Pontus van Huyter, administrador de los bienes capitulares. Se hallaba con los demás en el castillo.
En la noche del 27 de junio la guarnición tuvo que capitular. Brant juró respetar la vida y la libertad de todos los defensores y refugiados. Pero ¿podía confiarse en la palabra de aquélla gente? Como primera precaución todos se confesaron y se aprestaron con el Pan de los fuertes para la inmolación.
Las escenas que siguieron vinieron a confirmar plenamente los presentimientos. Primero el saqueo general. Después el despojo de los detenidos uno a uno. Los gueux querían dinero, y como los franciscanos, fieles cumplidores de su regla, no lo llevaban, fueron maltratados sin piedad. El hallazgo de los cálices y demás vasos sagrados, ocultados en la torre, dio pie para una orgía sacrílega. Durante ocho días tuvieron que soportar cuantas burlas y crueldades es capaz de inventar una soldadesca ebria: parodias litúrgicas, simulacros de ejecución, torturas inauditas. Al padre Pieck le suspendieron con su propio cordón; éste se rompió, y el guardián cayó al suelo sin sentido. Los verdugos, para comprobar si había muerto, aplicáronle una llama a los oídos, a la nariz y en el interior de la boca.
Para curarle fue preciso llamar un cirujano, que resultó ser su propio cuñado, ardid de que se sirvieron los familiares para ver de libertarlo, como ya se había conseguido con otros dos sacerdotes. El padre Pieck, en efecto, era natural de Gorkum, donde tenía parientes y amigos de influencia. Merced a ellos tuvo desde el primer momento la libertad en su mano. Su respuesta, sin embargo, lo mismo ante el cirujano que ante sus dos hermanos, ladeados ya hacia la herejía y empeñados hasta el trance final en doblegarle con ruegos, persuasiones y amenazas, fue invariablemente la del superior fiel a su puesto:
-No aceptaré la libertad si no es juntamente con mis religiosos.
El 7 de julio eran conducidos a Brielle. Los reclamaba el conde de la Marck desde su cuartel general. Y el emisario de confianza fue el canónigo apóstata Juan de Omal, auténtica estampa de renegado. Las befas y malos tratos se multiplicaron durante el trayecto y a la llegada al puerto de Brielle. Medio desnudos y atados de dos en dos fueron conducidos a la ciudad, entre los insultos soeces del populacho, y obligados a parodiar una procesión. El canto escogido por los confesores de la fe fue el Te Deum.
En la inmunda cárcel donde fueron hacinados hallaron a los párrocos Andrés Wouters y Andrés Bonders. Aquel mismo día se les unieron dos religiosos premonstratenses: Jacobo Lacops, que seis años antes había dado el escándalo de hacerse pastor protestante, pero lo había reparado con una vida ejemplar, y Adrián de Hilvarenbeek. Sumaban en total veintitrés los prisioneros.
Era demasiado hermoso. El conde de la Marck y su satélite Juan de Omal buscaban la apostasía. Y se iniciaron taimados interrogatorios, proposiciones, disputas sobre puntos de fe. Fue conmovedora la respuesta en que se cerró el lego fray Cornelio, ante las capciosas argumentaciones:
-Yo creo todo lo que cree mi superior.
Hubo defecciones dolorosas. Pontus van Huyter y Andrés Bonders lograron la libertad claudicando. El guardián hubo de sufrir el ataque supremo de los suyos: ¡qué le costaba lograr que sus religiosos, sin negar ningún artículo de la fe, retiraran la obediencia al Papa, al menos fingidamente!
A la una de la mañana del día 9 fue la ejecución. Pieck subió el primero a la horca, sin dejar de animar a los demás. Ante el patíbulo hubo aún otras dos deserciones: la del padre Guillermo, tibio hasta el final, y la del novicio imberbe fray Enrique. Los demás afrontaron la muerte con serenidad, resistiendo hasta el final las insinuaciones de los ministros calvinistas.
Los diecinueve fueron canonizados por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Los pormenores del martirio, con las noticias concernientes a cada uno de los santos, constan día a día por las fuentes más veraces que pudieran desearse. El escritor Pontus van Huyter lavó la mancha de su defección escribiendo más tarde el relato verificado de cuanto había presenciado. Hay otros relatos contemporáneos, basados en testigos oculares, entre éstos el mismo novicio fray Enrique, que hizo penitencia, ingresando de nuevo en la Orden. La obra fundamental es la de V. G. Estius (Van Est), Historia Martyrum Gorcomiensium (Douai 1603). El autor conoció personalmente a casi todos los mártires y se informó diligentemente. Modernamente ha hecho el estudio definitivo, en la colección «Les Saints», H. Meuffels, C.M., Les Martyrs de Gorcum (París 1908).
LÁZARO DE ASPURZ, O. F. M. CAP
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9 de julio
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SAN NICOLÁS PIECK Y COMPAÑEROS, Mártires
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A |
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Los calvinistas ahorcaron en Gorkum, cerca de Dordrecht, a diecinueve sacerdotes y religiosos, a causa de su fe. Once de los mártires eran Frailes Menores de la Observancia en el convento franciscano de Gorkum. Entre ellos se contaban San Nicolás Pieck, guardián del convento y San Jerónimo Weerden, su vicario. Junto con ellos fueron ejecutados el anciano Juan Van Oosterwyk, canónigo regular de San Agustín, los sacerdotes diocesanos Leonardo Vechei, Nicolás Janssen y Godofredo Van Fuynen; los premonstratenses Adrián Van Hilvarenbeek y Jacobo Lacops, el último de los cuales había sido muy negligente en la observancia religiosa, a pesar de las amonestaciones de sus superiores y, finalmente, el sacerdote diocesano Andrés Wouters, quien pasó directamente de una vida de pecado a la prisión y al martirio. En junio de 1572, el destacamento calvinista antiespañol conocido con el nombre de "armada de los piratas" se apoderó de la ciudad de Gorkum. Desde el 26 de junio al 5 de julio, los franciscanos y otros cuatro sacerdotes estuvieron a merced de los soldados, los cuales los trataron con increíble crueldad, en parte por odio al catolicismo y, en parte, por el deseo de que revelasen dónde se hallaban escondidos los vasos sagrados. El 5 de julio, el almirante Lumaye, barón de la Marck, dio orden de que trasladasen a los prisioneros a Briel. En cuanto desembarcaron éstos en el puerto, el 7 de julio, fueron conducidos, medio desnudos, a la plaza central. Los esbirros los colocaron de manera que la comitiva simulase una procesión burlesca y los obligaron a cantar las letanías de la Virgen, cosa que los mártires hicieron con gran gozo. Esta tarde y la mañana siguiente, fueron interrogados por los ministros calvinistas en presencia del almirante. Aunque se les ofreció la libertad a condición de que abjurasen de la doctrina católica de la Eucaristía, ninguno de los mártires cedió. Ese mismo día, el almirante recibió una carta de las autoridades de Gorkum, en la que éstas se quejaban del arresto de los padres, y otra carta del príncipe de Orange, en la que se le ordenaba poner en libertad a los prisioneros. Por otra parte, dos de los hermanos del Padre Nicolás Pieck se presentaron a interceder por él. El almirante respondió que pondría en libertad a todos los sacerdotes con tal de que renunciasen a sostener la supremacía pontifica. Los prisioneros se negaron a ello, y los hermanos del Padre Pieck no lograron inducir a éste a abjurar de la fe y abandonar a sus hermanos en religión. Poco después de la medianoche, se ordenó a un sacerdote apóstata de Lieja, que condujese a los prisioneros a un monasterio abandonado, situado en Ruggen, en las proximidades de Briel, conocido con el nombre de Santa Isabel. Había allí un local amplio, semejante a un granero, que servía de depósito para hierba seca, que allí se precisaba en abundancia. Había en este lugar dos vigas, una larga y otra más corta, que parecieron a los soldados ser a propósito para colgar de ellas a sus prisioneros. Los condujeron a aquel granero, mientras ellos, convencidos de que morirían por defender su fe católica, mutuamente se confortaban en el espíritu y oraban al Señor con fervor para que les ayudara en aquel trance definitivo. Cada uno, según Dios le inspiraba, confortaba a los demás, animándose con la esperanza de conquistar la retribución imperecedera y con la posesión definitiva del reino de los cielos, exhortándose también a soportar con valor cuantos suplicios les esperaban, sin perder el ánimo y venciendo la muerte corporal. Después los despojaron de sus vestidos y los dejaron totalmente desnudos. El padre Guardián fue escogido el primero para sufrir aquel horrendo suplicio. Abraza y besa a cada uno, y con palabras graves les exhorta a que permanezcan fieles en la fe católica; y que mueran con valentía por ella, manteniendo el espíritu y amor de fraternidad que durante su vida les había unido en la vida religiosa, permaneciendo fieles hasta la muerte en la misma fe y en el mismo espíritu, sin perder en aquélla hora final el amor que toda su vida les había mantenido unidos; que tenían ya cercano el premio que Dios les había prometido y por el que venían luchando toda su vida: la corona eterna de la felicidad; que preparadas estaban estas coronas, pendientes de posarse sobre sus cabezas; que por cobardía no las despreciaran en aquel trance; finalmente, que siguieran su ejemplo con valor ante el suplicio. Diciendo estas palabras y otras parecidas, con intrepidez sube las gradas del patíbulo; con rostro cargado de paz y de cristiana alegría, avanza y no deja de pronunciar frases de aliento hasta que su garganta queda atrapada por las cuerdas de la horca. Su cuerpo pende en el aire. Y el vicario, padre Jerónimo, Ecio Nicasio y los dos párrocos, Leonardo y Nicolás, se dedican a reafirmar a sus compañeros, cumpliendo en aquel trance supremo su labor pastoral definitiva. Todos fueron colgados de la viga más larga, excepto cuatro. Tres de éstos pendían en la viga más corta; entre el padre Guardián y el hermano lego, fray Cornelio, se hallaba Godofredo Duneo; el último en ser ahorcado fue Jaime, premonstratense, que pendía de una escalera. Por lo demás, los soldados, con gran sarcasmo, no a todos les colocaron las cuerdas en el cuello, sino que a unos se las pusieron en la boca, a modo de mordaza; a otros, en la barbilla; incluso algunos lazos eran flojos, para prolongar más el suplicio. Aquellos esbirros emplearon en tan horrendo crimen dos largas horas, a partir de la media noche. San Jacobo Lacops fue colgado de una escalera y los demás de las dos argollas arriba mencionadas. San Antonio Van Willehad tenía noventa años de edad. La ejecución fue una verdadera carnicería. Todos los mártires tardaron largo tiempo en morir, y San Nicasio Van Heeze no expiró sino hasta el amanecer. Los verdugos mutilaron los cuerpos, aún antes de que desapareciese todo signo de vida. Como los mártires de Inglaterra y Gales, estos sacerdotes dieron la vida por la fe católica en general y, en particular, por defender la doctrina católica de la Eucaristía y de la supremacía del romano Pontífice. Los cadáveres fueron ignominiosamente arrojados dentro de dos zanjas. En 1616, durante una tregua de la guerra entre España y las Provincias Unidas, los restos fueron desenterrados y trasladados a la iglesia de los franciscanos en Bruselas. La canonización tuvo lugar en 1867.
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9 de julio BEATO SIMÓN TCHEN Mártir (1900)
Beato Simón Tcheng (1854-1900). Franciscano seglar. Fámulo de Mons. Fogolla. Nació de padres católicos viejos y muy fervorosos. Ingresó en el seminario, pero la mala salud le obligó a dejarlo. Entró después al servicio de su párroco, el P. Francisco Fogolla, a quien sirvió durante 30 años, siendo siempre un «siervo bueno y fiel». Fue ejemplo de piedad y humildad para la comunidad cristiana. Ingresó en la Tercera Orden Franciscana, y procuró vivir la espiritualidad evangélica y franciscana en el amor a Dios y a los hermanos, en la pobreza y en la intimidad con Dios. Se dedicó gustoso a la catequesis de niños y adultos. Permaneció voluntariamente célibe para dedicar su vida al servicio de los demás. Con su obispo y cuatro seminaristas viajó a Italia para participar en el Congreso Misional de Turín en 1899, siendo el ecónomo de la comitiva. Inmoló serenamente su vida por Cristo y su fe el 9 de julio de 1900.
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9 de julio BEATO TOMÁS SEN-KI-KUO Mártir (1900)
Beato Tomás Sen-Ki-Kuo (1851-1900). Franciscano seglar. Nació en el seno de una familia cristiana pobre y temerosa de Dios, y desde niño comenzó a frecuentar los sacramentos. Mons. Fogolla lo admitió a la profesión en la Tercera Orden franciscana. A los 24 años entró al servicio del sacerdote chino Pablo Chang, pero poco después tuvo que retirarse a causa de una grave enfermedad. Recuperada la salud, entró al servicio de Mons. Grassi, a quien sirvió por espacio de diez años como verdadero modelo de fidelidad y obediencia. Obispo y fámulo se entendían a la perfección y, al desatarse la persecución, juntos sufrieron valerosamente el martirio por Cristo. Tomás tenía 49 años de edad..
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9 de julio BEATO JUAN TCHANG Mártir (1900)
Beato Juan Tchang (1882-1900). Seminarista. Era el primogénito de cinco hermanos, y sus padres, fervientes católicos, murieron cuando él era todavía un niño. En el seminario menor hizo rápidos progresos en los estudios, de modo que los superiores lo encargaron de enseñar las ceremonias, el latín y otras materias escolares a los compañeros más lentos para el aprendizaje. De carácter dinámico y fuerte, cuando era vencido por su forma de ser lo reconocía cándidamente ante su rector, el después obispo mártir Francisco Fogolla. En 1897 recibió las órdenes menores, y por los mismos días recibió el hábito de la Tercera Orden franciscana de manos del también mártir Elías Facchini que admiraba su índole noble y sus virtudes no comunes. Un compañero suyo, que no tuvo la gracia del martirio, lo describió así: «Juan era modelo para todos nosotros por su diligencia, empeño y constancia en el estudio. Era fervoroso en la oración, se acercaba devotamente a la comunión, participaba activamente en la santa Misa, y hacía largas meditaciones. Había logrado moderar su carácter vivaz con una amable dulzura. Todos aprendimos de él». Al desatarse la persecución, fue hecho prisionero. Tuvo la oportunidad de huir, pero no quiso. Le propusieron renegar de su fe, y él lo rechazó enérgicamente. Recibió la palma del martirio el 9 de julio de 1900 cuando tenía dieciocho años.
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9 de julio BEATO FELIPE TCHANG Mártir (1900)
Beato Felipe Tchang (1880-1900). Seminarista. Nació en 1880, hijo de fervorosos cristianos. A los dieciséis años entró en el seminario menor, donde se mostró dócil, manso y sobre todo devoto. Tardo de ingenio, encontró muchas dificultades en el estudio y sobre todo en el aprendizaje del latín, pero supo superar ese obstáculo con el esfuerzo propio de las almas generosas y nobles que saben hacer frente a todo para realizar su propio ideal. Tanto los superiores como los compañeros lo estimaban y admiraban porque era bueno y caritativo, firme y generoso para secundar nobles iniciativas. En su momento pasó del seminario menor al mayor de Taiyuanfu, donde con el estudio, la oración y la disciplina se preparaba para ser un digno sacerdote de Cristo, continuador entre su pueblo de la obra evangelizadora de los misioneros; se hizo terciario franciscano, y la espiritualidad franciscana le ayudó mucho en la elevación de su alma a Dios. Pero su final glorioso estaba ya muy cercano. La persecución de Ju-sien le dio la oportunidad de dar su vida por Cristo. Sereno y decidido subió a su Calvario, donde fue decapitado cuando apenas tenía 20 años, el 9 de julio de 1900.
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9 de julio BEATO PATRICIO TONG Mártir (1900)
Beato Patricio Tong (1882-1900). Seminarista. Nació en China en 1882, y a la edad de 12 años ingresó en el seminario menor; a su debido tiempo pasó al seminario mayor de Taiyuanfu y se hizo terciario franciscano. El P. Fogolla, que era su rector, premió la bondad del joven escogiéndolo como compañero de viaje a Italia, con ocasión de la Exposición Misionera Internacional de Turín de 1898; además, lo acompañó, junto con otros chinos, en las visitas que hizo a Francia, Bélgica e Inglaterra, dejando en todas partes óptimas impresiones de alma cándida y privilegiada. A su regreso de Italia manifestó su gran deseo de hacerse Hermano Menor. Cuando estaba a punto de entrar en el noviciado, se desencadenó la persecución religiosa de los boxers. De Patricio se recuerda esta anécdota: mientras estaba en la cárcel, obtuvo permiso para volver al seminario por un objeto que apreciaba mucho y para saludar a sus padres, familiares y amigos. Todos lo apremiaban, y sus padres lo hacían con llanto, para que no volviera a la cárcel sino que se pusiera a salvo. Él rehusó enérgicamente todas las propuestas y volvió pronto a la prisión. Fue inmolado el 9 de julio de 1900 cuando tenía 18 años.
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9 de julio BEATO JUAN WANG Mártir (1900)
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Beato Juan Wang (1885-1900). Seminarista. Su padre era presidente de la comunidad cristiana del lugar en que nació, y Juan recibió una buena formación religiosa, a la cual sirvió de apoyo su índole jovial, inquieta y resuelta. Profundamente atraído por las cosas espirituales, a los diez años entró en el seminario. En 1897 fue escogido con otros para ir a Italia y participar en la Exposición Misionera Internacional de Turín, de donde regresaron en 1899. Juan era el más joven del grupo, apreciado por su piedad y su carácter amable y jovial. En Turín pronto se convirtió en el ídolo de los visitantes. Ya había recibido la tonsura y hecho la profesión en la Tercera Orden Franciscana. La Madre María de la Pasión, fundadora de las Franciscanas Misioneras de María, escribe: «Juan Wang era un pequeño y simpático seminarista, sabía manejar magistralmente los instrumentos de la música china...». Durante el tiempo en que estuvieron encarcelados por los boxers, Juan jugaba e invitaba a los compañeros a jugar con él. A Fray Elías Facchini, su rector, le parecía una ligereza, por lo que le llamó la atención. Juan sonriendo le contestó: «Padre, ¿por qué tenemos que estar tristes? ¿Por fortuna, si nos matan, no vamos al Paraíso? Con mayor razón debemos estar alegres». Un sacerdote chino, que poco antes de la matanza del 9 de julio los había visitado en la cárcel, atestigua que los seminaristas estaban alegres, no temían nada, oraban y seguían en sus juegos. Juan tenía 15 años y cuatro meses cuando una espada le segó la vida.
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9 de julio BEATO ANDRÉS BAUER Mártir (1900)
Beato Andrés Bauer (1866-1900). Religioso profeso. Nació en Guebwiller, Alsacia (Francia), el 24 de noviembre de 1866, de Lucas y Lucía Moser, siendo el sexto de ocho hermanos. Hombre sencillo y sin malicia, el 12 de agosto de 1886, a los 20 años de edad, vistió el hábito de la Orden de Hermanos Menores, como religioso no clérigo, en Clevedon, Inglaterra, pues las leyes entonces vigentes no le permitían hacerlo en Francia. Pronto la legislación militar de su país lo reclamó y tuvo que regresar a Francia, donde vistió el uniforme militar por espacio de tres años. Luego, en vista de la necesidad que sufrían sus padres, decidió ayudarles por un tiempo. Al prolongarse éste, su piadosa madre le dijo: «Andrés, sigue tu vocación. No te preocupes por nosotros, la Providencia nos asistirá. No te demores para responder al Señor, que el mundo no quiere saber más de ti».
Volvió a vestir el hábito franciscano en Amiens el año 1895. Más tarde fue destinado a París. Andrés, desde que ingresó en la Orden, tenía la aspiración de ser misionero, y esa aspiración pudo hacerla realidad cuando en París conoció a Mons. Fogolla, que se preparaba para la consagración episcopal: se enroló en su expedición y el 4 de mayo de 1899 Andrés se encontraba ya en Taiyuanfu, China, ansioso por convertir a muchos infieles. Servicial con todos, no sabía estarse quieto sino en la oración. El Vicario Apostólico, Mons. Grassi, le confió la dirección del personal laico de su casa y el ambulatorio, aparte los servicios que tenía que prestar en su comunidad religiosa. Fue un enfermero entregado a los pacientes, un verdadero samaritano.
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9 de julio BEATO TEODORICO BALAT Mártir (1900)
Beato Teodorico Balat (1854-1900). Sacerdote. Nació el 23 de octubre de 1858 en San Martín de Tour, diócesis de Albi (Francia), por lo que sus hermanos de misión lo llamaban «el buen albigense». Sus padres, Juan Francisco y Rosa Taillefer, se esforzaron por darle una educación profundamente cristiana. A los 11 años entró en el seminario menor de Lavour, y a los 20 en el de Albi. Era de carácter inquieto y a ratos de genio áspero. El 29 de junio de 1880 vistió el hábito franciscano en Pau en el noviciado de la Provincia Minorítica de San Luis. Pero, al decretarse el destierro de los religiosos, tuvo que continuar el noviciado en Inglaterra, y el 30 de junio de 1881 hizo la profesión en el convento de Woodlands, donde permaneció algunos años.
La vocación misionera entusiasmaba al joven P. Teodorico, que decidió partir para China. Antes visitó los lugares franciscanos, La Verna y Asís, y luego Tierra Santa. Aquí su salud, ya frágil, empeoró: fiebre y fortísimos y agotadores espasmos al estómago, pero se alivió rápidamente. Desembarcó en China en octubre de 1884, y en diciembre de 1885 llegó a Taiyuanfu. Pronto aprendió muy bien la lengua china. Siempre estuvo lleno de juvenil entusiasmo, activo, incansable. Mons. Grassi le confió oficios delicados: profesor en el seminario menor, maestro de novicios en el noviciado franciscano, ecónomo de la misión y capellán de las religiosas Franciscanas Misioneras de María y del orfanato. En el desempeño de esta última tarea lo sorprendió la revolución de los boxers. Alguien le aconsejó que huyera, pero él respondió: «Mi deber es permanecer aquí». Cuando llegó a la residencia misionera el tirano Ju-sien con sus secuaces, él estaba rezando tranquilamente el breviario; se levantó, bendijo a las hermanas y las acompañó valientemente al suplicio compartiendo con ellas la palma del martirio el 9 de julio de 1900.
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