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Perdida y hallada escuchelo aquí
Dos expositores volvían a encontrarse feria tras feria, y a menudo se ayudaban mutuamente. En su stand uno de ellos presentaba la Biblia, la Palabra de Dios. Con su compañero que le escuchaba gustoso, una noche habían hablado de la parábola de la oveja perdida:
–Al volver a este relato, dijo el cristiano, estoy verdaderamente contento, ¿sabes por qué? –¡Oh!, respondió el segundo, tienes un tanto la sensación de ser el pastor que busca y yo la oveja perdida: –No amigo mío, no es esto. Estoy contento porque yo soy la oveja perdida que el Pastor ha encontrado y que ha llevado a casa sobre sus hombros.
El otro permaneció pensativo y suspiró sin contestar. Él no era realmente feliz.
Amigo lector, Jesús también le busca: él es el buen Pastor que dio su propia vida para salvarle. Él le busca, aún hoy lo llama, porque lo ama tal como usted es. Sabe bien lo que le impide reconocer su estado pecaminoso y volverse a él. Él espera que usted acepte dejarse hallar por él. Pero el tiempo pasa. Mañana puede ser demasiado tarde.
Lo que nos impele a anunciarle la buena nueva, el Evangelio, es el deseo de hacerle compartir la felicidad de haber sido hallado y salvado por Jesucristo. Él, “el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
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