Animales en el escritorio
A tu grito, amenazado por las tijeras
me enfrento a la pluralidad de la muerte.
Si tu voz en las salas de emergencia
fuera mariposa, en su plegaria
me perdería por el cielo
para encontrar tu amor
estrangulado por la ficción de las estrellas.
A tu silencio, descosido en este humor de carretera,
sólo existen las noches
donde sufro por tu arteria.
Es verdadero este paradigma sin cuerpo
donde se reúnen a celebrar las hormigas,
sólo existe el azar
fabricando elefantes con el sudor del infinito.
El llanto del mundo persigue nuestro trino,
no es necesario demostrar la intención de la arruga
si las paredes arrinconan tu soledad
frente a una petrificada estatura de circo.
Y es que nadie olvidaría el amor de madre
en su propia quemadura,
pero sería sencillo creer en las guadañas
si tu corazón se entretiene con los disfraces.
No sería posible amarte si los minutos
se doblaran en tu espalda,
conozco el tiempo de tus manos,
tu forma de arena
resbalando por la cintura de los contadores.
Son tus besos sin la gravedad y su abismo,
se transformaría la materia
en la interminable oscuridad de la presencia,
pero yo existiré en tu piel
aunque el universo me demuestre lo contrario
y los demás mueran de fiebre,
acorralados por la venganza de la jungla.
A tu nombre, asesinado por los dueños del mercado,
así me pierdo por el cielo
si te encuentro en un fósil de vitrina,
tras la verdad de los cronómetros,
en ese mismo sitio donde los terneros
depositan la inerte fertilidad de las raíces,
allí donde una niña
sufre porque también conoce la sangre,
dibujando la persistente dimensión de la lágrima.
Mario Santiago Carvajal
Tomado de El evangelio de la discoteca