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27 de septiembre BEATO LORENZO de RIPAFRATTA, Monje (¿1456? d.C.)
Los biógrafos del Beato Lorenzo no consignan el lugar preciso de su nacimiento, pero por su nombre se puede suponer que fue en Ripafratta, en la región toscana de Italia, cerca de Pisa (Italia). Se desconocen datos fidedignos de su vida, anteriores a su incorporación a la orden de predicadores en Pisa siendo diácono.
En 1396, se le designó prior, cargo en el cual destacó por el impulso que dio a la reforma de la orden. Fue maestro de novicios y de teología en el convento de Cortona; sobresalió como director espiritual y brillante predicador. Sin temor a ser contagiado, auxilió a enfermos durante la plaga que azotó a las ciudades de Pistoia y Fabriano. Por su sapiencia, el pueblo lo llamaba el Arca de la Ciencia. Dio ejemplo a sus hermanos de congregación y feligreses con su vida de oración, ayuno, penitencia y devoción. Sufrió una herida en la pierna, la cual dolorosamente le acompañó el resto de su vida. Por el ejemplo de su silencioso y paciente sufrimiento —el cual ofreció a Dios—, se incrementaron la admiración y el cariño de los religiosos y del pueblo. Amado por su comunidad, falleció en Pistoia, donde aún se venera su cuerpo. Pío IX confirmó su culto en 1851.
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27 de septiembre BEATO JUAN NEPOMUCENO NEUMANN, Obispo de Filadelfia (785 d.C.)
Juan Nepomuceno Neumann nació el 28 de marzo de 1811 en Prachatitz (Bohemia). Pertenecía a una familia profundamente cristiana de Baviera que por los estragos de las guerras napoleónicas tuvo que emigrar a Checoslovaquia. Fue bautizado con el nombre de Juan Nepomuceno en honor al Santo Mártir de Bohemia. Realizó sus estudios primarios en Budweis, destacándose por su amor al estudio y su disciplina escolar. Ya adolescente, el 1 de noviembre de 1831, ingresó al Seminario para su formación sacerdotal. Muy pronto notaron los superiores el talento y la piedad del joven Neumann y decidieron que los estudios de las lenguas clásicas y modernas, como también la teología las cursara en la Universidad de Praga.
Entre sus amigos sobresalió uno que lo instó a seguir preparándose para conquistar muchas almas en el campo de las misiones, imitando el espíritu misionero del Apóstol San Pablo.
Emprendió viaje a tierras americanas en un velero. Después de haber vencido muchas dificultades por diversas averías sufridas por el navío en la travesía del Océano Atlántico, llegó un día de primavera a la ciudad de Nueva York. Inmediatamente que arregló sus cosas para permanecer en su nueva tierra, se puso en contacto con autoridades eclesiásticas para que lo aceptaran como seminarista y continuar con sus estudios.
De inmediato se dieron cuenta de los dotes del joven seminarista y decidieron ordenarlo sacerdote el mismo año de su llegada, lo que se llevó a cabo el 25 de junio en la catedral de San Patricio. El obispo, impresionado por el celo pastoral y el espíritu de sacrificio, lo nombró encargado de la enseñanza del catecismo y le adjudicó la tarea de la preparación de los niños de ambos sexos para la primera comunión en la comunidad alemana de San Nicolás.
Pasado un tiempo fue nombrado cura parróco de la comunidad de Williamsville en las cercanías de Búfalo. Esta nueva parroquia lo enfrentó a grandes dificultades en nueva patria.
La parroquia era inmensa territorialmente y en poco tiempo se dio cuenta de la grave situación espiritual de los pocos católicos que se encontraban dispersos conviviendo con sectas de variados credos religiosos. Muchos vivían en estados depresivos lamentables, en otros reinaba la indiferencia, otros ignoraban lo más elemental de la religión y por consiguiente la desorientación se había apoderado de ellos.
Durante algunos años soportó las angustias que le deparaba ver el poco avance mal y religioso de sus feligreses.
Convencido de que la mejor manera de atender más eficientemente a sus fieles llamando algunas órdenes religiosas misioneras para que les ayudaran en la evangelización, decidió visitar varios conventos para conseguir ayuda; la primera orden religiosa en acudir al llamado fue la de los Redentoristas, en donde hacía poco se había ordenado sacerdote su hermano materno Wenceslao, y que recién había llegado de Europa.
Tanto regocijo le causó ver a su hermano sacerdote redentorista que pocos días después estaba ingresando a la orden religiosa. Después del año de noviciado fue tanta la demostración de celo apostólico, caridad y entrega a sus hermanos que fue elegido superior en el convento de Pitsburg.
Trabajó incansablemente para que las órdenes religiosas crecieran en membresía y se extendieran por todo el territorio americano. Fundó cuatro conventos en Nueva York, Buniberland, Búfalo y Nueva Orleans. Su trabajo incansable le valió que el Papa Pío IX lo premiara encargándole ser pastor de la grey de la diócesis de Filadelfia. El gran día de la consagración como Obispo fue el Domingo de Pasión del año 1852.
Luego de subir a la sede episcopal el pastor bueno comenzó su ardua tarea de crezca organizar y poner en movimiento su gran territorio. No pensemos que el Obispo no recorrió cuantas veces fue necesario su diócesis. Era tan inmensa que actualmente está dividida en siete episcopados. Podemos imaginar la fe de aquel hombre entregado a la salvación de su grey, que a pesar de las grandes distancias visitaba una y otra vez.En aquellos tiempos había varios pueblos que hablaban diferentes lenguas, pues eran emigrantes de distintas latitudes que venían a probar fortuna en Norteamérica; Juan B Nepomuceno tenía siempre palabras de consuelo, aliento y alegría para todas estas gentes a las que les predicaba en sus respectivos idiomas.
Cuando los fieles querían se confesaban en su propia lengua materna lo que halagaba mucho a los fieles; y conforme pasaban los días sentían más viva guardaban una gran reverencia por el señor obispo.
Su obra material es admirable, pues en menos de 8 años a cargo fundó casi cien escuelas católicas, que despertaron un verdadero entusiasmo en Estados Unidos. Construyó la catedral de Filadelfia y en su diócesis edificó más de 80 nuevas iglesias, además de organizarlas pastoralmente.
Por la enorme escasez de sacerdotes siguió pidiendo ayuda a diferentes congregaciones religiosas, para que correspondieran a sus deseos de evangelización con gran celo. Entre las que atendieron su llamado estaban las religiosas negras de Filadelfia y las hermanas Pobres de Munich, Alemania.
En 1854 asistió por invitación del Papa a la declaratoria del Dogma Inmaculada Virgen María en Roma. Esta sería su última visita a Europa, y la aprovecho para visitar por última vez a su familia y su tierra natal.
Como el soldado que muere al pie del cañón así murió Juan Nepomuceno Neumann. Acabado por su gran trabajo misionero se desplomó en una calle de Filadelfia y murió ante la mirada atónita de los espantados transeúntes. Así se gano el derecho a figurar entre los auténticos ciudadanos y pioneros de los Estados Unidos de Norte América.
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27 de septiembre SANTA AUREA, Mártir (882 d.C.)
Santa Aurea nació en Sevilla en una familia noble. Su padre era musulmán, pero su madre ciristiana, la educó en la fe de Jesucristo. Sus hermanos fueron los santos mártires Juan y Adaulfo, que dieron su vida por Cristo en 852. Treinta años después, también Aurea fue martirizada en Córdoba.
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27 de septiembre SANTOS JUAN Y ADAULFO, Mártires (852 d.C.)
Los santos Adulfo y Juan, eran hermanos. Nacieron en Sevilla de familia noble: su padre era musulmán y su madre cristiana. Su hermana, Santa Aurea, también martirizada unos treinta años después que ellos. Padecieron por Jesucristo en Córdoba, hacia 852.
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27 de septiembre SANTA HILTRUDIS Virgen (785 d.C.)
Santa Hiltrudis, era hija de Wibert y Adaleudes, del Hainaut y de Thierache (Francia). Estos devotos señores construyeron el monasterio de Liessies, cerca de Cambria, para su hijo Guntardo, cuya piedad era la admiración de todos sus vasallos, y pretendieron casar a Hiltruda con un rico borgoñón. Mas esta joven, que rivalizaba en piedad con su hermano, no quiso aceptar el casamiento y obtuvo de sus padres que la construyesen una celdita junto al monasterio de su hermano. San Abderico la dio el velo de las vírgenes. Su santo hermano la dirigió por las sendas de la perfección y en pocos años llegó a una eminente santidad, muriendo el de 785, Estos dos santos hermanos fueron los fundadores del célebre monasterio de Liessies, que siglos más tarde ilustrará el Venerable Ludovico Blosio, el gran místico benedictino del siglo XVI en los Países Bajos.
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27 de septiembre SAN ELZEAR y BEATA DELFINA,(*) Esposos
Tengamos en cuenta, antes de entrar en la vida de este matrimonio santo, que también la santidad, como todas las cosas, sufre las influencias del ambiente. Muchas cosas hay en los santos enteramente acordes con las ideas del tiempo en que vivieron, y que hoy, o no resultarían imitables, o en algunos casos podrían llegar a ser perjudiciales. Esto no quita para que podamos leer con fruto su vida, porque aunque no podamos imitar detalladamente los ejemplos concretos que nos dieron, podemos y debemos, en cambio, sentir el estímulo que supone la contemplación de la generosidad con que ellos respondieron al llamamiento divino. Así, aunque en la vida de este santo matrimonio haya cosas que choquen con nuestra mentalidad actual, no podemos menos de reconocer que constituye un magnífico ejemplo de dócil entrega a los impulsos del Espíritu Santo y que en lo sustancial puede servir como actualísima lección de lo que ha de ser un hogar cristiano.
Catorce años tenía Delfina cuando le propusieron el matrimonio con Elzear, dos años más joven que ella. Y a sus catorce años, rechazó con energía aquella unión que le proponían. Sin embargo, y cediendo a los consejos de un franciscano, terminó por consentir, y dos años después se celebró el matrimonio. Los dos jovencitos así unidos, quedaron solos después de cuatro días de fiesta, y entonces tuvo lugar en realidad, históricamente demostrado, lo que tantas veces ha sido un elemento claramente legendario en la vida de los santos. Solos en su cámara nupcial, Delfina mostró a su esposo el gran deseo que tenía de quedar siempre virgen. El consintió en ello, pero sin querer en manera alguna obligarse con voto, como ella se lo pedía. Entonces ella insistió una y otra vez en los ejemplos de San Alejo y de Santa Cecilia, en consideraciones sobre la brevedad de esta vida, lo despreciable del mundo, lo hermoso de la gloria eterna. Con todo, Elzear no consentía en el voto, aunque continuaba respetando la virginidad de su esposa. Un día cayó ésta gravemente enferma y declaró de manera rotunda a su esposo que estaba persuadida de que sólo el doble voto de castidad la curaría. Entonces Elzear prometió satisfacerle. Ambos hicieron su voto ante un franciscano, que era su confesor, y entraron en la Tercera Orden.
Su santidad se inserta de lleno en la maravillosa corriente de espiritualidad franciscana que recorre toda la Edad Media. Ambos pertenecían a familias de la primera nobleza, y gozaban, por consiguiente, de gran abundancia de bienes de fortuna. Pero como San Luis de Francia, San Fernando de Castilla, Santa Isabel de Portugal y su homónima la de Hungría, supieron en medio de las riquezas conservar enteramente libre su corazón, y aplicar, a su vida de seglares, el admirable contenido evangélico de la regla de los terciarios franciscanos.
Marido y mujer llevaban la estameña bajo sus nobles vestidos. Por la noche se reunían para pasarla en oración y disciplinarse. Delfina no tocó nunca a su marido más que para hacerle pequeños servicios. Elzear había hecho un reglamento muy preciso y detallado para la buena marcha de la casa, que le exigía, entre otras cosas, la misa diaria y una especie de círculo de estudios familiar.
Pero todo esto se hacía sin abandonar la vida propia de un matrimonio seglar. Así vemos a Elzear abandonar a su esposa para marchar al reino de Nápoles, en el que había heredado el condado de Pariano. Allí brillaba, de una parte, la bondad, y de otra parte, la firmeza del joven señor provenzal. Encantador en el trato con los pobres, sabía, sin embargo, hacer frente con valentía a la turbulencia de sus vasallos italianos. Y al terminar el ejercicio de las armas, retirarse, después del combate, para disciplinarse. Su destreza en el manejo de las armas brillaba en la corte napolitana. Un día, Delfina se encontraba entonces con él, hubo una gran fiesta en Nápoles. Ambos cónyuges supieron hacer un magnífico papel. Elzear arrebató un anillo con su lanza, desde el caballo lanzado a todo galope, en pleno torneo. Horas después, en el baile, Delfina se mostraba encantadora, evolucionando con una gracia enteramente singular.
Su existencia venía repartiéndose entre la Provenza natal y aquellas tierras de Italia. Hacia 1317, Elzear ve aumentarse sus responsabilidades, porque el rey Roberto I le encarga administrar justicia en el Abruzo citerior. Poco después el matrimonio tiene que marchar a París, nombrado Elzear embajador extraordinario por el mismo rey Roberto para negociar un matrimonio de príncipes. Pero sólo Elzear pudo hacer el viaje. Delfina se vio obligada a quedarse en la corte del rey Roberto, en Aviñón, lejos de pensar que aquella separación iba a ser definitiva.
En París, el 27 de septiembre de 1323, cuando solo tenía treinta y ocho años, moría Elzear. El rey de Francia Carlos IV enviaba rápidamente un correo que diera la noticia a su esposa. Pero ya ella la había conocido misteriosamente. Sin vacilar un momento, abandonó la corte del rey y se volvió a sus tierras.
Elzear dejaba en pos de sí el recuerdo de una vida verdaderamente santa. Como el rey San Luis, se le había visto visitar los hospitales, atender a los leprosos, cuidarles con sus propias manos y besarles. Verdadero asceta en el mundo, había sido un constante abogado de los pobres, un mentor ejemplar del joven príncipe Carlos de Calabria, hijo de Roberto I, y un esposo modelo para su mujer, que confesaba que junto a él "sentía una constante invitación a crecer en la gracia divina, y veía a su esposo como a su ángel guardián".
Un año después de su muerte, Elzear se apareció a su esposa y le reprochó con dulzura la pena que mostraba por su muerte. "El lazo se ha roto, y ahora estamos libres", le dijo recordando las palabras del salmo 123 y la liturgia de los Santos Inocentes. Delfina sonrió en medio de sus lágrimas, volvió a su antigua alegría, y se dedicó de lleno a la tarea de santificarse más y más.
Fiel a la espiritualidad franciscana, quiso abrazarse con la pobreza. Pero eso no era fácil. Poco a poco fue despojándose de sus bienes. Abandonó sus tierras de Provenza y se fue a Nápoles. Aunque le ofrecieron alojamiento en la corte, ella prefirió vivir miserablemente y mendigando. Los chiquillos la injuriaban por la calle, y ella se gozaba en aquella humillación.
Pero he aquí que sobreviene algo imprevisto: la reina doña Sancha había quedado viuda del rey Roberto en 1343 y quería tener junto a sí alguien que le apoyara en su vida espiritual. Llamó a Delfina y la hizo su consejera. Por indicación de ella entró la reina en las franciscanas de Santa Cruz de Nápoles, donde murió el año 1345.
Delfina volvió a Apt, donde ya había vivido buena parte de la última fase de su vida, y allí pasó sus quince últimos años. Humilde y pobre, no desatendió, sin embargo, a sus conciudadanos. Cuando una guerra local amenaza arruinar el país, Delfina, aunque enferma, se interpone y consigue un apaciguamiento. Es hermoso también verla organizando una caja rural, en la que ella actuaba de secretaria y de fiadora. Prestando sin interés, conseguía resolver dificilísimas situaciones de los pobres labradores. La santidad, bien conocida por todos, de Delfina, era la garantía que permitía que aquella interesante empresa funcionara.
Por fin, el 26 de noviembre de 1360, a sus setenta y ocho años, murió en Apt, donde se la enterró, juntamente con su marido, en la iglesia de los franciscanos.
El pueblo rodeó aquella tumba bien pronto de una espontánea y cariñosa veneración, Tres años después de la muerte de Delfina, los comisarios apostólicos enviaban a Papa un informe sumamente favorable a su causa. Pero el resultado no fue decisivo por el momento. Había temor de que Delfina, en su trato con la reina doña Sancha y los franciscanos "espirituales", rebeldes a la Santa Sede, se hubiera contaminado de algunos de sus errores. Sólo años después su nombre empieza a aparecer en los martirológios franciscanos, y su fiesta a ser celebrada el 9 de diciembre.
Por lo que hace a Elzear, fue canonizado solemnemente en la basílica de San Pedro de Roma por el papa Urbano V el 1 de abril de 1369. Se conserva su proceso de canonización, en el que, desgraciadamente, falta la declaración, que tan interesante hubiese sido, de su esposa Delfina. La fiesta de San EIzear se celebra en este día 27 de septiembre.
A propósito del caso de estos santos esposos escribió Blondel unas palabras, con las que terminamos esta semblanza: "Asociarse (en el matrimonio) para ayudarse mutuamente en la caridad humana y divina o para realizar una especie de respetuosa inmolación doblemente meritoria, no es incompatible con la confianza en gracias excepcionales o en circunstancias impuestas por estados físicos y morales. Por eso ha sido posible canonizar vocaciones paradójicas y de una virtud singular, como la de San Elzear y la Beata Delfina de Provenza, verdaderos esposos, pero unidos en una emulación virginal".
LAMBERTO DE ECHEVERRÍA
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27 de septiembre SANTOS COSME y DAMIÁN,(1) Mártires
Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, lanzad demonios, dad gratuitamente lo que gratuitamente habéis recibido. (Mateo, 10, 8).
Los dos hermanos, Cosme y Damián, originarios de Arabia, fielmente observaron este consejo divino. Médicos, cuidaban gratuitamente a los enfermos, y su fe, mucho más aun que su ciencia, obraba curaciones maravillosas, espirituales y corporales. Cuando estalló la persecución de Diocleciano, fue imposible para hombres tan eminentes y distinguidos escapar a las investigaciones. Fueron detenidos por orden de Lisias, gobernador de Cilicia, y, después de diversos tormentos, fueron decapitados, sin duda en el año 303.
MEDITACIÓN CADA CUAL EN SU POSICIÓN DEBE TRABAJAR POR EL CIELO
I. Cada cual quiere descollar en su posición; para lograrlo no hay trabajo que se ahorre; si no alcanza para ello el día, se trabaja durante la noche. En cambio, en la profesión de cristiano, ¡cuán raro es este celo! ¡Cuántos hay, asimismo, que tienen miedo de parecer cristianos; que retroceden, no delante de las amenazas de un perseguidor, sino ante los sarcasmos de cristianos como ellos! ¡Extraña ceguera! ¡El artesano ejerce públicamente su oficio por humilde que sea, y no se avergüenza de su dignidad de cristiano! Nadie reconoce en ti a un cristiano. (Tertuliano)
II. Debes cumplir tus deberes de estado cristianamente, es decir, de la manera como Dios lo quiere. Para esto, ofrece a Dios, por la mañana, el trabajo de todo el día, protestando que por obedecerle vas a trabajar. Si eres fiel a esta práctica, te cuidarás durante el día de no manchar con el pecado el trabajo que has consagrado al Señor.
III. No te contentes con ofrecer tus acciones a Dios, esfuérzate por hacer todos los días alguna cosa por Él, con la única mira de agradarle. Trabaja en la gloria de Dios o en el alivio de los pobres: no hay profesión ni oficio que no nos brinde ocasiones para ello. Da a los pobres a fin de darte a ti mismo: lo que les des no lo perderás, lo que les rehúses pasará a mano de otro. (San Pedro Crisólogo).
La caridad Orad por los pobres.
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, Dios omnipotente, que honrando el nacimiento al cielo de vuestros santos mártires Cosme y Damián, nos veamos libres por su intercesión de todos los males que nos amenazan. Por J. C. N. S. Amén.
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