“La vida eterna consiste en esto: en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, tu enviado” (Jn 17,3). Conocer al Dios de Jesucristo, conocer al Hijo y al Espíritu Santo, conocerlos no sólo con la mente, sino también con el corazón, conocerlos estando en comunión con ellos, conocerlos de modo que olvidemos todo lo demás: eso es la «vida eterna». Lo demás pertenece a las cosas que pasan, a la infinita vanidad del todo, a lo que carece de consistencia, a lo que tiene una vida efimera, a lo que no vale la pena aferrarse.
Mi vida ha de ser un continuo progreso en el conocimiento del Dios vivo y verdadero, un progreso en la sublime ciencia de Cristo, un caminar según el Espíritu, porque esta vida es ya vida eterna. Una vida, a veces, poco apetecible, porque la condición humana hay que vivirla en la carne y en la sangre, porque el mundo me envuelve y me condiciona, porque mi fe es todavía titubeante e insegura. Pero basta con que me detenga un poco a reflexionar en las palabras del Señor, basta con que invoque su Espíritu, para que reemprenda el camino hacia el inefable mundo de Dios y llegue a comprender la fortuna de haber escuchado, también hoy, estas palabras que me unen al Padre y al Hijo, en el vínculo del Espíritu, para pregustar algunas gotas del dulcísimo océano de la vida eterna.
Infunde en mi corazón, Señor, los dones de la ciencia y de la sabiduría, para que pueda conocerte cada vez mejor, para que pueda gustarte cada vez mejor, para que pueda amarte cada vez mejor, para que pueda poseerte cada vez mejor. Si me abandonas a mí mismo poco después de haber leído estas palabras tuyas, consideraré más importante algo urgente que tenga que hacer y correré el riesgo de olvidarte.
Concédeme el don del consejo, para que te busque y te conozca incluso en medio de las ocupaciones que me esperan dentro de poco. Concédeme el don del discernimiento, para que pueda optar por ti en todas las cosas, según la enseñanza de tu Hijo. Concédeme ver brillar la luz de tu rostro en todo rostro humano, para que siempre te busque a ti y sólo a ti. Concédeme el instinto divino de buscar que seas glorificado y conocido, antes y más de lo que pueda serlo yo.
Y perdóname desde ahora si te olvido, si persigo de una manera impropia las cosas de esta tierra, si me lleno con frecuencia de nociones y sentimientos que no me unen a ti. No me abandones a mí mismo, Señor, porque tú eres mi vida, tú eres la vida eterna.
“Para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos, y Yo también esté en ellos.”
Jn 17, 20-26
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. NO TE RUEGO SOLAMENTE POR ELLOS
Dice Jesús: Padre, no te ruego solamente por ellos, sino también por todos lo que, creerán en mí gracias a su palabra.
El tercer aspecto de esta oración de Jesús es por la Iglesia apostólica: por cuantos crean en mí por su palabra - de los apóstoles - Esta predicación seguramente ha de tomarse aquí con un sentido indefinido: aun los que procedan mediatamente de ellos. Son varias las cosas que Jesús pide en esta oración para esos creyentes futuros.
Dice Jesús: Que todos sean uno. Es unión doble: de los fieles entre sí y en unión con el Padre y el Hijo. Unión que ha de estar calcada - lo mismo que lo somos tú y yo - en la unión del Padre y el Hijo encarnado.
Con ello se busca la caridad, unión necesaria para que ellos - por ellos - estén en nosotros.
2. YO LES HE DADO A ELLOS LA GLORIA QUE TÚ ME DISTE A MÍ.
Jesús ha hecho donación de la gloria que le dio el Padre a ellos, pero con esa donación busca la finalidad de la unión. La gloria de filiación divina; la gloria de los milagros; la gloria que Jesús comunicó al hombre dándose en la eucaristía y haciéndolo uno - 1 Cor 10:17 - basándose en el amor con que el Padre ama al Hijo y éste a los hombres. Esta gloria aquí ha de interpretársela por otros textos paralelos. Unas veces en San Juan esta gloria son los milagros - San Juan 1:14; 2:11 -. Pero en esta misma oración hay pasajes en los que su gloria es la divinidad.
Más si esta gloria es la divinidad que el Padre le dio en la unión hipostática, ¿cómo Jesús puede dar a sus fieles su divinidad? La explicación debe de ser lo que se lee en el mismo San Juan: que a los que creen en el Hijo los hace hijos de Dios (Jn 1:12.13). Por la unión hipostática,(relacionado con cada una de las tres personas de la Santísima Trinidad) el Padre le hizo a Jesús el ser verdaderamente su Hijo. Los cristianos — hijos de Dios — participan de la plenitud - San Juan 1:16 - de la gracia de Jesús al ser hijos de Dios, es decir, participan la naturaleza divina.
Ni se ve inconveniente en que la palabra gloria no pueda expresar la filiación divina natural de Jesús y la participada de los fieles. San Juan dice que Jesús es el Hijo de Dios, pero también los fieles son los hijos de Dios. Es la misma palabra para expresar conceptos analógicos.
3. LA CARIDAD, QUE ES UNIÓN DEL SER HUMANO CON DIOS Y CON LOS DEMÁS HOMBRES.
Y en el mismo evangelio de San Juan se llama con una misma palabra — Dios, dioses — a Dios y a los jueces, por participar éstos el poder judicial de Dios. Y dice así: Si llama dioses a aquellos a quienes fue dirigida la palabra de Dios., ¿a aquel a quien el Padre santificó y envió al mundo, decís vosotros: Blasfemas, porque dije: Soy Hijo de Dios? (Jn 10:34-36) -.
De aquí que, conforme al espíritu literario de San Juan, se puede utilizar un mismo término para hablar del Hijo de Dios y de la participación de esa filiación divina en los hombres - 1 San Juan 3:2 -.
Supuesto esto, se explica bien cómo esa gloria produzca la unión de los creyentes, ya que la gracia — participación de la naturaleza divina, de esa gloria — lleva consigo la caridad, que es unión del ser humano con Dios y con los demás hombres.
4. PARA QUE EL MUNDO PUEDA RECONOCER ASÍ QUE TÚ ME HAS ENVIADO.
Y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado, y que los amas a ellos como me a amas a mí.
Jesús busca con esto también el provecho apologético de esta unión. Dado el egoísmo humano, la superación del mismo hace ver que es don de Dios dispensado por Jesús, que dejó este mandamiento como necesario y nuevo. Ante ello, el mundo tiene objetivamente que reconocer que el Padre le envió, pues tal obra realiza.
Dice Jesús: y que los amas a ellos como me a amas a mí. Esta enseñanza está en íntima relación con la afirmación anterior. Si ese amor entre ellos era una prueba apologética de que el Padre lo había enviado, pues El enseñaba y dispensaba esa gracia de la superación del egoísmo, esta gracia era don sobrenatural, originariamente del Padre, en ellos. Y, por tanto, prueba del amor del Padre a los mismos.
5. PADRE, QUIERO QUE LOS QUE TÚ ME DISTE ESTÉN CONMIGO DONDE YO ESTÉ
Luego Jesús pide que los suyos estén un día con El en el cielo y vean su gloria -- y yo mismo esté en ellos - La última petición es que los creyentes estén donde está El: en el cielo. Para que vean mi gloria, la que el Padre le dio, porque me amaste antes de la constitución del mundo. Esta gloria de Jesús se comprende aquí mejor de la predestinación de la humanidad de Jesús a la unión hipostática; éste es ese amor con que dice Jesús aquí que el Padre le amó desde la eternidad, como lo expresa la frase bíblica antes de la constitución del mundo - Ef 1:4 -.
Es de interés destacar la forma como que Jesús dice esto al Padre: yo deseo. Es más que simple deseo, es la abierta expresión de su voluntad. Es el Hijo, que, conociendo claramente la voluntad definitiva del Padre, conforma su querer absoluto con ella.
También se ve aquí una predestinación, pues se trata de los que el Padre le donó. Más no sería fácil saber si se trata de un deseo de Jesús por sus creyentes con voluntad antecedente o consiguiente. En otros pasajes de San Juan se habla de una predestinación del Padre, pero se expone en forma sapiencial y según la naturaleza de las cosas (Jn 6:36.39.44.65). Así, los que le da el Padre vienen a El, y los resucitará en el último día. Pero parece que se habla sólo según una forma enunciativa y conforme a la naturaleza de las cosas. No se dice si, después de venir a El, no lo abandonarán, como pasó con muchos discípulos suyos (Jn 6:66). Aquí es probable que la redacción tenga un valor equivalente a lo anteriormente dicho.
6. PADRE JUSTO, EL MUNDO NO TE HA CONOCIDO, PERO YO TE CONOCÍ
Jesús finaliza este fragmento diciendo: Padre justo, el mundo no te ha conocido; yo, en cambio, te conozco y todos estos han llegado a reconocer que tú me has enviado. Les he dado a conocer quién eres, y continuaré dándote a conocer, para que el amor con que me amaste pueda estar también en ellos, y yo mismo esté en ellos
Estos dos versículos se los suele considerar como independientes de la triple petición que Jesús tuvo; por lo que más bien parecen un epilogo a la oración que el hace. Es una complacencia de Jesús en la fe de sus apóstoles frente al mundo incrédulo. Si el mundo malo no conoció — amor y entrega — al Padre, Jesús y los suyos lo conocieron: conocieron que me has enviado: al Hijo de Dios, que se encarnó.
Jesús hizo esta obra en los apóstoles y se lo hará conocer aún. Es la obra de Jesús, apareciéndoseles cuarenta días después de resucitado - Act 1:3 -- y habiéndoles del reino de Dios, pero también lo hará con nuevas luces e ilustraciones. Es la acción del Espíritu Santo en ellos, llevándolos a la verdad completa de sus enseñanzas mediante la obra mediadora de Jesús-Vid, sin el cual nada se puede - San Juan 15:5 -.
Si aquí se llama al Padre, Padre justo, acaso sea más que por una simple variación literaria. Pues al llamarle Padre santo o simplemente Padre, siempre se ve relación entre el nombre y el contexto en que se emplea.
Siendo el Padre justo y presentándosele el contraste entre el mundo hostil y el conocimiento amoroso — de vida — que de Él tienen Jesús y los suyos, quedaba establecido el motivo para que el Padre justo viese con complacencia el deseo que el Hijo va a realizar con ellos.
7. PARA QUE EL AMOR CON QUE TÚ ME AMASTE ESTÉ EN ELLOS, Y YO TAMBIÉN ESTÉ EN ELLOS.
Pues, con toda esta obra de revelación, Jesús busca también, como síntesis de todo — síntesis terrena y celestial — para que el amor con que me amaste pueda estar también en ellos, y yo mismo esté en ellos.
¿En qué sentido pide Jesús a su Padre que el amor con que tú me amaste esté en ellos? Caben tres formas:
a) Que así como el Padre amó al Hijo encarnado y de ese amor nació en Jesús el amor al Padre, así, de semejante manera, que ese amor al Padre por el Hijo estuviese eficazmente en los apóstoles, haciendo que ellos, al conocer por la fe al Padre y al Hijo, amasen al Hijo al modo como lo ama el Padre. Acaso se podría basar esta interpretación en este mismo contexto (Jn 17:25cd).
b) Conociendo los apóstoles por la fe al Padre y al Hijo, haría esto que el Padre extendiese a ellos, por su unión con Jesús, el amor predilecto con que amó a éste.
c) Por razón del Cuerpo místico. Estando unidos ellos vitalmente a Jesús como sarmientos a la vid, así el amor del Padre a Jesús cabeza haría que lo extendiese a los miembros: al Jesús total, según San Agustín.
Si estas tres razones o modos de consideración se unen entre sí, formando una razón, la visión y la posibilidad de este amor del Padre todavía se vigorizan
Jesús pidió la unión de corazones y de espíritu en el amor de Jesús para sus apóstoles, y la sigue pidiendo hoy para todos sus fieles, para que nos unamos en el amor, por sobre cualquier obstáculo, esta unión, debe ser el argumento que debe convencer al mundo de la verdad de su misión. Es así como el Señor nos pide tener un solo corazón y una sola alma por la fe y la caridad. Esta unidad es el gran testimonio de que Jesucristo ha resucitado y sigue viviendo hoy en nosotros.
“QUE TAMBIÉN ELLOS ESTÉN UNIDOS A NOSOTROS; DE ESTE MODO, EL MUNDO PODRÁ CREER QUE TÚ ME HAS ENVIADO” (Jn 17,21)
La «prueba» de que Jesús no es un charlatán, ni uno de tantos profetas, sino el enviado de Dios, está confiada a la fraternidad entre los discípulos. La fraternidad es el signo por excelencia del origen divino del cristianismo: eso es lo que dicen las palabras del Señor. Construir fraternidad es la apologética más segura y autorizada.
Las palabras del Señor son claras, y vinculan la credibilidad del cristianismo a su capacidad de promover la fraternidad. Esa capacidad se manifiesta allí donde los hombres y mujeres ponen su empeño en vivir como hermanos y hermanas, allí donde se tiene como sumo ideal aceptarse como cada uno es para tender a la unidad, allí donde no se busca sobresalir, imponer, rivalizar, emerger, sino ayudarse, comprenderse, apoyarse; allí donde la benevolencia constituye un programa prioritario; allí donde se ponen las bases para una recuperación de la credibilidad del cristianismo.
Estas palabras han sido y son olvidadas con mucha frecuencia. Eso ha tenido como consecuencia que en la vida espiritual, en la misión, en la pastoral, se han cultivado otros ideales. Otra consecuencia ha sido el escaso carácter incisivo de esos programas, a los que el Señor no ha garantizado el valor de «signo probatorio» de su origen divino ni del origen divino de su mensaje.
¡Qué ciego estoy, Señor! Tus palabras pasan por encima de mí como si fueran piedras, sin dejar un signo permanente. La razón de ello es que me he comprometido en mil cosas, y he olvidado lo que tú consideras prioritario para promover tu reino. He intentado hacer mucho, pero me he olvidado de sumergirme en la fraternidad, que es lo que tú, sin embargo, consideras como tu signo.
He de reconocerlo, Señor: con frecuencia tu mensaje no emerge, y no lo hace porque no brotan comunidades fraternas perfectamente realizadas. Señor, abre mis ojos para comprender el misterio de la fraternidad, la fuerza misionera de la comunión, capaz de vencer los recelos y las resistencias. Ayúdame a creer en el milagro de la fraternidad como punto de partida para toda misión. Ayuda a los cristianos a redescubrir el alcance revolucionario de estas palabras tuyas, para que se comprometan en este proyecto, que es, con toda seguridad, el tuyo. Otros proyectos son, probablemente, demasiado humanos.
Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
Jn 21, 15-19
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Después de la aparición a la orilla del lago, Jesús resucitado dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? Esta escena tiene lugar poco antes de subir Jesús al Padre, es muy conmovedora, Pedro pasa por un examen de amor, Jesús lo pone a prueba, y Pedro la pasa. Pedro experimenta una situación especial, Recordemos que Pedro había negado tres veces a Jesús, y lo hizo en público, sin embargo ahora Jesús mira con gran bondad a su discípulo.
Como vemos en este fragmento del Evangelio, antes de confiar a Pedro la misión pastoral de la Iglesia, Jesús le pregunta una triple confesión de amor. Pero para Pedro, es como una forma de rehabilitación, ante su triple negación durante la pasión del Señor.
Jesús, emplea dos formas amar y querer. El pregunta por dos veces ¿me amas? amor de caridad y misericordioso, que refleja en cierto modo el amor de Dios. Pedro responde humildemente Sí, Señor, sabes que te quiero, que es el verbo del afecto, de la amistad sincera. La tercera vez, sin embargo, Jesús pregunta Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?, así se pone a la altura de Pedro, condescendiendo amorosamente al nivel de Pedro. Entonces es cuando Pedro se entristece, al comprobar el amor inmenso del Maestro que no duda en ponerse a su misma altura.
Hermosa forma de establecer confianza, de comunión y de auténtico amor hacia Jesús. Luego le pasa a Pedro su misma misión: Apacienta mis ovejas.
El amor del apóstol se manifestará en su docilidad a los caminos de Dios en el servicio eclesial. El apóstol verdadero está siempre dispuesto a servir en cualquier circunstancia con obediencia y prontitud y sin olvidar que no hay amor más grande que dar la vida por sus amigos (Jn 15,13), como Jesús.
¿Como estamos nosotros para pasar la prueba? Si Jesús no examinara en esta materia, ¿la aprobaríamos? El cristianismo es amor, amar es darse, pero darse como Jesús, sin ninguna medida, porque el amor no tiene limites ni fronteras, menos tiempo de espera.
Pedro, respondió con generosidad y humildad, el estaba dispuesto a todo por Jesús. Pero el sabia que había negado al Maestro tres veces y en público y sin embargo el amor de Jesús, es inmenso, mira a su apóstol con ojos de infinita bondad, y estos hicieron surgir en su corazón sentimientos de sincera convicción; las lágrimas derramadas por Pedro le habían obtenido el perdón de Jesús. Pero para que el apóstol no abrigara ya ninguna duda del perdón y el recuerdo del pecado cometido no lo torturase más, quiso Jesús que públicamente le confesara su amor también tres veces.
Sin embargo, Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero. En esta respuesta Pedro ya esta cambiando, ya no presume y se entristece al llegar a la pregunta número tres, cargada de alusiones dolorosas.
En este examen de amor, por que cual Jesús nos examina día a día, tenemos que responder personalmente ante El, es a nosotros a quien corresponde responder, nosotros somos los preguntados, no podemos refugiarnos en las respuestas de los demás, nosotros somos los únicos que sabemos si podemos responder: Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero.
Es así como también el Señor conoce muy bien la debilidad de Pedro y conoce la nuestra, pero Pedro apela a ese conocimiento aun más profundo que Jesús tiene de él: sabes que te quiero. Pero al responder Pedro, con esta respuesta de amor, asume un gran compromiso, ya que amar a Dios, tienes la responsabilidad de ser pastor de los demás y conducirlos a verdes praderas. El primado de Pedro, su responsabilidad sobre sus hermanos, es una carga que Jesús le confió, y que se apoya en una profesión de amor: Jesús le ha pedido incluso ser superior en el amor, ¿me amas más que éstos?
En esta prueba del amor de Jesús, nadie debe tratar de sustraerse al interrogante que Jesús nos hace en la persona de Pedro. Nos encanta estar al lado del Señor, nos entusiasma ser amigos suyos, nos emociona tener fe, nos maravillamos al oír su palabra, nos gusta saborear las maravillas de su amor misericordioso, pero en pocas ocasiones nos habrá examinado Jesús tan a fondo como lo hace hoy preguntándonos por el grado de nuestro amor y por la seriedad de nuestros compromisos de vida. Entonces no desperdiciemos esta oportunidad que nos da hoy Jesús de provocar en nosotros mismos un cambio radical y un reencuentro con el Señor que sea fecundo en gracia.
Hoy ya estamos muy cerca de Pentecostés, venida del Espíritu sobre nosotros. La Antífona de Entrada de la Liturgia de Hoy dice: Cristo nos amó, y nos purificó de nuestros pecados por medio de su sangre; nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre, aleluya.
El evangelio del «discípulo amado» recupera, por así decirlo, el papel de Pedro en clave de amor. Sólo quien ama puede apacentar el rebaño recogido por el Amor. Sólo quien responde al amor de Cristo puede estar en condiciones de ser puesto al frente de su rebaño, porque debe ser testigo del amor.
La página que nos ocupa es de una enorme densidad y está empapada por el tema central de todo el evangelio de Juan: el amor. Por amor ha entregado el Padre al Hijo, por amor ha entregado el Hijo su vida, por amor ha reunido Cristo a los suyos; el amor es la ley de los discípulos, el amor debe mover a Pedro, y para dar testimonio de este amor ha escrito el discípulo amado su evangelio. Toda la historia divina y humana está movida por el amor, que nace del corazón de Dios, se revela en el Hijo, es atestiguado por los discípulos y se pide a quien «preside en el amor». Los acontecimientos humanos se iluminan y resuelven con esta pregunta: «¿Me amas?» y con esta respuesta: «Sí, te amo».
La historia de la Iglesia está basada en la pregunta que dirige Cristo a todos sus discípulos: «¿Me amas?», y en la respuesta: «Sí, te amo». Que el Espíritu, que es el Amor increado, nos permita entrar en este diálogo iluminador y beatificante.
No sé qué decirte, Señor, frente a este diálogo. En él se encuentra, simplemente, todo. Está toda la vida, todo su misterio, toda su luz, todo su sabor, todo su significado. Todas las demás cuestiones se convierten en simples ocasiones para expresarte mi «sí». ¿Y cómo podría ser de otro modo? Tú me has creado para decirme que me amas y para pedirme que te ame. Me lo pides como un mendigo, enviándome a tu Hijo como siervo, para que no te ame por miedo o estupor frente a tu grandeza, sino para tocar las fibras secretas de mi corazón, para herirme con tu benevolencia, para conquistarme con la belleza de tu rostro desfigurado en la cruz.
Aunque como Pedro -pero más que él- siento a veces más de un titubeo para decirte que te amo (porque soy un pecador que persevera en su pecado), a pesar de todo, ahora, en este momento, ¿cómo puedo dejar de decirte que te amo? ¿Cómo puedo dejar de decirte que quisiera amarte toda la vida? ¿Cómo puedo no decirte que quiero amar todas las cosas y a todas las personas en ti? ¿Cómo no decirte que prefiero perder todas las cosas con tal de no perderte a ti? Oh, mi amadísimo Señor, haz que lo que te estoy diciendo no sea fuego de paja, sino una llama que no se extinga nunca.
“Este es el discípulo que ha escrito estas cosas, y su testimonio es verdadero”
Jn 21, 20-25
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Este relato corresponde al ultimo capitulo del Evangelio según San Juan. Por la confrontación de textos se ve que el evangelista es el discípulo al que amaba Jesús, del mismo modo, es el mismo que en la cena descansó sobre el pecho del Señor.
Pedro y Juan aparecen frecuentemente en amistad, leemos en hechos 3:1 “Subían un día Pedro y Juan al templo”… Hechos 3:3-4; “Pues como este viese a Pedro y a Juan…Pedro entonces fijando con Juan la vista..” 3:11 “ Teniendo, pues, él de la mano a Pedro y a Juan..”
Por eso Pedro, que debió de comprender que Cristo aludía a su muerte, se interesó por la suerte de su amigo Juan con relación a su muerte. Pero Cristo le respondió: “Si Yo quisiera que éste permaneciese hasta que yo venga, ¿a ti qué (te importa)? Tú sígueme”
Si la amistad llevaba a Pedro a querer saber esto, eran planes de Dios, en los que él no debía introducirse. Es la actitud de Cristo en los evangelios.
Relata este Evangelio: Por eso comenzó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no habría de morir. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino: “Si yo quiero que permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?”
Cristo sólo lo decía en forma condicional: “Si yo quisiera”; no era, pues, una afirmación. Pero la frase era un poco enigmática y corrió deformada, hasta el punto de decirse que Cristo le había prometido que no moriría hasta que El viniese en la parusía. Pero esto había que precisarlo. Dos son las soluciones que se dan en la teología a este propósito, sobre quién es el autor de esta rectificación y la finalidad que intenta.
Por una parte se dice que sería hecho por un discípulo de Juan. Este habría muerto recientemente. Y con esta “rectificación” se pretendía hacer ver que Cristo no se había equivocado, pues no había dicho esto, solo habría sido una mala interpretación de lo que Cristo había dicho como en ciertas frases evangélicas, como lo que leemos en Mt 24; 34-36 (Parábola de la higuera) “En verdad os digo que no pasará esta generación antes que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. De aquel día y de aquella hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre”. Y la misma ambigüedad de ésta, se vino a crear un falso ambiente en los cristianos primitivos de que la parusía era inminente, y que no pasaría de la edad apostólica. A esto debe de obedecer esta precisión.
Dice el relato Evangélico: “Este es el discípulo que atestigua estas cosas y las ha puesto por escrito, y estamos ciertos de que su testimonio es verdadero.”
Para otros, es el mismo evangelista el que lo rectifica. Quiere, sin más, poner las cosas en su punto. Si hubiese circulado este rumor entre los fieles y hubiese sido desmentido por la muerte de Juan, el autor de esta rectificación no les hubiese dado, probablemente, el nombre de hermanos al círculo por el que corrió este falso rumor. Sería, pues, Juan mismo, ya muy viejo, que querría también evitar un posible culto supersticioso en torno a él o posibles cabalas en torno a la parusía.
En todo caso, parece indicarse aquí que Jn había llegado a una gran vejez. La tradición dice que murió bajo Trajano (98-117) y suele admitirse que en el séptimo año de Trajano, que es el 104.
Finalmente el último capitulo de Juan dice: “Muchas otras cosas hizo Jesús y creo que, si se relataran una por una, no cabrían en todo el mundo los libros que se escribieran.”
Manifiestamente estos versículos son otro epílogo. Pero la redacción del mismo hace ver que no es del mismo evangelista. “Este es el discípulo” que da testimonio y “el que escribió estas cosas,” no es el modo de introducirse de Juan como vemos en Jn 19:35, donde dice; Y el que ha visto, da testimonio. Y su testimonio es verdadero y el sabe que dice verdad para que ustedes también crean”. Pero el contraste entre lo que sigue es aún más fuerte para hacer ver esto: y nosotros “sabemos” que su testimonio es verdadero. Este plural, puesto en función de la manera más impersonal en que está expresado el primero, hace ver que este versículo está redactado por un grupo de “discípulos” del evangelista, o acaso de los “ancianos” de Efeso, que testifican que el evangelio que publican está escrito por Juan, y ellos saben la verdad de su testimonio. Es una autentificación colectiva y oficial del valor del cuarto evangelio.
En una reflexión final, recordemos que san Juan, mientras acompaño a Jesús, fue testigo de sus discursos, de sus enseñanzas, de toda su palabra, de sus milagros, el vivió tres años junto a Cristo, por tanto puede dar testimonio de lo que vio, escucho y vivió. Agradezcamos a nuestro amado Padre, por su maravillosa bondad en permitir conocer este cuarto evangelio con el mensaje de salvación.
«SI YO QUIERO QUE ÉL PERMANEZCA HASTA QUE YO VUELVA, ¿A TI QUÉ? TÚ SÍGUEME»
Podemos concentrar nuestra reflexión uniendo las tres partes en un espléndido fragmento de Agustín, donde el obispo de Hipona hace la comparación entre Pedro y Juan.
La Iglesia conoce dos vidas, que la predicación divina le ha enseñado y recomendado. Una de ellas es en la fe, la otra es en la clara visión de Dios; una pertenece al tiempo de la peregrinación en este mundo, la otra a la morada perpetua en la eternidad; una se desarrolla en la fatiga, la otra en el reposo; una en las obras de la vida activa, la otra en el premio de la contemplación; una intenta mantenerse alejada del mal para hacer el bien, la otra no tiene que evitar ningún mal, sino sólo gozar de un inmenso bien; una combate con el enemigo, la otra reina sin más contrastes; una es fuerte en las desgracias, la otra no conoce la adversidad; una lucha para mantener frenadas las pasiones carnales, la otra reposa en las alegrías del espíritu; una se afana por vencer, la otra goza tranquila en paz de los frutos de la victoria; una pide ayuda bajo el asalto de las tentaciones, la otra, libre de toda tentación, se mantiene en alegría en el seno mismo de aquel que le ayuda; una corre en ayuda del indigente, la otra vive donde no hay necesidades; una perdona las ofensas para ser, a su vez, perdonada, la otra no sufre ninguna ofensa que tenga que perdonar, no tiene que hacerse perdonar ninguna ofensa; una está sometida a duras pruebas que la preservan del orgullo, la otra está tan colmada de gracia que se siente libre de toda aflicción, tan estrechamente unida al sumo bien, que no está expuesta a ninguna tentación de orgullo; una discierne entre el bien y el mal, la otra no contempla más que el bien. En consecuencia, una es buena, pero se encuentra todavía en medio de las miserias; la otra es mejor porque es beata. La vida terrena está representada en el apóstol Pedro; la eterna, en el apóstol Juan.
El curso de la primera se extiende hasta la consumación de los siglos, y allí encontrará su fin; la realización cabal de la otra está remitida al final de los siglos y al mundo futuro, y no tendrá ningún término. Por eso el Señor le dice a Pedro: «Sígueme», mientras que hablando de Juan dice: «Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme». ¿Qué significan estas palabras? Según lo que yo puedo juzgar y comprender, éste es el sentido: «Tú sígueme, soportando, como yo lo he hecho, los sufrimientos temporales y terrenos; aquél, sin embargo se queda hasta que yo venga a entregar a todos la posesión de los bienes eternos».
Aquí soportamos los males de este mundo en la tierra de los mortales; allá arriba veremos los bienes del Señor en la tierra de los vivos para siempre. Que nadie, sin embargo, piense separar a estos dos ilustres apóstoles. Ambos vivían la vida que se personifica en Pedro y ambos vivirían la vida que se personifica en Juan. En la imagen de lo que representaban, uno seguía a Cristo, el otro estaba a la espera. Ambos, sin embargo, por medio de la fe, soportaban las miserias de este mundo y esperaban, ambos también, la felicidad futura de la bienaventuranza eterna (Agustín, Comentario al evangelio de Juan, 124,5).
Estas apariciones a los apóstoles son destacadas en el Evangelio de San Juan para relatarnos su particular importancia, estos son hechos excepcionales. La primera aparición, sucede en la “tarde” del mismo día de la resurrección, cuyo nombre de la semana era llamado por los judíos como lo pone aquí San Juan, “el primer día de la semana.”
Los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Suponemos que los once apóstoles están juntos, sin embargo también se puede presumir que posiblemente hubiese con ellos otras personas, pero estas no se citan.
El relato evangélico no precisa el lugar donde sucedieron estos hechos, no obstante creíblemente podría ser en el cenáculo (Hech 1:4.13). Los sucesos de aquellos días, siendo ellos los discípulos del Crucificado, les tenían temerosos. Esa es la razón por la cual se ocultaban y permanecían a puertas cerradas. Temía la intromisión inesperada de sus enemigos.
2. EL ESTADO “GLORIOSO” EN QUE SE HALLA CRISTO RESUCITADO
Pero la entrega de este detalle tiene también por objeto demostrar el estado “glorioso” en que se halla Cristo resucitado cuando se presenta ante ellos. Es así como inesperadamente, Cristo se apareció en medio de ellos. En el relato de Lucas, se comenta que quedaron “despavoridos,” pues creían ver un “espíritu” o un fantasma.
Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Con ello les dispensó lo que ésta llevaba adjunto (cf. Lc 24:36-43). San Juan omite lo que dice en evangelio de Lucas, sobre que no se turben ni duden de su presencia. Aquí, al punto, como garantía, les muestra “las manos,” que con sus cicatrices les hacían ver que eran las manos días antes perforadas por los clavos, y “el costado,” abierto por la lanza; en ambas heridas, mostradas como títulos e insignias de triunfo, tal así que Tomás podría poner sus dedos.
En el evangelio de Lucas se relata que les muestra “sus manos y pies,” y se omite lo del costado, sin duda porque se omite la escena de Tomás. Ni quiere decir esto que Cristo tenga que conservar estas señales en su cuerpo. Como se mostró a Magdalena seguramente sin ellas, y a los peregrinos de Emaús en aspecto de un caminante, así aquí, por la finalidad apologética que busca, les muestra sus llagas. Todo depende de su voluntad. Esta, como la escena en Lucas, es un relato de reconocimiento: aquí, de identificación del Cristo muerto y resucitado; en Lucas es prueba de realidad corporal, no de un fantasma.
Bien atestiguada su resurrección y su presencia sensible, San Juan transmite esta escena de trascendental alcance teológico.
3. COMO EL PADRE ME ENVIÓ A MÍ, YO TAMBIÉN LOS ENVÍO A USTEDES.
Jesús anuncia a los apóstoles que ellos van a ser sus “enviados,” como El lo es del Padre. Es un tema constante en los evangelios. Ellos son los “apóstoles” (Mt 28:19; Jn 17:18, etc.).
Jesucristo tiene todo poder en cielos y tierra y los “envía” ahora con una misión concreta. Los apóstoles son sus enviados con el poder de perdonar los pecados. Para ese tiempo, ese envío era algo insólito. En el Antiguo Testamento, sólo Dios perdonaba los pecados. Por eso, de Cristo, al considerarle sólo hombre, decían los fariseos escandalizados: Este “blasfema. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?” (Mc 2:7).
4. AL DECIRLES ESTO, SOPLÓ SOBRE ELLOS Y AÑADIÓ: “RECIBAN EL ESPÍRITU SANTO”
El Espíritu Santo es el “don” por excelencia, infinito como infinito es Dios; aunque quien cree en Cristo ya lo posee, puede sin embargo recibirlo y poseerlo cada vez más. La donación del Espíritu Santo los Apóstoles en la tarde de la Resurrección demuestra que ese don inefable está estrechamente unido al misterio pascual; es el supremo don de Cristo que, habiendo muerto y resucitado por la redención de los hombres, tiene el derecho y el poder de concedérselo. La bajada del Espíritu en el día de Pentecostés renueva y completamente este don, y se realiza no de una manera íntima y privada, como en la tarde de Pascua, sino en forma solemne, con manifestaciones exteriores y públicas indicando con ello que el don del Espíritu no está reservado a unos pocos privilegiados sino que está destinado a todos los hombres como por todos los hombres murió, resucitó y subió a los cielos Cristo. El misterio pascual culmina por lo tanto no sólo en la Resurrección y en la Ascensión, sino también en el día de Pentecostés que es su acto conclusivo.
5. “LOS PECADOS SERÁN PERDONADOS A LOS QUE USTEDES SE LOS PERDONEN, Y SERÁN RETENIDOS A LOS QUE USTEDES SE LOS RETENGAN”.
Al decir esto, “sopló” sobre ellos. Es símbolo con el que se comunica la vida que Dios concede (Gen 2:7; Ez 37:9-14; Sab 15:11). Por la penitencia, Dios va a comunicar su perdón, que es el dar a los hombres el “ser hijos de Dios” (Jn 1:12): el poder de perdonar, que es dar vida divina. Precisamente en Génesis, Dios “sopla” sobre Adán el hombre de “arcilla,” y le “inspiró aliento de vida” (Gen 2:7) Por eso, con esta simbólica sopladura explica su sentido, que es el que “reciban el Espíritu Santo.” Dios les comunica su poder y su virtud para una finalidad muy concreta: “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Aquí el regalo del Espíritu Santo a los apóstoles tiene una misión de “perdón.” Los apóstoles se encuentran en adelante investidos del poder de perdonar los pecados. Este poder exige para su ejercicio un juicio. Si han de perdonar o retener todos los pecados, necesitan saber si pueden perdonar o han de retener. Evidentemente es éste el poder sacramental de la confesión.
Por otra parte, para no confundirse, esta no es la promesa del Espíritu Santo que les hace en el evangelio de Juan, en el Sermón de la Cena (Jn 14:16.17.26; 16:7-15), ya que en esos fragmentos se les promete al Espíritu Santo, que se les comunicará en Pentecostés, una finalidad “defensora” de ellos e “iluminadora” y “docente.” En este relato san Juan trata sólo del poder que se confiere del perdón de los pecados. “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
6. EL ESPÍRITU DEL SEÑOR LLENÓ TODA LA TIERRA, Y ÉL QUE DA UNIDAD A TODAS LAS COSAS, HABLA CON SABIDURÍA. (Sab 1, 7)
Esta realidad, anunciada en el libro de la Sabiduría, se cumplió en toda su plenitud el día de Pentecostés, cuando los Apóstoles y los que estaban con ellos se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería” (Hech 2, 4).
Pentecostés es el cumplimiento de la promesa de Jesús: Pero yo les digo la verdad: conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito; pero si me voy, se los enviaré: (Jn 16,7); es el bautismo anunciado por él antes de subir al cielo: “serán bautizados en el Espíritu Santo” (Hech 1, 5); como también el cumplimiento de sus palabras:”El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: “Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí , como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado. (Jn 7, 38-39) No había sido dado en su plenitud, pero no quiere decir que el Espíritu faltara a los justos. El Evangelio o atestigua de Isabel, de Simeón y de otros más. Jesús lo declaró de sus Apóstoles en la vigilia de su muerte: “ustedes le conocen, porque permanece con ustedes” (Jn 14, 17); y más aún en la tarde del día de Pascua, cuando apareciéndose a los Once en el cenáculo, “sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”
7. VEN, ESPÍRITU SANTO, LLENA LOS CORAZONES DE TUS FIELES Y ENCIENDE EN ELLOS EL FUEGO DE TU AMOR. ALELUYA.
Pentecostés, no es un hecho que sucedió cincuenta días después de la Pascua para que haya quedado cerrado y cumplido, esto es una realidad vigente y presente, y cada vez estamos mas deseosos de poder atenderlo y recibirlo con toda plenitud, agrandemos nuestro corazón para recibirlo efusivamente, como en la secuencia de la liturgia de Pentecostés que incluye hoy un himno de súplica y alabanza al Espíritu Santo
Ven, Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz. Ven, Padre de los pobres, ven a darnos tus dones, ven a darnos tu luz. Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma, suave alivio de los hombres. Tú eres descanso en el trabajo, templanza de las pasiones, alegría en nuestro llanto. Penetra con tu santa luz en lo más íntimo del corazón de tus fieles. Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente. Lava nuestras manchas, riega nuestra aridez, sana nuestras heridas. Suaviza nuestra dureza, elimina con tu calor nuestra frialdad, corrige nuestros desvíos. Concede a tus fieles, que confían en ti, tus siete dones sagrados. Premia nuestra virtud, salva nuestras almas, danos la eterna alegría.
El domingo de Pentecostés recoge toda la alegría pascual como un haz de luz resplandeciente y la difunde con una impetuosidad incontenible no sólo en los corazones, sino en toda la tierra. El Resucitado se ha convertido en el Señor del universo: todas las cosas tocadas por él quedan como investidas por el fuego, envueltas en su luz, se vuelven incandescentes y transparentes ante la mirada de la fe. Ahora bien, ¿es posible decir que «Jesús es el Señor» sólo con la palabra?
Que Jesús es el Señor sólo puede ser dicho de verdad con la vida, demostrando de manera concreta que él ocupa todos los espacios de nuestra existencia. En él, todas las diferencias se convierten en una expresión de la belleza divina, todas las diferencias forman la armonía de la unidad en el amor. Hemos sido reunidos conjuntamente «para formar un solo cuerpo» y, al mismo tiempo, tenemos dones diferentes, diferentes carismas, cada uno tiene su propio rostro de santidad. El amor, antes que reducirlo, incrementa todo lo que hay de bueno en nosotros y nos hace a los unos don para los otros. Sin embargo, no podemos vivir en el Espíritu si no tenemos paz en el corazón y si no nos convertimos en instrumentos de paz entre nuestros hermanos, testigos de la esperanza, custodios de la verdadera alegría.
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don en tus dones espléndido; luz que penetras las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que en fuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Ven, Espíritu enviado por el Padre, en nombre de Jesús, el Hijo amado: haz una y santa a la Iglesia para las nupcias eternas del Cielo.
“Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda”
Mt 5, 38-42
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. OJO POR OJO Y DIENTE POR DIENTE
Ustedes han oído que se dijo…. Pero yo les digo… Jesús, nos reafirma su autoridad divina, por sobre la ley, por sobre los profetas, por encima de los legisladores, es una afirmación clara de su divinidad.
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. La llamada ley del talión toma su nombre de su incorporación a la ley romana Las frases con que aparece citada eran las primeras con las que aparece formulada en la Ley (Ex 21:24.25v; Dt 19:18.21v). Era la ley vigente en el Oriente bíblico. Esta legislación, tan chocante con la mentalidad que hoy tenemos, nacía precisamente de un espíritu de justicia y moderación. Si la injusticia privada fácilmente degenera en reyerta y ésta en abuso, ley del talión tendía a prevenir y evitar éstas trifulcas. Era la justicia tasada materialmente: Ojo por ojo, pero no más que el equivalente material de la ofensa hecha. Aunque también se admitía en la antigüedad la sustitución de esta tasación material por una equivalencia en especie o dinero (Ex 21:26-35). Sin embargo, no es seguro si en la época de Jesús regía la sustitución pecuniaria o equivalente de la ley del talión, En la literatura rabínica hay indicios de estar vigente estrictamente esta ley, al menos en casos concretos. El historiador Judío Flavio Josefo dice que era practicada si el agredido no aceptaba la compensación económica. Y este principio es el que Jesús toma en su primitiva formulación para preceptuar a sus discípulos un amplio espíritu de justicia, y aún más, desbordada por la caridad.
2. JESÚS NO EXPONE LA ABOLICIÓN DE LA JUSTICIA PÚBLICA
Pero es bueno aclarar que esta justicia que va a exponer Jesús, no es la abolición de la justicia pública, la que es necesaria para la existencia misma de la sociedad. Recordemos que el mismo Jesús dijo: Dad al César; ni tampoco trata de que sus discípulos renuncien a sus derechos ante la justicia pública, pues se haría la vida humana imposible en multitud de casos. El mismo hará ver esto con su ejemplo en san Juan 18:22.23. Al oír esto, uno de los guardias que estaba allí le dio a Jesús una bofetada en la cara, diciendo: ¿Así contestas al sumo sacerdote? Jesús le dijo: Si he respondido mal, demuestra dónde está el mal. Pero si he hablado correctamente, ¿por qué me golpeas?
3. EL ESPÍRITU GENEROSO DE CARIDAD QUE HAN DE TENER LOS DISCÍPULOS
Lo que Jesús enseña, en una forma oriental, concreta, extremista y paradójica, es cuál ha de ser el espíritu generoso de caridad que han de tener sus discípulos en la práctica misma de sus derechos de justicia. Por eso, al ojo por ojo, dirá como temática paradójica de este espíritu de caridad, dice Jesús: Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal, es decir, no resistáis al mal, por el contexto, al hombre malo, al que le hace mal. Y Jesús ilustra aún este principio con cuatro casos, que harán ver con grafismo su pensamiento. Al final de ellos se sintetizará su intento.
4. SI ALGUIEN TE DA UNA BOFETADA EN LA MEJILLA DERECHA, PRESÉNTALE TAMBIÉN LA OTRA
Jesús nos dice en el primer caso; Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. La paradoja es clara. El citar concretamente una mejilla es debido a que el detalle agrada al pueblo y fija la atención. El que sea la derecha no tiene ningún valor especial, aunque algunos lo pensaron basándose en sutilezas. Lucas, 6; 9 en el lugar paralelo, dice: Al que te hiera en una mejilla, ofrécele la otra. Es una expresión tomada del lenguaje popular. En la literatura rabínica se lee: Cuando alguno te abofetee en la mejilla izquierda, preséntale aún la derecha. Es matiz característico de san Mateo.
5. AL QUE QUIERE HACERTE UN JUICIO PARA QUITARTE LA TÚNICA, DÉJALE TAMBIÉN EL MANTO
Jesús nos dice en segundo caso; Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; La túnica y el manto eran las dos piezas usuales del vestido palestino de la época. La escena parecería evocar un caso de reclamación ante un tribunal. Ante este pleito, Jesús diría, paradójicamente, que le diese también el manto, sobre el que no había cuestión. La Ley exigía que el que tomase en prenda el manto del prójimo se lo devolviese antes de la puesta del sol, pues tan necesario le era (Ex 22:25.26).
6. SI TE EXIGE QUE LO ACOMPAÑES UN KILÓMETRO, CAMINA DOS CON ÉL
Jesús nos dice en tercer caso: si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Esta sentencia es propia del evangelio de san Mateo. Esta exigencia, equivale a la palabra requisar, que es de origen persa. Los oficiales y servidores del rey, para poder cumplir mejor su oficio de mensajeros, estaban autorizados a requisar a personas o medios de transporte que encontrasen a mano. Los romanos tomaron de los persas la misma palabra y la institución. Naturalmente, este derecho se prestaba en la práctica a toda clase de abusos. En labios de Jesús tiene la palabra mayor amplitud, pues se refiere al espíritu que ha de informar la conducta de sus discípulos. El mismo término cualquiera que te requise acusa el propósito genérico de la lección de Jesús en la vida cotidiana, si te exige que lo acompañes un kilómetro, Jesús propone responderle con dos.
7. DA AL QUE TE PIDE, Y NO LE VUELVAS LA ESPALDA AL QUE QUIERE PEDIRTE ALGO PRESTADO.
En el cuarto caso, Jesús dice; Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Este cuarto ejemplo con el que Jesús expone su doctrina parecería tratarse, en la primera parte, del ejercicio de la limosna, y en la segunda, de dar facilidades materiales en la vida del prójimo. Pero ateniéndose al tono general de este contexto, en el que se acusan exigencia o insolencia por abuso — la bofetada, el despojo del manto, la requisa —, probablemente este último punto ha de ser situado en el plano de lo exigente. Puede ser el caso de una petición de préstamo en condiciones de exigencia o insolencia. A esto lleva la sentencia paralela de Lucas: Da a todo el que te pida y no reclames a quien toma lo tuyo (Lc 6:30). Según el Antiguo Testamento, el préstamo al pobre debía ser hecho sin beneficios. Expresión aún con más amplificación.
8. EL CRISTIANO DEBE TENER UNA ACENTUADA CARIDAD
La doctrina de Jesús, que se desprende de estos casos concretos en que la expone, es que el cristiano debe tener su caridad al prójimo tan acentuada, que en los casos mismos de ofensa o abuso, como en la bofetada, o en los que tiene la justicia a su favor, la túnica, requisa, préstamo, debe tener su disposición de ánimo en tal estado que, por su parte, esté dispuesto al perdón y a la generosidad con su adversario. Por lo que no quiere decir, en verdad, que ponga la otra mejilla para recibir otra bofetada, lo que era provocar al enemigo a una nueva injuria, y análogamente hay que decir lo mismo de los otros casos, pues sería provocador de nuevas injurias el que así hiciese.
Es, por el contrario, con esa forma un tanto paradójica de hablar, un modo de exponer la actitud de caridad y perdón que se ha de tener con el adversario; no sólo perdonar a la primera injuria, sino estar preparado a perdonar nuevas ofensas, ofreciéndole así, con la otra mejilla, toda la generosidad de su perdón. Cuando a Jesús, en el sanedrín, un soldado le dio una bofetada, Jesús no le ofreció la otra mejilla, sino que le dijo: Si he respondido mal, demuestra dónde está el mal. Pero si he hablado correctamente, ¿por qué me golpeas? Acaso esté también en la perspectiva de san Mateo la persecución por Jesús
9. JESÚS PREFIERE LA MISERICORDIA
Las leyes, favorecían más a la Justicia que la misericordia, Jesús prefiere la misericordia, El ennoblece los sentimientos profundos, los corazones sinceros y compasivos, ante la práctica del rigor de la ley, la ley del Talión responde al espíritu de la justicia, pero no al del Evangelio, que es el espíritu de caridad. Dice el Señor; Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado. Es decir seamos benevolentes, piadosos, clementes, compasivos, tengamos caridad por nuestros hermanos, no le neguemos lo que necesiten, tengamos disposición de ayudar y no de volver las espaldas. Jesús, nos vuelve a pedir, que amemos al prójimos, como a nosotros mismos.
JESÚS ES HOMBRE DE PALABRA Y SU PALABRA ES PALABRA DE DIOS
Las bienaventuranzas como las de la paz, que identifica a los hijos de Dios; la humildad, que se extiende sobre la tierra; la misericordia recompensada novedad del “talión”, constituyen la sustitución y el soporte de todo tipo de “talión” y “venganza”. La Palabra de Dios en los labios de Jesús es, verdaderamente, la consumación y la elevación al máximo de la Ley y los profetas: de esta Palabra de Dios no pasará nada de ahora en adelante sin que se cumpla, de modo que quien la transgreda o enseñe a transgredirla se quedará en el umbral del Reino de de los Cielos, a diferencia de quien la cumpla y enseñe a cumplirla, que será considerado como grande en el Reino de los Cielos (Mt 5 ,l8 ss).
Jesús es hombre de palabra y su palabra es Palabra de Dios: él mismo da testimonio de la coherencia del proyecto de sus bienaventuranzas a través de comportamientos ocasionales consecuentes (Jn 18,22ss) y, sobre todo, con la opción fundamental de la aceptación de la cruz en cumplimiento de las Escrituras (Lc 24,27; Hch 2,22-24; 1 Pe 2,21-25). Al perder la vida, Jesús ganó la resurrección.
También Pablo, en este fragmento autobiográfico, se presenta como testigo de la superación de un estilo reivindicativo y justiciero, moviéndose con fuerza, es cierto, pero también con transparencia, con sensatez, con tolerancia, con sinceridad en el amor. Es el estilo vencedor del hombre evangélico, que es capaz de perder algo de lo suyo para beneficiar a muchos; es la «cultura» del discípulo de Jesús, que es capaz de llevar la cruz como momento favorable, como día de salvación.
“El Señor da a conocer su victoria” (del salmo responsorial).
Señor, has revelado a nuestros ojos que todo momento es favorable para la maduración de tu gracia: te alabamos, Señor.
Señor, has manifestado en nuestros días que te acuerdas de tu amor hecho visible en el Evangelio de las bienaventuranzas: te alabamos, Señor.
Señor, has accedido a nuestra confianza haciéndote presente en los tiempos de la alegría y de la buena fama y, también, en los tiempos de necesidad y de angustia: te alabamos, Señor.
“Sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo”.
Mt 5, 43-48
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. AMARÁS A TU PRÓJIMO Y ODIARÁS A TU ENEMIGO.
En este capitulo 5 de san Mateo, hemos leído como en distintos casos, Jesús ha perfeccionado la Ley, esa ley que enseñaba odiarás a tus enemigos, lo que equivalía a no tienes porque amarlo, entonces vamos hacer algunas referencia a la antigua Ley, para veamos el ambiente en que se vivía en aquel tiempo cuando Jesús nos invita a fomentar en nuestro corazón el amor a nuestros enemigos y pedir que seamos perfectos como es perfecto el Padre que esta en los cielos.
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Nuevamente Jesús cita lo que oyeron en las lecturas y explicaciones sinagogales. La primera parte de esta sentencia se encuentra formulada así en la Ley, “No te Vengarás ni Guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Más bien, Amarás a tu Prójimo como a ti mismo“ (Lev 19:18).
2. EN LA LEY SE PRECEPTÚA EL AMOR AL PRÓJIMO
En la Ley se preceptúa el amor al prójimo; pero éste prójimo es sólo el judío. En algunos pasajes se recomienda y manda amar también al peregrino pero el contexto hace ver que no es el transeúnte, sino el advenedizo establecido habitualmente entre el pueblo judío e incorporado a él. “ Cuando un extranjero resida con vosotros en vuestra tierra, no lo oprimiréis” (Lev 19:34),
La Ley preceptuaba positivamente el exterminio de diversos pueblos idólatras, amalecitas, ammonitas, moabitas, madianitas, cananeos y hasta preceptuaba la prohibición de aceptar compensación pecuniaria por el rescate de estas gentes “No aceptaréis rescate por la vida del asesino que Está condenado a muerte; Morirá irremisiblemente “ (Núm 33:31). El salmista decía: ¿Cómo no odiar, ¡oh Yahvé! a los que te odian? ¿Cómo no aborrecer a los que se levantan contra ti? Los detesto con odio implacable y los tengo por enemigos míos (Sal 139:21.22).
Como síntesis ambiental, en Qumrán, en el Manual de disciplina (1:4-9), se lee Amar a todos los hijos de la luz, y aborrecer a todos los hijos de las tinieblas. Lo mismo en los Salmos de Salomón
3. JESÚS DA SU ENSEÑANZA PROPIA
Así es como del precepto positivo de amor al prójimo, pero solo entre los judíos, sumado al silencio del amor universal al prójimo, y que la ley respaldaba el exterminio de ciertas gentes que no eran judías, se vino a concluir dentro del pueblo la ilógica, pero práctica para ellos, la no obligación de amar a los no eran judíos.
Este era el ambiente que existía en tiempo de Jesús, con una interpretación muchas veces exagerada de la Ley, sin embargo Jesús da su enseñanza propia; Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores, es decir el amor al prójimo llega hasta amar a nuestros enemigos, que, en contraposición al judío de aquel tiempo, son todos los no judíos, todos los hombres. Y al mismo tiempo se extiende a perdonar las ofensas personales con verdadera amplitud, pues manda; rueguen por sus perseguidores, en otras palabras a orar por los mismos que los persiguen.
4. PORQUE ÉL HACE SALIR EL SOL SOBRE MALOS Y BUENOS
Nunca el judaísmo llegó a esta moral. EL motivo que Jesús cita para exigir este amor al enemigo es doble: así serán hijos del Padre que está en el cielo. La bondad es esencial a Dios y se desborda, benéfica y protectora sobre todos los hombres, buenos y malos “porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos“. No priva a éstos ni del beneficio del sol ni de la lluvia, destacado este último por su valor incalculable en la seca tierra oriental.
Por eso, cuando los seres humanos, en lugar de odiar a sus enemigos, los aman por caridad, imitan y participan de esta bondad indistinta y universal de Dios. Y esta imitación y participación establece en ellos una nueva y especial relación con El. Lo que se expresa en semita por el concepto de filiación: hijos de Dios, como se es, hijo de la luz. Así son los hombres, hijos de vuestro Padre, que está en los cielos.
5. SI USTEDES AMAN SOLAMENTE A QUIENES LOS AMAN, ¿QUÉ RECOMPENSA MERECEN?
Dice Jesús: Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? El amor natural es practicado espontáneamente por todos. Pero aquí se destacará la necesidad de una conducta nueva de amor, que llega a los publícanos y gentiles, a quienes los judíos abominaban. ¿No hacen lo mismo los publicanos? y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? El amor aquí a los hermanos se debe de referir a los miembros de la comunidad eclesial a la que pertenecen. El motivo es este amor a Dios, a quien hay que imitar en la anchura del mismo.
6. POR LO TANTO, SEAN PERFECTOS COMO ES PERFECTO EL PADRE QUE ESTÁ EN EL CIELO
Jesús, luego añade la siguiente sentencia; Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. La perfección que se pide aquí es la benevolencia y el amor a los enemigos, pero por sobre todo, la misericordia.
Esta es la gran lección que hoy nos enseña Jesús, eso debe ser parte del cristiano, en su obrar, ha de imitar, en el modo de conducirse, al Padre celestial, norma cristiana de toda perfección. Ser grandes de corazón, supone el amor por los que consideramos enemigos, manifestación clara de que somos hijos de Dios y por esa forma de ser, reconocerán en nosotros la filiación divina. Dios es todo bondad y ama a todos los hombres, al imitar en eso al Padre, participamos todos de su bondad infinita.
UN COMPROMISO SUSTANCIAL DE LA IGLESIA, ACORDARSE DE LOS POBRES (Gal 2,10.)
Jesús sigue perfilando su fascinante e intrigante proyecto evangélico elevando cada vez más el nivel de calidad hasta la igualdad con el Padre celestial. Jesús, que es el Hijo de Dios, pero también hijo del hombre, se atreve a desafiar el valor y la osadía humanos hasta lanzarlos hacia una perfección como la divina. A decir verdad, Jesús no emplea el sustantivo “perfección” (que designaría una “cosa” o una idea exterior), sino un adjetivo que se refiere a una situación personal: “Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”. La palabra griega original, además de “perfectos/perfecto”, significa también “completo”, “maduro”, “el que cumple con lo que tiene que hacer y lo hace a fondo”.
El lugar del Padre es el cielo: símbolo de elevación, de limpieza, de inmensidad y espacio del Reino. Estos símbolos entran en la calidad del amor discipular a cada uno, no se afanan por bloquear a los otros en las categorías de prójimo-enemigo, aliados-perseguidores, malvados-buenos, amigos-hermanos. Es una selección prohibida a todo el que pretenda ser y seguir siendo hijo del Padre. Si el otro persiste como enemigo o perseguidor y malvado, rezarás por él, le favorecerás. Jesús no entra en sutilezas en lo que afecta al riesgo de caer en lo genérico, como el oceánico “querámonos bien”, el indiferenciado e insignificante “amar a todos por igual y no amar a nadie en concreto”. La categoría de concreto aparece repetida y abundantemente detallada en el mensaje neotestamentario. “Orar”, “beneficiar” (imagen del sol y de la lluvia), son también signos de concreción. La colecta emprendida por Pablo es otra nota de concreción por Parte de quien no olvida un compromiso sustancial de la Iglesia, acordarse de los pobres Gal 2,10.
La perícopa evangélica, al señalar maduraciones de bienaventuranzas como las de la humildad y la misericordia, los pacíficos y los perseguidos, alcanza una cima del radicalismo evangélico verdaderamente maximalista: la calidad de los perfectos como la del Padre celestial perfecto. Un término inaudito en labios humanos: concreto en los labios de Jesús, hijo divino y hermano humano.
Señor, gracias por tu misericordia, que se muestra benéfica conmigo cuando me ve bueno y cuando me ve malvado. Señor, recompensa como yo no sé hacer a todos los que me aman y me hacen bien; reconcilia conmigo a quienes me persiguen y me odian.
Señor, acrece el conocimiento y el testimonio de la gracia de Jesucristo, que, de rico como era en cuanto Hijo de Dios, se hizo pobre por mí, para que yo llegara a ser rico por medio de su empobrecimiento como hombre. Escúchanos, Señor, para que te alabemos mientras vivamos.
“Y CUANDO DES LIMOSNA, NO LO VAYAS PREGONANDO DELANTE DE TI, COMO HACEN LOS HIPÓCRITAS”
Jesús no enseña cuales son las buenas actitudes de los cristianos y cuales son propias de los fariseos. Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos”: Estar atentos para evitar hacer justicia con ostentosidad, es decir no se ha de practicar las buenas obras para ser vistos por los hombres. La virtud se practica por amor a Dios. Sólo así se tendrá “premio,” “recompensa” Pues “el que quiere hacer ostentación de su virtud, no trabaja por la virtud, sino por la fama.” Por eso los que así obran “recibieron” ya su recompensa.
“Y cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres.”
El cuidado de los pobres era carga de la comunidad. En tiempo de Jesús, los sábados se recogían en todas las sinagogas a la salida de las mismas las aportaciones voluntarias. Este sistema era anónimo. Aparte de esta colecta semanal se admitían dones voluntarios. Los fariseos solían dar limosna con gran ostentación a los pobres encontrados en los caminos o reunidos en plazas con motivo de alguna solemnidad. Y hasta parece que para excitar la generosidad se había introducido la costumbre de proclamar los nombres de los donantes, sea en las reuniones sinagogales, sea en las calles o plazas con ocasión de alguna solemnidad especial, ante las gentes reunidas (Eclo 31:11).
“Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.”
Rabí Eleazar (c.270 d.C.), decía: “Quien da limosna en lo oculto es más grande que nuestro maestro Moisés.” No se trata de la “vida interior” frente a la exterior. Es el “espíritu” de la obra lo que se destaca. El espíritu cristiano de la enseñanza no exige naturalmente el cumplimiento material de lo que se expresa. No es tanto la materialidad de la realización lo que se censura, sino la intención con que se hace. En otro pasaje que recoge Mateos, Jesús hará ver que el mérito de la limosna no está tanto en la cantidad de ésta cuanto en el espíritu y amor a Dios que en ella se ponga (Mt 12:41-43).
“CUANDO USTEDES OREN, NO HAGAN COMO LOS HIPÓCRITAS”
“Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. “
Jesús, censura y expone cuál ha de ser el espíritu cristiano de sus discípulos en la oración. Todo judío piadoso varón había de orar tres veces al día, sobre las nueve de la mañana, mediodía y sobre las tres de la tarde; Generalmente se oraba de pie, pero también era frecuente orar de rodillas. Se solía orar tendidos los brazos al cielo, e incluso vueltas las palmas de las manos, como esperando el don que esperaba recibirse.
Mas para el fariseo —”hipócrita” — también la oración era motivo para su vanidad. Les gustaba orar ostentosamente en las “sinagogas,” en el templo — también estaba permitida la oración en cualquier lugar puro — y en los ángulos de las plazas, probablemente para no ser interrumpidos en su exhibicionista oración por los transeúntes y bestias de carga. Jesucristo los describe diciendo el modo que oran “estando de pie.”Lo que se censura no es la posición, máxime cuando generalmente se oraba de pie, sino el modo exhibicionista con que oraban, es decir en pose. Con ello ya recibieron su recompensa al ser vistos por los hombres, por quienes lo hicieron.
Nuestra actitud cristiana de orar, en contraste con el estilo de los fariseos, la hacemos dentro de la “habitación y, cerrada la puerta, oramos al Padre, íntimamente, El ve en lo secreto, el siempre nos oirá. Lo que Jesús censura es la oración público-exhibicionista farisaica, y el contraste se presenta en el retiro privado del hogar. No se trata de censurar la oración pública — no es éste su objetivo —, que Jesús mismo recomendó en otras ocasiones. Se busca a Dios, que está en todas partes, no la exhibición.
También la oración cristiana exige como condición la sinceridad y sencillez, sin la “charlatanería” en la oración, esto es diciendo cosas vanas o inútiles, sea pretendiendo recitar unas fórmulas largas o calculadas, como si ellas tuviesen una eficacia mágica ante Dios. No es ésta la actitud cristiana en la oración, pues Dios conoce las cosas de las cuales tenemos necesidad antes de que se las pidamos.” Porque la oración no es locuacidad, sino el corazón volcado en Dios.
No pretende Jesús con esta enseñanza condenar la oración larga. No es éste el propósito de su enseñanza. La censura va contra la mecanización formulista o semimágica de la oración. Ni va contra la extensión de la oración. El mismo, en Getsemani, dio ejemplo de oración larga, al permanecer en la misma “una hora” de oración (Mt 26:39.42.44, par.), lo mismo que al pasarse, en ocasiones, la noche en oración.
CUANDO USTEDES AYUNEN, NO PONGAN CARA TRISTE, COMO HACEN LOS HIPÓCRITAS
Dice Jesús: “Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.”
Otro de los casos en que Jesús no habla del espíritu cristiano es a propósito del ayuno, de tanta importancia en el judaísmo y cristianismo.
En aquel tiempo los judíos tenían prescrito un ayuno obligatorio para todos en el día de Kippur, día de la gran expiación (Lev 16:29), día del ayuno por excelencia (Hech 27:9). Pero había también otros ayunos supererogatorios, que vinieron a incorporarse a la práctica colectiva de la vida piadosa. Algunos fariseos ayunaban todo el año. En los días más severos estaba prohibido saludar, y por eso se caminaba con la cabeza baja y, a veces, velada. En otros ayunos secundarios se prohibía trabajar, tomar baños, ungirse con perfumes y llevar calzado. En este ambiente, todavía había quienes, deseosos de ser vistos por los hombres y cobrar fama de virtuosos por sus ayunos, querían acusar esto en la cara, ensombreciendo ésta y presentándose “entristecidos.” Este ayuno era total hasta la puesta del sol.
Nuevamente ante este cuadro exhibicionista de los fariseos, Jesús nos presenta el espíritu del ayuno cristiano. Y lo presenta con las hipérboles orientales de contraste, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Hecho sólo por Dios, El lo verá y “premiará.”
Jesús nos ha enseñado a través de este evangelio, un principio importante, no debemos buscar la recompensa en la opinión de los hombres, El lo repite insistentemente, por tanto, nuestra buenas obras la hacemos por amor a Dios, sin preocuparnos si los demás la aprueban o no. Obramos por Dios, por amor y por fidelidad a EL, si lo hacemos así en conciencia, podremos esperar la recompensa del Padre por nuestro buen actuar. Nuestro Buen Padre, está presente en toda nuestra vida, el sabe lo que hacemos y por que lo hacemos.
¿Quién puede considerarse cristiano sin estas tres cosas: limosna, oración y ayuno? (Tertuliano). El ayuno allana el camino al paraíso, perdido a causa del “hambre orgullosa” de nuestros primeros padres. La limosna, a su vez, “hace que el ayuno no se resuelva en aflicción de la carne, sino en purificación del alma” (León Magno). De ahí se sigue que es “bienaventurado quien ayuna para alimentar al pobre” (Orígenes). El ayuno y la limosna han de estar inspirados y sostenidos por la oración, que nos permite obrar con rectitud de corazón y “ante Dios”. San Bernardo se preguntaba si “era más impío el que practica la impiedad o quien simula la santidad”.
Me examinaré sobre cómo vivo esta triple modalidad de toda auténtica experiencia religiosa. Acepto la invitación de Cristo a esparcir el corazón con la unción del Espíritu Santo, para que dé fragancia no sólo al ayuno, sino también a la limosna y a la oración.
Señor, tú desenmascaras la insidia farisaica que vuelve espuria e ilusoria mi práctica espiritual. Tú quieres que gane en interioridad y profundidad y exiges que el único punto de referencia sea el Padre, que ve en lo secreto y cuya recompensa es la única que debo esperar.
Señor Jesucristo, tú nos has dado ejemplo de humildad en todas tus acciones y nos has enseñado a rehuir de la vanagloria. Defiéndeme, interior y exteriormente, de las insidias de la soberbia, de modo que no dé ningún agarradero al enemigo de mi alma. Que no busque en la práctica de la limosna, de la oración y del ayuno, ni en ninguna obra buena, la alabanza de los hombres y el favor del mundo, sino que obre con pureza de corazón, por la gloria de Dios y la edificación del prójimo, y no busque nunca la inútil gloria terrena. Al no buscar la recompensa aquí abajo, podré obtener la verdadera recompensa en el mundo futuro y no seré víctima en absoluto de las penas eternas (Ludovico de Sajonia).
SANTORAL (4)
SANTA MARÍA MICAELA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO XIX
Conmemoramos hoy a santa María Micaela del Santísimo Sacramento fundadora del Instituto de las Adoratrices del Santísimo Sacramento y de la Caridad..
El día de Año Nuevo de 1809 nacía en Madrid de los cristianos padres Miguel Desmaisieres, de la nobleza flamenca, y Bernarda López Dicastillo, dama de la reina María Luisa.
La naturaleza y la gracia fueron muy generosas con la niña Micaela Familia noble y rica, belleza física, padres ejemplares, inteligencia, bondad de corazón... Todo le sonreía. La educación esmerada que recibió también fue otro regalo del Señor. Cuenta la misma Micaela: "Mi madre nos hacía aprender a planchar y guisar a las tres hermanas que éramos, por lo que pudiera suceder. También teníamos que pintar, bordar, escribir, tocar diversos instrumentos y hacer un sinnúmero de rezos. Todo esto sin descanso, pues era esclava del deber".
En Guadalajara funda una escuelita para niños pobres y ella es la maestra. Les trae regalos, les enseña a rezar, los lleva a hacer la visita al Santísimo Sacramento, al que también desde niña ama con toda su alma. Ella sabe muy bien que allí está el centro de la vida cristiana y no desperdicia un momento para estar con El y para hacerle compañía.
Se ve obligada a acompañar, a su hermano, Conde de la Vega del Pozo, a París que va como Embajador y también por las ciudades de España. Madrid conoce a esta joven encantadora. Micaela se ve obligada, a pesar de su sinceridad, pues odia la doblez y el engaño, a llevar una doble vida: por la mañana se entrega a actos de caridad y de piedad: asiste a Misa, reza el rosario, hace oración mental y visita hospitales y enfermos. Por la tarde se ve obligada, muy a pesar suyo, a llevar vida más mundana: asiste al teatro, a reuniones de alta sociedad y debe procurar no desentonar llevando trajes elegantes y collares y pulseras.
No hay duda de que lo que más le ayudó en esta empresa de su propia santificación y en el gozoso apostolado que ejerció a lo largo de toda su vida, fue su gran amor al Santísimo Sacramento del Altar.
La Caridad, el amor a los pobres, sobre todo a las muchachas que llevan mala vida, es donde ha visto que debe poner los acentos de la nueva fundación que lleva entre manos. Un pequeño grupo se une a ella en medio de las dificultades que parecen invencibles, y así nace en 1859 la congregación de las Adoratrices y esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, con la ayuda y el consejo de san Antonio María Claret, instituto que se extiende por toda España.
Hay que salvar a estas futuras madres que tanto pueden influir en la marcha del mundo. Visita a los apestados. El 24 de agosto de 1865, mártir de la caridad, moría en Valencia afectada por el cólera.
Comprendió y realizó en su vida lo que la eucaristía significa: la comunión con el Cristo total en el servicio a los hermanos, miembros del cuerpo de Cristo; principalmente los más necesitados: los pobres, los enfermos, los débiles.