El Hijo, Jesucristo, nos ha dado a conocer a Dios de manera cabal y como sólo él podía hacerlo. En efecto, era necesario poseer la naturaleza divina para ser el intérprete entre Dios y los hombres. Sin esa revelación, sólo podríamos imaginar a Dios, pues nuestra inteligencia es incapaz de elevarse hasta él. Jesús nos dio a conocer la gracia de Dios como también su justicia. El mensaje es completo y definitivo: –Dios es maravillosamente grande; es perfecto: –Es absolutamente santo y justo, no puede tolerar el mal: –Es el amor personificado, su gracia es infinita. Dios dio a su Hijo no sólo para hablarnos, sino también para salvarnos: –Por medio de Jesús, el Padre hizo de nosotros, los creyentes, hijos dignos de un lugar en su familia.

Juntamente con su Hijo, Dios nos da su Palabra escrita, la Biblia. Cada persona puede descubrir en ella el secreto de una relación vital con Dios. No hace falta una antena complicada, ni estudios difíciles, sino sencillamente un corazón dispuesto a escuchar y creer.

Entonces, para quien haya recibido y creído el mensaje del Creador del universo, la comunicación se establece en ambos sentidos: puede «enviar mensajes», orar al Señor, explicarle sus problemas y pedirle socorro, como también recibir sus respuestas de amor.