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- San Camilo de Lelis, Confesor
- Santa Sinforosa y sus siete hijos, Mártires
- San Arnulfo de Metz, Obispo
- San Federico de Utrecht, Obispo
- San Filastro de Brescia, Obispo
- San Pambo, Monje
- San Stacteo, Mártir
- Santas Justa y Rufina, Mártires
- San Primitivo, Mártir
- San Nemesio, Mártir
- San Julián, Mártir
- San Crescente, Mártir
- San Eugenio, Mártir
- San Bruno de Segni
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18 de julio SAN CAMILO DE LELIS,* Confesor
Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero sino como tú quieres. (Mateo, 26, 39).
Después de una juventud disipada, San Camilo se convirtió a la edad de 25 años, y más tarde comenzó sus estudios para llegar a ser sacerdote y poder así asistir más útilmente a los enfermos en trance de muerte. Fue con este objeto que fundó la Orden de los Clérigos regulares. soportó, a su vez, con inalterable paciencia, cinco enfermedades sumamente penosas, que él llamaba las misericordias del Señor. A menudo se lo oía repetir estas palabras de San Francisco de Asís: "Tan grande es la felicidad que espero, que todas las penas se convierten para mí en motivo de alegría". Se durmió en el Señor el 14 de julio de 1614, a la hora que él mismo había predicho.
MEDITACIÓN DE CÓMO SACAR PROVECHO DE LAS ENFERMEDADES
I. Dios nos envía a menudo enfermedades para retirarnos del pecado, para hacer que llevemos una vida más santa y, para que, mediante la meditación de la muerte, merezcamos una más alta recompensa. Agradezcámosle, pues, la enfermedad tanto como la salud, porque las aflicciones son presentes de Dios, menos agradables, sin duda, pero con frecuencia más útiles que la prosperidad. Repitamos con Job: Si hemos recibido los bienes de manos del Señor, ¿Por qué no habríamos de recibir también los males ?
II. Dirijámonos a Dios, y roguémosle como el mismo Jesucristo rogó al Padre eterno en el Huerto de los Olivos: "Padre mío, si ésa es vuestra voluntad, si vuestra gloria y mi salvación lo piden, cúrame, consuélame". Cuando así hayas invocado a Dios, déjalo hacer y confórmate con lo que pueda sucederte. Por duras y penosas que sean nuestras aflicciones, todavía sufrimos menos de lo que meremos. (Salviano).
III. Si Dios te deja en ese estado de sufrimiento, alábalo, agradécele, adora su amable Providencia; si te cura, acuérdate de que es para que lo sirvas. Cuídate de no pecar más; es la advertencia que daba Jesucristo a los enfermos que sanaba. Cumple todas las buenas resoluciones que hiciste y no pagues con ingratitud a tu amable bienhechor.
La resignación Orad por los moribundos.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis adornado a San Camilo con una caridad incomparable para las almas que luchan en la agonía, dignaos en vista de sus méritos, infundir en nosotros el espíritu de vuestro amor, a fin de que en nuestra hora postrera merezcamos triunfar del enemigo y alcanzar la corona celestial. Por J. C. N. S. Amén.
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18 de julio SANTA SINFOROSA, y SUS SIETE HIJOS, Mártires
Santa Sinforosa fue una matrona romana, mujer, cuñada, y madre de mártires. Su esposo, san Getulio, que era tribuno militar, murió mártir en la época de Adriano. Este matrimonio tenía siete hijos varones cuyos nombres conserva la tradición: Crescencio, Juliano, Nemesio, Primitivo, Justino, Estacteo y Eugenio.
La familia vivió en Roma un tiempo, yendo y viniendo a las propiedades que el padre de familia, el tribuno Getulio-llamado también Zotico-, tenía en Tívoli. Dios les ha dado siete hijos; son familia cristiana y, en una casa bien dispuesta, llenan las horas del día viviendo en paz y armonía entre trabajos y aprendizajes mezclados con juegos, gritos y rezos.
El supersticioso emperador Adriano se ha convertido en un perseguidor cruel de los cristianos. Entre otros muchos, aprisiona a Getulio y a Amancio, su hermano, también militar. Prisioneros primero, acaban siendo decapitados en la orilla del Tiber.
Durante todo el tiempo de la persecución, Sinforosa ha salido con los suyos de Roma hacia Tívoli y allí procura preparar a sus hijos para la amenaza presente que se promete larga y que ya ha acabado con la vida de su padre. Les habla del amor de Dios y del premio, de fortaleza y fidelidad, de lealtad a Dios con las obras hasta la muerte como ha sido la actitud de su propio padre. Tuvo que pasar oculta siete meses con sus hijos, escondiéndose cuando arreciaba la persecución, por el temor a ser descubiertos, en una cisterna seca, que siglos después se mostraba a los visitantes. Sin fingimiento inútil, prepara a sus hijos hablándoles del peligro que corren, de los bienes futuros prometidos a los que son fieles y de la confianza en Jesucristo; también les pone al corriente de la dureza que supone el martirio y confiesa sus miedos ante la posibilidad de que claudique alguno de ellos. Todos se proponen estar dispuestos a la muerte antes que adorar a los ídolos.
Por fin cayeron en manos de sus enemigos, y como Sinforosa no se dejase persuadir con promesas y amenazas para sacrificar a los ídolos, el juez quiere colgarla por los cabellos junto al templo de Hércules; pero, comprendiendo que el espectáculo contribuirá a afianzar la fe de los cristianos que permanecen ocultos entre el pueblo, cambia el propósito, disponiendo que sea arrojada al río Teverone, próximo a Tívoli, con una pesada piedra atada al cuello. Hasta último momento Sinforosa siguió animando a sus hijos a permanecer firmes en la fe.
Sus hijos Crescente, Juliano, Nemesio, Primitivo, Justino, Estacteo y Eugenio, jóvenes y algunos niños, se resisten firmemente a sacrificar a los dioses y aseguran con claridad ante el juez que se ha ofrecido con promesas a hacer de padre y madre para ellos: "No seremos menos fuertes ni menos cristianos que nuestros padres".
Entonces es el potro alrededor del templo de Hércules el que entra en juego. A fuerza de ser estirados les descoyuntan los miembros, pero ellos bendecían a Dios en medio del tormento. Luego vienen los garfios que van rompiendo las carnes y, por último, vencido y humillado el juez por no poder torcer la voluntad de los fuertes y jóvenes reos, manda que los verdugos terminen con sus vidas atravesándoles con espadas y puñales.
Enterraron sus cuerpos en una fosa común que los paganos llamaron luego "Biothanatos", queriendo expresar el desprecio a la muerte que mostraron al juzgarles. Cuando se calma de furia de Adriano en cosa de año y medio, los cristianos pudieron dar digna sepultura a los que llamaban ya, distinguiéndolos, como "Los Siete Hermanos" y levantaron una pequeña y pobre iglesia a Sinforosa. Posteriormente sus reliquias se trasladaron a Roma y se pusieron, junto a las de Getulio, en la Iglesia de san Miguel.
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18 de julio SAN ARNAULFO DE METZ * Obispo (643 d. C.)
Arnulfo, que nació en el seno de una noble familia, y se distinguió por su saber y su piedad, fue llamado a la corte de Teodoberto II de Austrasia. Los cortesanos le admiraban por su prudencia en el consejo y por su valor en el campo de batalla, pues Arnulfo unía a las virtudes del cristiano las cualidades de un hombre de Estado. Contrajo matrimonio con una noble dama llamada Doda, de lo que tuvo dos hijos: Clodulfo y Ansegiselo. Al quedar viudo se casó en segundas nupcias con una hija de Pepino de Landen, de suerte que los reyes de la dinastía carolingia descendían de San Arnulfo.
Ante el temor de perder su alma en el cuidado de las cosas de este mundo, Arnulfo determinó retirarse al monasterio de Lérins, pero no lo consiguió y, en cambio fue consagrado obispo de Metz, en el año 610. En su nuevo cargo siguió desempeñando un papel importante en los asuntos públicos, sin dejar por ello de cumplir escrupulosamente con sus deberes pastorales. Cuando murieron Teodoberto y su hermano Thierry, San Arnulfo y otros nobles colocaron en el trono de Austrasia a Clotario de Neustria quien, al cabo de diez años de reinado, dividió sus dominios, dejó el gobierno de Austrasia en manos de su hijo Dagoberto y nombró a San Arnulfo consejero principal suyo. Pero éste se abstuvo de desempeñar el oficio y se esforzó en cambio por obtener al fin, el tan deseado permiso de retirarse de la corte, por más que Dagoberto le amenazó al principio con cortarle la cabeza si lo hacía. El santo obispo renunció entonces al gobierno de su diócesis y se retiró, junto con su amigo San Romarico, a una ermita de los Vosgos, que se convirtió más tarde en el monasterio de Remiremont. Ahí murió San Arnulfo.
En Acta Sanctorum, julio, vol. IV, se hallarán prácticamente todos los documentos de importancia. B. Krusch reeditó una biografía latina escrita por un contemporáneo del santo, en MGH., Scriptores Merov, vol. II, pp. 426-446. Acerca de las genealogías, cf. Salet, en Mélanges Léonce Couture, pp. 77-95. Véanse también los artículos de J. Depoin en Revue Mabillon, vols. XI y XII.
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18 de julio SAN FEDERICO DE UTRECHT * Obispo (838 d. C.)
Federico se educó en la piedad y las ciencias sagradas con los clérigos de la ciudad de Utrecht. Una vez ordenado sacerdote, recibió del obispo Ricfrido la misión de instruir a los convertidos. Hacia el año 825 fue a su vez, elegido obispo de Utrecht. Inmediatamente empezó a establecer la disciplina, envió a San Odulfo y otros celosos misioneros al norte del país a disipar las tinieblas del paganismo.
Según la tradición, el santo se vio envuelto en las luchas que enfrentaron a los hijos del emperador contra su padre, Luis el Piadoso, y su segunda esposa, Judit. Los príncipes acusaban a su madrastra, la emperatriz Judit, de graves inmoralidades. Cualquiera que haya sido la veracidad de tales acusaciones, el hecho es que San Federico amonestó a la emperatriz con gran caridad, lo cual no obstó para atraerle la cólera y el resentimiento de Judit. También se creó enemigos en otros terrenos. Los habitantes de Walcheren, que eran bárbaros, se habían mostrado muy hostiles al catolicismo. Por ello, San Federico se reservó para evangelizar él mismo el territorio más peligroso Y difícil de su diócesis y envió a los misioneros a las regiones del norte. Entre las inmoralidades que era necesario combatir y que requirieron los mayores esfuerzos por parte del obispo, figuraban los matrimonios ilícitos entre parientes próximos y la frecuente separación de los cónyuges (se llegó a afirmar incluso que la unión de Luis el Piadoso con Judit era incestuosa, pero seguramente que sólo se trata de una sospecha de los hagiógrafos, dadas las costumbres de aquellos tiempos). El 18 de julio de 838, según cuenta la tradición, San Federico fue apuñalado por dos asesinos cuando daba gracias al pie del altar, por haber celebrado la misa. Expiró pocos minutos más tarde, recitando el salmo 114: "Alabaré al Señor en la tierra de los vivos." El autor de la biografía de San Federico (siglo XI), afirma que la emperatriz Judit pagó a los asesinos, incitada por su esposo, ya que ninguno de los dos había perdonado al santo obispo la libertad con que reprendió a la soberana. Guillermo de Malmesbury y otros cronistas repiten la acusación, pero los autores posteriores, como Baronio y Mabillon, se inclinan a pensar que los asesinos fueron enviados por los habitantes de Walcheren. Tal opinión es más verosímil, ya que ninguno de los contemporáneos acusó del crimen a la emperatriz y, por otra parte, el hecho cuadra mal con la actitud cristiana de Luis el Piadoso y con el respeto que profesaba a la autoridad episcopal. San Federico compuso una oración a la Santísima Trinidad, que se rezó durante mucho tiempo en los Países Bajos. Una prueba de la fama de santidad de que gozaba, es el poema que su contemporáneo, Rábano Mauro, consagró a sus virtudes.
En Acta Sanctorum puede verse la biografía del santo y otros documentos, julio, vol. IV. Dicha biografía fue reeditada en MGH., vol. XV. Cf. Duchesne, Pastes Episcopaux, vol, III, p. 196. Hay una noticia biográfica de San Federico en DNB, vol. XIII, s.v. Cridiodunus. La nacionalidad del santo es desconocida.
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18 de julio SAN FILASTRO DE BRESCIA * Obispo (397 d. C.)
No sabemos exactamente dónde nació San Filastro. Lo cierto es que abandonó su país natal, su herencia y la casa de sus padres, como Abraham, para cortar todos los lazos que le ataban al mundo. Viajó por varias provincias haciendo la guerra a los infieles y a los herejes, particularmente a los arríanos, cuyos errores se habían propagado por toda la Iglesia. Tan grandes eran el celo y la fe de Filastro, que se regocijaba, como el Apóstol, de sufrir por la verdad y de llevar en su cuerpo las marcas de los terribles latigazos que había recibido por afirmar la divinidad de Jesucristo. En Milán se opuso vigorosamente al arriano Auxencio, quien estaba tratando de acabar con la Iglesia en aquella diócesis. Igualmente predicó y discutió con los herejes en Roma. Después se trasladó a Brescia, donde fue elegido obispo y cumplió sus deberes pastorales con un celo inmenso. Alban Butler dice que Filastro no igualaba en ciencia a San Ambrosio y San Agustín, sus contemporáneos, pero lo compensaba abundantemente con el ejemplo de su vida, con su espíritu de humildad y piedad y con su entrega infatigable a sus deberes pastorales. San Filastro demostró claramente que un hombre de cualidades normales es capaz de obrar maravillas cuando posee una gran virtud.
Para defender a sus fieles contra los errores en materia de fe, Filastro escribió el "Catálogo de Herejías." En dicha obra no toma la palabra "herejía" en su sentido teológico estricto, ya que incluye entre las herejías algunas opiniones simplemente discutibles y llega hasta a llamar "herejes" a los que dan a los días de la semana sus nombres paganos. La obra carece de valor en sí misma, pero es interesante por la luz que arroja sobre las obras de otros escritores de la época, como por ejemplo, la de San Hipólito. En su panegírico de San Filastro, San Gaudencio alabó su modestia y su trato apacible y bondadoso. La liberalidad de San Filastro no alcanzaba sólo a los pobres, sino que se extendía también a los comerciantes y negociantes para que pudiesen ensanchar sus empresas. San Agustín conoció a San Filastro en Milán, junto con San Ambrosio, hacia el año 384. San Filastro murió antes que su metropolitano, San Ambrosio, el cual nombró a San Gaudencio para sucederle en la sede de Brescia.
Ver Acta Sanctorum, julio, vol. IV, Los escasos datos que poseemos sobre San Filastro provienen en gran parte del panegírico de San Gaudencio, cuya autenticidad ha sido puesta en duda; pero Knappe y Poncelet la defendieron victoriosamente. Cf. Analecta Bollandiana, vol. XXVIII (1909), p. 224; y Bardenhewer, Patrologie, n. 89. Véase también P. de Labriolle y G. Bardy, Histoire de la littérature latine chrétíenne (1917), pp. 432-434.
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18 de julio SAN PAMBO * Monje (390 d. C.)
San Pambo fue uno de los fundadores del grupo de monasterios del desierto de Nitria, en Egipto. En su juventud, fue discípulo de San Antonio, compañero de los grandes padres, San Isidoro y los dos Macarios e instructor de Dióscoro. Anión, Eusebio y Eutimio, los "hermanos altos" que fueron perseguidos por apoyar el origenismo. Cuando el perseguidor de los "hermanos altos", Teófilo de Alejandría, reprochó a Pambo el no haber informado de los hechos al arzobispo, aquél respondió sarcásticamente: "Si no es capaz de sacar una lección de mi silencio, tampoco la habría sacado de mis palabras." Pambo, como el resto de los monjes de la Tebaida, se dedicaba a tejer esteras de hojas de palma, practicaba prolongados ayunos y otras severas mortificaciones y se consagraba exclusivamente a la oración durante largos períodos. Era de apariencia tan majestuosa, que nadie se fijaba en los andrajos que vestía, puesto que recogía las ropas que los otros desechaban. Se distinguía particularmente por su dominio de la lengua, que se manifestaba tanto en el silencio como en la consideración con que hablaba. Pero, como limaba sus frases antes de pronunciarlas, tenían éstas algunas veces un filo acerado que podía parecer descortés a quienes no le conocían. Pambo se había dedicado a practicar particularmente el dominio de la lengua, debido a que su maestro había empezado la primera lección con el salmo 38: "Y dije: Pondré atención a mis palabras para no pecar con la lengua." "Eso es lo que voy a hacer hoy", dijo Pambo a su maestro, y se retiró a reflexionar sobre ello. Una vez que hubo meditado todas las consecuencias de ese texto, volvió a recibir la segunda lección, ¡seis meses después!
El mundo tiende a considerar como sabios a quienes hablan poco, por ése simple hecho. Pero el silencio puede tener por causa, ya la falta de ideas, ya la abundancia de ellas y la fuerza de voluntad. En todo caso, quienes iban a consultarle no salían decepcionados: de su boca brotaban sabios consejos, y algunos de sus dichos le hicieron famoso. Rufino fue a visitarle en 374; Santa Melania la Mayor, la viuda romana que fundó un convento en Jerusalén, lo visitó más tarde. En su primera visita, Santa Melania regaló a San Pambo trescientas libras de plata que el santo aceptó para darlas a los monasterios pobres, sin pronunciar una sola palabra de gratitud. Melania le recordó discretamente: "No olvidéis las trescientas libras." Pambo replicó: "Aquél a quien habéis hecho ese regalo no necesita que le digáis el valor de vuestra plata." En otra ocasión, como un visitante le pidiese que contara un dinero que le habían enviado para los pobres, Pambo respondió: "A Dios no le importa el cuánto sino el cómo." A diferencia de tantos otros monjes y ascetas, San Pambo no tenía una mentalidad estrecha. En cierta ocasión, dos monjes discutían sobre cuál de dos hombres era mejor: uno que había gastado una fortuna para hacerse monje y otro que había gastado una fortuna en hacer el bien a los pobres. Pambo zanjó la cuestión: "Ante Dios, los dos son perfectos." En otra oportunidad, dos visitantes le describieron detalladamente las austeridades que practicaban y las limosnas que habían hecho. Le preguntaron si con eso salvarían su alma y el santo replicó: "Yo hago lo mismo que vosotros y no por eso soy un buen monje. Tratad de no ofender jamás al prójimo y así os salvaréis." La muerte sorprendió a San Pambo cuando tejía un cesto para su discípulo Paladio. "Desde que llegué al desierto, jamás he comido nada que no hubiese ganado con el trabajo de mis manos y no recuerdo haber dicho nada de que haya tenido que arrepentirme después. Y sin embargo, tengo la impresión de que Dios me llama a sí cuando aún no había comenzado a servirle realmente." Santa Melania, que estuvo presente en su muerte, se encargó de los funerales y recogió, como una preciosa reliquia, la cesta que estaba sin terminar.
En Acta Sanctorum, julio, vol. IV, están reunidas las referencias que se hacen sobre Pambo en las Vitae Patrum de Rosweyde. Casi todos esos datos provienen de la Historia Lausiaca de Paladio y de la Historia Monachorum. Preuschen editó el texto griego de esta última. La Historia Lausiaca puede verse en la edición del abad Butler; existe una buena traducción inglesa de la obra de Paladio, hecha por Lewther Clarke.
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