Oh almas que ya gozáis sin temor de vuestro gozo y estáis siempre embebidas en alabanzas de mi Dios! Venturosa fue vuestra suerte. Qué gran razón tenéis de ocuparos siempre en estas alabanzas y qué envidia os tiene mi alma, que estáis ya libres del dolor que dan las ofensas tan grandes que en estos desventurados tiempos se hacen a mi Dios, y de ver tanto desagradecimiento, y de ver que no se quiere ver esta multitud de almas que lleva Satanás. ¡Oh bienaventuradas ánimas celestiales! Ayudad a nuestra miseria y sednos intercesores ante la divina misericordia, para que nos dé algo de vuestro gozo y reparta con nosotras de ese claro conocimiento que tenéis. (Santa Teresa de Jesús: Las exclamaciones del alma a Dios, 13-1)
Señor Jesús, eres nuestro amigo. Sabemos que nos amas muchísimo y que con frecuencia haces con nosotros lo mismo que con tus amigos de Betania. Cuántas veces y en cuántas circunstancias te llamamos, y tú no acudes enseguida. Tus demoras nos dejan preocupados. Tus retrasos nos hacen morir.
Pero tú sabes por qué. Tú sabes lo que favorece a tus amigos. Tú sabes lo que más conviene a los que amas. Todo lo dispones para hacer que creamos, para llevarnos a una fe más madura y a una esperanza más firme. Mejor es tu llanto por nosotros que nuestro vivir tranquilo. Mejor es morir para resucitar escuchando tu grito que nos llama. Señor Jesús, cuando por nuestra miseria estemos muertos, desintegrados, no permitas que dejemos de creer que tú lo puedes todo, porque lo quieres por la fuerza de tu amor y tu obediencia al Padre.
El Padre siempre te escucha porque se complace en ti. Tú, que eres la vida y compartes nuestro morir cotidiano, tú nos harás salir del sepulcro, de todos los sepulcros en los que caemos por la debilidad de nuestra fe.
«Pierde tu vida y la encontrarás». Señor, esta invitación tuya suena ilógica, absurda, empapada de fracaso y de muerte. Sin embargo, la vida no puede ser poseída como un tesoro que escondamos celosamente o para administrar sólo como propio, porque se marchitaría en su propia limitación. Tú, en cambio, me has mostrado que mi existencia tiene que encarnarse poniéndome en movimiento entre tu proyecto misterioso y ya establecido y mi decisión de realizarlo o no; se ha de desarrollar entre una sucesión de aventuras placenteras o dolorosas, padecidas o compartidas, que orientan los pasos inseguros de mi vida diaria vivida con otros y para otros.
Lo he comprendido, Señor: mi vida es un don para compartir, es un bien para dar, es un tesoro para revelar; para gozarla plenamente, para vivirla a fondo, debo entregarla. ¡Lo quiero, Señor!
¿Fariseo? A veces lo soy, y tú entonces, Señor, me condenas, porque, tras haberme vuelto seguro con una lógica intransigente, me vuelvo intolerante con los que son esclavos de normas absolutas que ofuscan y desaprueban la libre aportación de decisiones individuales destinadas a situaciones específicas. Esta actitud me convierte en un «sepulcro blanqueado», irreprensible en cuanto a la justicia -como dice Pablo- y duro con las limitaciones ajenas. Pero tú has dicho: «¡Ay de los que juzgan...!».
¿Publicano? Así me presento, y tú, Señor, me perdonas porque no soy «justo» a mis ojos. Esta visión, más humana y más real, de mi debilidad me permite experimentar tu misericordia, gustar tu amor y vivir con agradecimiento en una actitud de respeto hacia ti, hacia mí mismo, hacia los otros, hacia el mundo. Al amor se le responde con alegría, y por eso «se llenarán de alegría los ángeles de Dios por un pecador que se convierta
Me preguntas, Señor: «¿Por qué andas indeciso?». Decir la verdad... cuesta sangre, Señor; descubrir mis mezquindades... me expone, Señor; perder mis seguridades... es duro, Señor; aceptar la desaprobación... es doloroso, Señor; ver bloqueados mis planes... me disgusta, Señor; reconocer mis infidelidades... me hace daño, Señor; mostrar mis debilidades... me humilla, Señor; renunciar a mis razones... no lo soporto, Señor.
El precio que hemos de pagar para ser honestos es elevado, pero servir a dos señores me repugna. Señor, ayúdame a ser honesto, ¡cueste lo que cueste!