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Esta es la respuesta de muchas personas cuando se les habla de Dios. El hombre moderno quiere ser lógico. Quiere una demostración científica de la existencia de Dios. Pero esta realidad escapa a los instrumentos de medición, porque Dios es Espíritu, y por consiguiente, también es el Dios invisible. Si los científicos creen en la existencia de partículas atómicas que nunca han visto, sencillamente porque constatan sus manifestaciones indirectas mediante los experimentos, con mayor razón debemos creer en Dios cuando da testimonio de sí mismo.
Por medio de la creación, Dios habla a todo ser humano. Un científico ateo reconoció que biológicamente le parecía difícil explicar por medio de la casualidad incluso una sencilla flor.
Mediante su Palabra Dios nos revela, a la vez, lo que Él es y lo que somos nosotros. Es una espada que desnuda los pensamientos más secretos de nuestro corazón, un espejo que nos devuelve una imagen de nosotros mismos sin maquillaje. Pero ante todo la Biblia nos revela a Dios, su amor y su maravilloso don: su Hijo Jesucristo, muerto en la cruz para salvar a los hombres y resucitado por su poder. Sí, Dios se revela de manera íntima y maravillosa a aquel que tiene el sincero deseo de conocerle.
¿Quiere comprobar esto diciendo sincera y sencillamente a Dios: «Oh Dios, si existes verdaderamente, entonces revélate a mí»? Dios oye tales oraciones, lee las intenciones del corazón y responde. Sí, Él es un Dios vivo.
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